Palestina y el grito de Rachel Corrie


El aplastamiento con un bulldozer de la pacifista estadounidense Rachel Corrie grafica la brutalidad de la ocupación israelí. • Y nos interpela desde la sensatez de una muchacha que maduró de golpe: “Este mundo desquiciado necesita nuestra intervención”.

Por Claudio Fabián Guevara

Siempre me impresionó la historia de Rachel Corrie. Por estos días, la recordé una vez más, por la nueva oleada de bombardeos israelíes sobre poblaciones palestinas. La recordé porque su muerte encierra una síntesis de la brutalidad israelí y el drama palestino.

Rachel: “Hemos de abandonar todo lo demás y dedicar nuestras vidas a conseguir que esto se termine".
Rachel: “Hemos de abandonar todo lo demás y dedicar nuestras vidas a conseguir que esto se termine”.

La muerte de Rachel no tiene mucha difusión. Es una historia fantástica para los medios; moviliza emociones, tiene mucha acción y una víctima norteamericana de 23 años, rubia y linda. El problema es que moviliza emociones contra el bando occidental, y por lo tanto ha sido vetada de los medios masivos del mundo.

Pero Rachel Corrie siempre está viva. Y más en momentos como éste.

►Bievenidos a la Palestina ocupada

El conflicto palestino-israelí no es una guerra, ni tiene mayores motivaciones religiosas; se trata de la expansión planificada de un Estado a costa de sus vecinos, mediante sucesivas operaciones de conquista, usurpación de tierras e instalación de colonias. Esto arroja como inmediato resultado el despojo y la expulsión de los pobladores de los territorios ocupados, que se amontonan en islotes amurallados.

El proceso es exitoso para el Estado de Israel desde hace más de 50 años, como se puede ver en el mapa (abajo).

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La “guerra palestino-israelí” es en realidad una operación de ingeniería político-militar gigantesca, con la apropiación de terrenos como estrategia de Estado. Los terrenos pertenecen a familias palestinas, que son desalojados y pasan a engrosar los millones de desplazados viviendo miserablemente en ghettos bajo control militar israelí.

Estos millones obviamente no están contentos de haber perdido sus casas, ni de la ocupación militar, ni de la aparición de nuevos refugiados cada año. Son poblaciones condenadas a vivir en un campo de concentración. Cuando se rebelan, con piedras o con armas, se las bombardea, se destruyen sus ciudades, y se asesina a sus representantes en nombre del «derecho de Israel a defenderse».

Viviendo una revelación

A ese lugar llegó Rachael Corrie, con la ingenuidad y los bríos de una veinteañera. Ella viajó a los territorios palestinos como integrante del Movimiento Internacional de Solidaridad. Conformado sobre todo por jóvenes británicos, estadounidenses y canadienses que, en los territorios ocupados, tratar de impedir las demoliciones yéndose a vivir a las viviendas amenazadas. Probablemente no sabía lo que se iba a encontrar.

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Rachel enfrenta al bulldozer con un megáfono para defender la vivienda a ser demolida

Rachel Corrie no era lo que puede considerarse una joven política. Más bien tenía aspiraciones de poeta. Por eso había aprendido desde pequeña a comunicarse consigo misma mediante la escritura. Y escribía incansablemente.

Mario Vargas Llosa en La Nación describe el proceso de cambio de aquella jovencita idealista:

“Las cartas que Rachel escribe a padres y amigos desde Rafah, en el sur de Gaza, revelan una progresiva toma de conciencia de una joven que descubre, compartiéndola, la miseria, el desamparo, el hambre y la sed de una humanidad sin esperanza, arrinconada en viviendas precarias, amenazada de balaceras, de redadas,  de expulsión, donde la muerte inminente es la única certidumbre para niños y viejos”.

Lo que más la aflige es la indiferencia, la inconsciencia de tantos millones de seres humanos, en el mundo entero, que no hacen nada, que ni quieren enterarse de la suerte ignominiosa de este pueblo en el que ella está ahora inmersa”.

RACHEL: “Esto tiene que terminar. Hemos de abandonar todo lo demás y dedicar nuestras vidas a conseguir que esto se termine”. 

► “Hemos de abandonar todo”

Un día antes de morir, escribió: “Esto tiene que terminar. Hemos de abandonar todo lo demás y dedicar nuestras vidas a conseguir que esto se termine. No creo que haya nada más urgente. Yo quiero poder bailar, tener amigos y enamorados, y dibujar historietas para mis compañeros. Pero, antes, quiero que esto se termine”.

Fueron sus últimas palabras, las que le escribió a su madre antes de perder la vida. El 16 de marzo de 2003, Rachel batalló durante horas junto a otros activistas para detener la demolición de la vivienda de un médico palestino. La joven se paró frente a un bulldozer modelo D9 del ejército israelí. El conductor decidió seguir adelante. Le pasó por encima, destrozándole la cabeza, las piernas y la columna.

Rachel Corrie tenía 23 años esa tarde, y desde entonces es un símbolo que se cobra venganza de sus verdugos con miles de canciones y homenajes, una obra de teatro que retrata su evolución a través del relato de sus cartas, y una fundación por la paz que lleva su nombre.

Otro elemento convierte a Rachel en un fenómeno especial. Es su drama psicológico, su apelación a nuestro conformismo de ciudadanos anestesiados ante el drama ajeno. Es el grito de la sensatez de una muchacha que maduró de golpe: “Este mundo desquiciado necesita nuestra intervención”.

La barbarie en 4 imágenes

Este documento fotográfico recoge los últimos momentos de Rachel. Desde que se para con un megáfono en la mano ante el bulldozer para impedir la demolición de una vivienda palestina, hasta que es socorrida luego de ser arrollada por el vehículo. (Fuente: electronicintifada.net)


One thought on “Palestina y el grito de Rachel Corrie

  • 13 julio, 2014 at 14:31
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    Rachel vive en todos nosotros!

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