El ambiente electromagnético: un capital sanitario


El desarrollo caótico de las tecnologías inalámbricas parece un plan de exterminio lento más que un progreso. Pero no es la única fuente de contaminación. El desafío es diseñar una vida con menor exposición a campos artificiales.

Por Claudio Fabian Guevara

En la ciudad de Mercedes, Argentina, se debatio un plan de acción frente a la ofensiva de empresas telefónicas de instalar mástiles en el radio urbano.

Sin embargo, en mi opinión, reducir el problema a las antenas de telefonía no alcanza a mostrar el panorama completo del problema. A lo largo del último siglo, nuestro desarrollo técnico ha construido ciudades irradiadas por múltiples fuentes de radiofrecuencias y campos magnéticos.

Podemos dividir el análisis en dos áreas que han experimentado un crecimiento formidable en las últimas décadas: por un lado, las comunicaciones inalámbricas vía celulares, wi fi, radares, satélites y emisiones de radio y TV. Por el otro, el entramado de radiaciones que producen el tendido eléctrico y los aparatos electrónicos que nos rodean.

La industria inalámbrica

Arthur Firstenberg, fundador de la Cell Phone Task Force, resume en el siguiente cuadro la expansión de las fuentes de radiación inalámbricas en EE.UU. a partir de la aparición de la PC:

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Firstenberg recogió las fechas del inicio de cada nueva etapa tecnológica en diferentes ciudades, y y las cruzó con estadísticas sanitarias locales. Halló coincidencias: con cada nuevo mástil irradiando se incrementó la mortalidad y numerosas enfermedades. Informes similares se multiplican en todo el mundo.

¿Qué sucede en Argentina?

El desarrollo ha ido por la misma vía. Actualmente, el ancho de banda de los sistemas actuales no alcanza para transportar la cantidad de datos necesarios para las nuevas generaciones de celulares: los Smart Phones, 3G y 4G, que ofrecen acceso a películas, TV y contenidos multimedia. Por eso se planifica la expansión de la red, y precisamente, la ofensiva de las empresas en Mercedes intenta crear un anillo de antenas urbanas que soporten la generación 3G.

Añadimos a este panorama todas las emisoras de radio y TV (en los últimos 25 años, Mercedes pasó a contabilizar más de 20 emisoras de FM), las comunicaciones de equipos VHF, y todas las tecnologías de comunicación inalámbrica que utilizan millares de equipos y dispositivos urbanos y rurales.

Tenemos por otra parte los campos magnéticos generados por el cableado interno y externo de la red eléctrica, los transformadores y subestaciones, y los múltiples electrodomésticos. Cada uno de estos dispositivos genera un campo local, que se combina con todos los demás, conformando áreas de diferentes densidades.

Este ambiente electromagnéticamente “cargado” no se ve, ni se siente, pero es un humo invisible que nos rodea, equivale a millones de veces la radiación del entorno natural, y sus efectos se empiezan a percibir claramente.

La experiencia de un creciente número de personas e investigadores indica que mucha gente se enferma viviendo en la cercanía de redes de alta tensión, transformadores y mástiles de telefonía. Hay jurisprudencia de juicios contra empresas eléctricas por contaminación electromagnética que han comprobado esta relación, y en todo el mundo hay un incipiente proceso de retiro de antenas de móviles situadas cerca de escuelas.

En general, tenemos que ser conscientes de que la civilización eléctrica que hemos creado nos expone a una radiación artificial en diferentes intensidades a lo largo del día; que este ambiente tiene una influencia en nuestra salud, a veces sutil y a veces pronunciada; y que las personas reaccionan en forma diferente según los casos.

Mi impresión es que un ambiente electromagnéticamente “sucio” crea una sociedad enfermiza, donde la gente tiene bajas defensas y vitalidad disminuida, padece cansancio crónico, o se deprime fácilmente. Un síntoma común es un sueño de mala calidad, que le abre la puerta a muchos trastornos.

La dimensión eléctrica de la vida

Esto se entiende mejor si reparamos en algo que comúnmente se desconoce: hay una dimensión eléctrica en nuestra biología fundamental. La tierra, nuestro ambiente natural, es una enorme caja de campos magnéticos naturales. Biólogos y físicos reportan en innumerables experimentos cómo las radiofrecuencias y los campos tienen una influencia decisiva en los sistemas vivientes.

El investigador francés Jacques Benveniste demostró que la comunicación entre las moléculas, que es esencial para la vida, es de naturaleza electromagnética.

El ADN dialoga con el entorno biológico a través de sonidos y vibraciones. El grupo de investigadores del ruso Peter Garvajev ha logrado modificar ADN a través de frecuencias.

Para el bio-científico alemán Ulrich Warnke, los campos electromagnéticos existían sobre la tierra antes de la aparición de la vida, han jugado un papel clave en la evolución y son un factor decisivo en el funcionamiento de los sistemas biológicos. La actual densidad de campos artificiales, afirma Warnke, es responsable no sólo de trastornos en la salud humana, sino también de la gradual desaparición de especies como las abejas, y de la desorientación de aves y peces en sus itinerarios migratorios.

¿Cómo influyen estos campos en el deterioro de la salud?

No están establecidos los “mecanismos”, porque la ciencia recién se asoma a la dimensión piezo-eléctrica de nuestros cuerpos. “The Electric Body” (Robert Becker y Gary Selden), un libro de referencia básica, data de 1998.

Pero los riesgos los ejemplifica la genetista británica Mae-Wa-Ho con una metáfora: “Si nuestros cuerpos son organizados por exquisita música electrónica, estos campos magnéticos artificiales pueden constituir la peor forma de interferencia cacofónica”.

Teniendo en cuenta estos puntos, no es de extrañar que cada vez más fuentes coincidan en reportar que un ambiente electromagnéticamente “cargado” afecta el sistema inmunológico, facilitando la aparición de cáncer y tumores, leucemia en niños, Alzheimer, cambios en el sistema nervioso, irritabilidad, hiperactividad, disturbios del sueño, estrés, depresión y una larga lista de otras enfermedades y malestares.[i]

No sabemos todavía la gravedad del caso, ni cuánto daño podemos descubrir en el futuro –en materia de salud, hay efectos a largo plazo imposibles de predecir- pero una buena parte de organismos asesores, gobiernos y parlamentos que analizaron el asunto han recomendado reducir la exposición de la gente a los campos, desactivando el wi fi y removiendo antenas de móviles de lugares sensibles.

¿Qué hacer?

La pregunta obvia es: ¿Qué hacer? ¿Desmantelar nuestros sistemas? ¿Renunciar al progreso tecnológico?

En general, el panorama invita a pensar en un diseño integral del ambiente electromagnético de nuestras ciudades, apuntando a balancear costos y beneficios de los diferentes dispositivos, de manera de obtener un óptimo de prestaciones con la menor contaminación posible.

Creo que un principio de precaución obvio sería que, como mínimo, los planes de expansión de las empresas contemplen una planificación adecuada, y que ningún mástil se instale en forma clandestina sin la conformidad de la comunidad circundante. La ausencia de un plan en este sentido provoca que las empresas estén “a la caza” de espacios, y que cada mástil deba ser camouflado y/o instalado en la clandestinidad para intentar ponerlo en marcha antes de que los vecinos clausuren la obra. En el medio, hay negociaciones con diferentes propietarios por el jugoso alquiler de terrazas y terrenos, y los vecinos terminan enfrentados entre sí.

Pero a la vez, sería útil ir pensando en tecnologías alternativas.

The Bioiniciative Report, un informe redactado por 14 científicos, expertos en salud pública y políticas públicas, luego de documentar las evidencias científicas que relacionan a los campos electromagnéticos con el deterioro de la salud pública, propone en primer lugar cambiar las normas de seguridad. Los niveles de irradiación actualmente considerados “seguros” por la OMS se basan en el patrón térmico, es decir, que si las microondas no calientan los tejidos del cuerpo, se considera que no causan daño. Habida cuenta de muchos indicadores, este criterio no es válido.

The Bioiniciative Report dice: “El despliegue de las nuevas tecnologías va por delante de cualquier razonable estimación de las posibles repercusiones sanitarias. La industria debe hacer correcciones para informar y proteger al público, en lugar de negar los efectos ´esperando pruebas”.

En definitiva, no se trata de negar el desarrollo técnico, sino de recordar que siempre se pueden explorar otras vías para lograr los mismos objetivos. Por ejemplo, se puede perfeccionar la comunicación vía cables en lugar de intensificar las comunicaciones inalámbricas. Se pueden soterrar los transformadores. Podemos ser más selectivos con la cantidad de señales que circulan por nuestro ambiente. Podemos, en definitiva, hacer un diseño de nuestras ciudades que resguarde el capital sanitario que implica un ambiente electromagnético lo más limpio posible.

De otra manera, si seguimos desarrollando nuestro andamiaje tecnológico a tontas y a locas, nuestro desarrollo se parecerá más a un plan de exterminio lento que a un verdadero progreso social.

 


[i] Lo que nosotros proponemos en nuestra investigación aplicada a Mercedes es, por ejemplo, cotejar si el incremento de las radiaciones en los últimos 10 ó 20 años muestra alguna correlación con el incremento de estos problemas en la salud de los mercedinos. Teniendo en cuenta que la nuestra es una comunidad pequeña, no deberíamos tener problemas para recoger los datos.


One thought on “El ambiente electromagnético: un capital sanitario

  • 16 marzo, 2015 at 22:32
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    El extender una tecnología sospechosa de ser perjudicial para la salud y como experto en contaminación electromagnética, la falta de sentido común y que los últimos estudios así lo indican hace prever un montón de problemas de reacciones imprevisibles, aunque uno de ellos ya sigue aumentando estrepitosamente que es la electro-sensibilidad, Y es que el wifi es tan peligroso, por ser una antena que emite dentro y no fuera como las antenas base, y que en los colegios son niños los principales receptores de sus radiaciones, y que sobre todo y el principal motivo es por un motivo de tipo económico al ahorrarse el coste de cablear extensas instalaciones.
    El de dejar de cablear con fibra, o cable que representa un ahorro muy importante para las arcas de cualquier administración, pero como dice el dicho lo barato sale caro, y es con los estudios que hay y las serias dudas de inocuidad, por el principio de precaución ya se debería de prohibir. y no continuando y abriendo más conexiones wifi, como símbolo de modernidad tecnológica, ¿donde está el principio de precaución?
    tiempo al tiempo….. si es que queda tiempo.

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