Economía budista: el camino medio


No hay conflictos entre la salud espiritual y el bienestar material, dice el budismo. Promover un consumo óptimo en lugar de un consumo máximo: un modelo racional que con medios pequeños conduce a resultados altamente satisfactorios.

Por Claudio Fabian Guevara

¿Hay que optar entre la carrera por el dinero o el voto de pobreza? ¿Debemos sacrificar nuestra vida espiritual en aras de la riqueza material? ¿O por el contrario renunciar a las comodidades para purificar nuestras almas?

La economía budista se propone como el camino medio a estas dicotomías habituales de la economía moderna. Esta filosofía no ve conflictos entre la salud espiritual y el bienestar material, a los que no considera enemigos, sino aliados naturales. Pero analiza el rol de trabajo, la producción y el consumo desde ópticas totalmente diferentes a las habituales en Occidente.

El trabajo en Occidente

Una de las principales diferencias entre el pensamiento budista y los postulados de los economistas occidentales, reside en la concepción del trabajo, explica E.F. Schumacher, en su obra “Lo pequeño es hermoso”.

En Occidente, dice Schumacher, el economista crece en la enseñanza de que el trabajo es “poco menos que un mal necesario” para todos los factores de la producción:

• Para el empleador, es un elemento de coste que ha de ser reducido al mínimo. El ideal, para un empleador, es tener una producción sin empleados.

• Para el empleado, el tiempo trabajado es una “desutilidad”. Trabajar es sacrificar el tiempo libre y el confort, y el salario viene a ser una suerte de compensación por ese sacrificio. El ideal para el trabajador es obtener un ingreso sin tener un empleo.

Dentro de este razonamiento se ha desarrollado la creciente mecanización y robotización de la economía, que tiende a organizar la producción en rutinas mecánicas y simplificadas con la menor cantidad de mano de obra posible.

El concepto budista de trabajo

Para la economía budista, en cambio, es criminal organizar el trabajo de manera que llegue a ser algo sin sentido, aburrido e idiotizante para el trabajador. Indica una mayor preocupación por las mercancías que por la gente.

El trabajo en la economía budista debe tener tres aspectos, tres misiones a cumplir:

1)      Dar al hombre la utilidad de desarrollar sus facultades.

2)      Ayudarle a liberarse de su egocentrismo, uniéndose a otras personas en una tarea común, y

3)      Producir los bienes y servicios necesarios para la vida.

En este sentido, inclinarse por el ocio como alternativa al trabajo es considerado una malinterpretación de verdades básicas de la vida, ya que trabajo y ocio son partes complementarias de un mismo proceso vital, que no pueden ser separados sin destruir el gozo del trabajo y la felicidad del ocio.

Dice el filósofo y economista indio J. C. Kumarappa:

“Si la naturaleza del trabajo es apreciada debidamente, estará en la misma relación con las facultades más elevadas… El trabajo nutre y reaviva al hombre más elevado y lo impele a producir lo mejor de que él es capaz”.

El modelo óptimo de consumo

Para la economía budista, la gente debe ser más importante que las mercancías, y la actividad creativa, más importante que el consumo. Pero no se opone de ninguna manera al bienestar físico. El problema no es el goce de cosas placenteras, sino desearlas incontroladamente. Su clave es simplicidad y no violencia. Es un modelo extremadamente racional que con medios sorprendentemente pequeños conduce a resultados altamente satisfactorios.

El economista moderno mide “nivel de vida” por medio del consumo anual, suponiendo que un hombre que consume más está en mejores condiciones que uno que consume menos.

Un economista budista considera esto irracional. Dado que el consumo es meramente un medio para el bienestar humano, el ideal sería la obtención de un máximo de bienestar con un mínimo de consumo.

Allí donde la economía moderna trata de maximizar el consumo mediante una maximización de los esfuerzos de producción, la economía budista se propone maximizar las satisfacciones humanas por medio de un modelo óptimo de consumo.

Los medios correctos de subsistencia

Esta perspectiva se desmarca de la fantasía del crecimiento ilimitado que anima a las sociedades capitalistas occidentales, una carrera enloquecida que marcha hacia el colapso ambiental y social. Promover un consumo óptimo en lugar de un consumo máximo, es un camino más racional que cultiva también relaciones más armoniosas entre las personas.

“Es fácil comprender –dice Schumacher– que el esfuerzo que se necesita para mantener una forma de vida que se base en el consumo óptimo es probablemente mucho más pequeño que el esfuerzo que se necesita para sustentar una tendencia al consumo máximo”.

Simplicidad y no violencia están estrechamente vinculadas. El modelo óptimo de consumo produce un alto grado de satisfacción humana con una proporción relativamente baja de consumo, y permite a la gente vivir pacíficamente sin grandes tensiones. “Dado que los recursos son limitados en todas partes, la gente que satisface sus necesidades haciendo un uso menor de los recursos, está obviamente en una situación mucho menos belicosa que la gente que depende de un uso mayor de los mismos”.

“La cuestión –concluye Schumacher– no es la elección entre “crecimiento moderno” y “estancamiento tradicional”, sino más bien en encontrar el camino correcto de desarrollo, el camino medio entre la negligencia materialista y la inmovilidad tradicional. En pocas palabras, en encontrar los medios correctos de subsistencia”.


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