EcoMedicina (II): La auto-sanación como elemento fundamental
EcoMedicina: la enfermedad como un diálogo personal y comunitario hacia una reconstrucción de nuestro Ser EcoSagrado.
EcoMedicina II Parte (Parte I)
Por Enrique Vargas-Madrazo y Aldo Segura
Colectivo EcoSagrado
Instituto de Investigaciones Biológicas
Universidad Veracruzana
Dedicado con todo afecto a Toño Gómez
¿Qué es la enfermedad vista desde una cosmogonía integrativa, tradicional y aborigen? ¿Acaso el enfoque tradicional aporta preguntas similares a las que ha llegado el nuevo pensamiento científico y en particular la teoría general de sistemas? (Bellevite 2002). Bellamente la respuesta parece ser sí (Fudler 1996)…
Aburrida y fundamentada disertación científica sobre la naturaleza de la enfermedad. La teoría general de sistemas nos muestra, tal como la filosofía perenne, que cada “parte” o “proceso local” de un organismo tiene influencia global sobre las demás partes y sobre el sistema en su conjunto. Por otra parte el enfoque sistémico evidencia que las propiedades fundamentales del sistema y más aún el sistema en si mismo, desaparece al ser “diseccionado” y analizado “en partes” (Bertallanfy 1983).
Por lo tanto al concebir e intervenir médicamente al organismo de forma parcial y mecanística, estamos destruyendo su funcionamiento, sus propiedades globales y su esencia misma. Más aún, este enfoque nos sugiere que los síntomas -la “patología”-, son la expresión de procesos de desequilibrio y desajustes globales que implican siempre el nivel organísmico (Bellevite 2002, Piaget y García 1999, Dethlefsen y Dahlke 1993).
Un enfoque muy similar a este –el de la teoría constructivista de Piaget- propone que los sistemas cognoscitivos operan en ciclos evolutivos (cambio), donde las reorganizaciones y/o proceso críticos permiten la transformación cualitativa del organismo (Piaget y García 1999). Estas reorganizaciones evolutivas ocurren a través de procesos de “desequilibración y re-equilibración” (García 2000). Entendemos entonces que los desequilibrios son procesos en los que el organismo rompe estructuras y funciones que ya no son aptas para el devenir evolutivo del sistema.
En palabras llanas, cuando nuestro cuerpo y nuestro actuar se convierte en un obstáculo para nuestra evolución como sistema, el organismo requiere de desequilibrarse para poder trascender. Vale la pena aclarar que en este texto al escribir evolución, no estamos entendiendo un proceso evolucionista biológico, sino un proceso mucho más holístico y sistémico denominado evolución cósmica (Lazslo 1990).
Consecuentemente el cuerpo (nuestro ser global), nos envía señales a través de los síntomas y enfermedades para llevar a cabo estas necesarias transformaciones. En tanto interpretemos la enfermedad y sus síntomas como a enemigos y los tratemos de “extirpar” de raíz, estaremos llevando al organismo a un desequilibrio destructivo, alejándolo de la posibilidad de readaptarse a las nuevas condiciones concurrentes (Dethlefsen y Dahlke 1993). Así la síntesis de estas consideraciones nos lleva a proponer la resignificación de la patología como un conjunto de señales, mensajes y significados acerca de procesos de desequilibrio y potencialidades de evolución (Barsky 1988, Bellevite 2002,).
Entretenida e intuitiva perorata sobre la naturaleza de la enfermedad.
Profundizando y expandiendo nuestras observaciones podemos considerar la dimensión trinitaria del ser (física-mental-espiritual), así como la naturaleza persona-comunidad (sistema-entorno) de nuestro desarrollo como humanos. Podemos entonces no entender a la enfermedad como nuestro enemigo, sino por el contrario, como la expresión de la necesidad de enfrentar problemas y desajustes físicos-mentales-espirituales, así como de nuestra relación con el ambiente.
Los sistemas médicos tradicionales (Chino, Indio, Mesoamericano, Africano, Tibetano, Homeopático, etc.) insisten una y otra vez, que toda enfermedad “tapada” o “reprimida” traerá como resultado un mayor desequilibrio (Fudler 1996). Además estos desequilibrios se irán acumulando haciéndose cada vez más profundos y graves. Podemos entender entonces, los motivos del enorme aumento de enfermedades como cáncer, asma, SIDA, artritis, gripes, herpes, lupus, etc. que vivimos en los últimos 50 años.
Pero la medicina ortodoxa se enfoca en el mecanismo de cada patología, buscando una clasificación sistemática donde miles de personas presenten la misma sintomatología y mecanismo patológico. Así intenta encontrar regularidades cuantificables donde poder hallar células y moléculas específicas responsables del desajuste. A primera vista los resultados de este enfoque parecen muy exitosos, pero como ya vimos, es bastante evidente en nuestros tiempos modernos que los resultados globales son poco satisfactorios, por decir lo menos.
Más allá de todo esto, otras preguntas fundamentales que surgen son: ¿cómo nuestra perspectiva de que somos máquinas aisladas y desconectadas de las otras personas, de nuestra comunidad y del entorno físico-químico-biológico, está afectando nuestra relación con nosotros mismos y con la comunidad? ¿de qué forma este reduccionismo médico es también parte del engranaje del analfabetismo EcoSagrado que se encuentra tras todo este desastre personal y planetario de la modernidad?
Hacia una integración EcoSagrada de la medicina en un contexto Comunitario y Planetario
Reflexionemos ahora en dirección de nuestro entorno: GAIA, el cosmos y nuestra dimensión de seres interconectados con la totalidad (Talbot 1995, Lazslo 1990, Bohm 1990, Sheldrake 1999).
En textos anteriores hemos hablado de cómo la certeza de la “desconexión” es uno de los elementos centrales para construir esta soberbia antropocéntrica con la que estamos destruyendo al planeta y a nosotros mismos (Vargas-Madrazo y Segura 2003a, 2003b). La desconexión significa estar aislados y asépticos respecto al entorno, al universo, lo cual nos reafirma en nuestro dualismo decartiano (sujeto-objeto) (Berman 1990). Así desde este espacio vacío y frío del sujeto aislado, podemos construir modelos, ideas y acciones con enorme potencial de soberbia y destrucción. Todo esto parece exagerado, pero basta ver las acciones de cada día, los perros atropellados sin nadie que detenga su automóvil, los asesinatos en serie, los bombardeos a civiles, la violencia sexual, las personas haciéndose daño al fumar o drogarse, etc. etc. etc…
Todo este desequilibrio tiene que ver también con la destrucción del entorno comunitario. Durante dos millones de años el humano vivió en tribus estrechamente integradas. Tan sólo en lo últimos 200 años esa estructura ha comenzado a desaparecer radicalmente, si bien desde hace 4,000 años comenzó el proceso, aparentemente con la formación de la sociedades patriarcales.
Pero reflexionemos: ¿qué ámbitos de nuestra vida tienen un verdadero sentido tribal o comunitario? Casi ninguno… Aún la familia se está desintegrando en nuestros días.
En nuestro trabajo de ecología profunda-sagrada hemos visto que podemos re-construir nuestra comunalidad en diversos niveles: la economía, el aprendizaje, la cognición, nuestra relación con la crisis planetaria. Ahora incluimos a la medicina (EcoMedicina). Pues bien, la salud-enfermedad, puede ser percibida como una esfera de evolución cósmica-personal, siempre y cuando dejemos de pelearnos con cada gripe, con cada erupción de la piel, etc.
Cuando tomamos en serio nuestra apertura organísmica encontramos sentido a percibir que cada enfermedad nos está expresando además de proceso internos, otros externos como la contaminación ambiental, la neurosis familiar y comunitaria, los hábitos alimenticios, el miedo social a la violencia, etc. Podemos entonces con ayuda de los sistemas médicos encontrar rutas de re-equilibración hacia una evolución cósmica personal y comunitaria. Incluimos aquí al sistema médico ortodoxo, siempre y cuando éste tome su lugar junto a los otros sistemas en una polifonía de saberes locales y parciales.
Esta perspectiva no es una elucubración trasnochada, es una vocación y un llamado profundo que se está gestando aquí y ahora en el siglo XXI, que viene desde el corazón de los pueblos indígenas (ver Clarkson, Morrissette y Régallet 1992, Chamalú 1995).
Así podemos apreciar nuestro devenir en el proceso salud-enfermedad como un diálogo organísmico entre nuestro cuerpo, el entorno y la evolución cósmica. Es una danza cósmica donde podemos reconstruir nuestra comunalidad interior y exterior. Un rito y mito donde la Tierra entera y el Universo, así como nuestra comunidad inmediata son receptores de nuestro amor y cuidado…
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