Los chamanes de Xico: El teatro de la sanación


La poderosa influencia de la palabra, los abrazos y el afecto, en el trabajo de un grupo de voluntarios. El milagro no lo opera el sanador, sino el propio enfermo. Cómo son las sesiones y por qué funciona la magia.

Claudio Fabián Guevara

A esta altura de mis relatos, no sorprenderá que haya iniciado mi camino personal en el chamanismo.

Habiendo expuesto mi creencia en el poder de la oración, algunos amigos piensan que estoy a punto de anunciar mi conversión. Pero no se trata de que, desde aquel ser racionalista y escéptico, ahora me he vuelto místico. No. En realidad, creo que abracé el chamanismo porque se presentó de forma natural, y a la vez que me abre una ventana de exploración, me da algunas respuestas a algunas preguntas “científicas”.

En marzo de 2011 conocí en un temazcal a Marco Fabricio Castillo Rivera. Marco es a la vez un chamán y un científico.

Es ingeniero, y recorre el mundo instalando un sistema de su autoría para purificar aguas servidas mediante cultivos bacterianos. Al mismo tiempo lidera un grupo de sanadores que ofrece sus servicios gratuitos todos los domingos en una tienda ecológica de Xico, un pueblo de Veracruz. Cuando le conté que estaba investigando sobre la influencia de ondas y campos magnéticos en la salud, y le pregunté sobre su trabajo en la sanación, me invitó a participar del grupo.

“El chamanismo es sólo cuestión de arrojo, de animarse. Practicándolo, entenderás mejor de qué se trata esto”.

Así que desde unos meses atrás, soy aprendiz de chamán. Pasen y vean.

Una nube de sanadores

Las sesiones de sanación de los chamanes de Xico se desarrollan en la trastienda de “Mujeres con huevos”, una tienda agroecológica del centro del pueblo. Allí, todos los domingos por la mañana, los consultantes esperan su turno en una salita.

Los sanadores somos un grupo heterogéneo. Marco oficia de chamán jefe, con varios colaboradores que practican la sanación junto a él. Uno de los más antiguos es Marcos (con “s”), un hombre maduro que cuenta cómo desde su juventud comenzó a recibir señales sobre su capacidad sanadora, y aunque dedicó la mayor parte de su vida laboral a actividades comerciales, hace pocos años se rindió ante la fuerza de las evidencias y comenzó a participar del grupo.

El otro es Moisés, un joven veinteañero que se toma muy en serio este trabajo voluntario. Muestra un aplomo inusual en gente de su edad, y viaja desde lejos, todos los domingos. El grupo se completa con cuatro mujeres: Susan, Marisela, Heidi y su hija Melisa. Imagínense: cuatro ángeles. Y desde  hace pocas semanas también participa Miguel, un jovencito-niño con una energía increíble.

Los pacientes pasan, se instalan en una camilla o una silla, y son atendidos por diferentes equipos. Nos repartimos entre un cuartito con una camilla y un patio con dos sillas. La sanación comienza con un diálogo, donde el consultante relata sus malestares y los sanadores lo escuchan y preguntan. La conversación suele girar en torno a relaciones familiares y problemas que preocupan.

Simultáneamente con el diálogo se realiza un trabajo de armonización energética sobre el cuerpo del paciente: las manos de los sanadores planean suavemente sobre ciertas áreas sin hacer contacto, como un escáner que detecta calor, frío o perturbaciones energéticas, en el pecho, en el abdomen, en la cabeza. Se apoyan dedos y manos en puntos precisos. Se masajean brevemente la espalda, las piernas y los brazos. Los gestos usualmente transmiten un intento de apantallar la energía corporal del enfermo, “arrancar” los malestares y arrojarlos a un costado.

La gente habla, abre su corazón, frecuentemente llora. La palabra ocupa un lugar central en el rito sanador.

Las sesiones suelen ser divertidas. A veces somos cuatro o cinco sanadores, una verdadera nube de gente, trabajando sobre un paciente semidormido, mientras contamos chistes, conversamos de temas cotidianos o de experiencias mágicas. Son frecuentes los intercambios de opiniones sobre el estado del paciente: que si tiene problemas digestivos, que si las contracturas de su espalda obedecen a la relación con su pareja o a preocupaciones económicas.

Otras veces toda la energía del grupo se centra en escuchar al consultante mientras se trabaja sobre su cuerpo. Es enternecedor ver a la gente hablar de temas íntimos casi en público, frente a un grupo de desconocidos que abrazan sus piernas y acarician su frente. Te hace ver que en ciertos estados emocionales, podemos sentirnos instantáneamente hermanados con cualquier ser.

A veces sucede que todo lo extraño se amontona en una hora, y un clima de completa irrealidad se apodera de la sesión. Se habla de vidas pasadas y visiones sobrenaturales, se menciona una sesión en que el demonio apareció dibujado sobre la espalda de un joven, se cuentan anécdotas de milagros y maldiciones.

Yo creo que un observador externo diría que estamos todos locos. Pero lo verdaderamente importante es que somos un circo efectivo. Montamos un espectáculo espontáneo y sincero, un cabaret místico que funciona. Contamos con la poderosa influencia de la palabra, de los abrazos y del afecto que vibra en el ambiente. De alguna manera oramos por el paciente, le hablamos con buenas intenciones, damos un servicio de corazón. Y yo creo que la sanación consiste nada más que en eso. Simple y efectivo.

Yo he visto mucha gente llegar devastada y salir notoriamente recuperada en menos de una hora. He visto a una mujer casi paralizada en silla de ruedas, que se va reanimando de forma sorprendente con el curso de las semanas. Y he visto, sobre todo, mucha gente que vuelve cada domingo, porque lo necesita, porque se siente mejor.

¿Cómo funciona esto?

El milagro no lo opera el sanador, aclara Marcos, sino el propio enfermo. Lo que los chamanes hacen es mover las energías del visitante, crear un clima de afecto y cuidado, y apelar a la imaginación para crear “efectos” en la mente de los pacientes que ayuden a restablecer la confianza del enfermo en su pronta sanación.

Es decir que esta práctica se da la mano con el concepto de psicomagia de Alejandro Jodorosvky, o con los principios de la Nueva Medicina Germánica de Ryke Geerd Hamer. El enfermo se cura solo. La magia la ópera un sanador lo suficientemente persuasivo o sugestivo que pone en acción un acto que activa en el enfermo sus capacidades autocurativas y regenerativas.

Marcos ofrece la idea de que el sanador, al sanar a otros, se sana a sí mismo. La propia práctica sanadora funciona como una terapia para el sanador. Y todos podemos ser sanadores. Todos tenemos la capacidad, sólo hace falta desarrollarla.


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