Ayuno: una pausa para fortalecer la salud


Los sabios griegos lo recomendaban para mantener la plenitud mental. Es un elemento común en casi todas las religiones. El ayuno, una tradición milenaria, es un método de limpieza natural para los excesos habituales de la vida moderna.

Por Claudio Fabián Guevara

El ayuno, una práctica milenaria y llena de sabiduría natural, es un método de limpieza eficaz para los excesos con comidas copiosas, cigarrillo, café y alcohol,  medicamentos y otros productos de consumo habitual en la vida moderna. También mejora el estado mental, y prolonga la vida.

Aunque el ayuno es un elemento común en casi todas las civilizaciones y tradiciones religiosas, mucha gente piensa que es difícil de lograr y peligroso. Sin embargo, dejar de ingerir alimentos durante un cierto tiempo es un proceso que muchas veces el cuerpo decide sin nuestra voluntad consciente. Piénsese en la ausencia de apetito natural que nos causan algunas enfermedades, o en los animales  que ayunan por instinto, dejando de comer cuando sus  energías son necesarias para reparar una herida o combatir una infección.

►El ayuno es salud

Plutarco ya en su época afirmaba: “En lugar de emplear medicinas es preferible ayunar”. Un aforismo hipocrático dice:

“Los alimentos en la convalecencia fortalecen, en la enfermedad debilitan”.

El cuerpo enfermo necesita de ayuno para la autocuración. ¿Por qué? La respuesta es que la digestión ocupa una buena cantidad de nuestras energías. La pesadez, soñolencia y escasez de energías después de una abundante comida es indicador de este fenómeno. Mientras el cuerpo se ocupa de la digestión de alimentos, le queda poca energía para otras tareas.

Pero el cuerpo humano es como una persona hiperactiva: si le faltan las rutinas laborales habituales, se pone a hacer cualquier otra cosa útil. Por eso, si  durante un cierto periodo de tiempo le “sobra tiempo” porque no hace falta digerir alimentos, comienza a ocuparse de la regeneración de tejidos, la limpieza de toxinas y la curación de problemas internos.

Con el ayuno el cuerpo no deja de alimentarse, sino que pasa a consumir las reservas.

Si mantenemos este estado por más de 3 días, el cuerpo pasa a autorrepararse. Y ahí comienza la maravilla. El cuerpo utilizar la energía sobrante en regenerar pequeñas partes dañadas, y en expulsar toxinas y sustancias indeseadas. El resultado es un estado general más saludable y energético.

Al contrario de la percepción habitual, que supone que dejar de ingerir alimentos nos expone a riesgos y enfermedades, el ayuno funciona como un merecido descanso para una gran cantidad de órganos y funciones que desde que llegamos a la vida no dejan de trabajar diariamente durante décadas enteras en el procesamiento de lo que comemos.

No hay peligros y/o efectos contraproducentes para esta práctica (excepto en casos de enfermedad grave o medicación crónica). Mientras existen reservas se habla del periodo de ayuno. Recién cuando las reservas se agotan se comienza a hablar de inanición, un proceso que puede conducir a la muerte. Pero no hay que asustarse pues en una persona sana y normal, la inanición no aparece hasta las cuatro semanas. Es decir que mientras los ayunos terapéuticos que muchas tradiciones religiosas y sanadoras aconsejan se extienden entre los 3 y los 15 días, los peligros para la salud recién aparecen a partir del mes.

►Emprendiendo el ayuno

Para principiantes, es mucho más simple emprender un semiayuno, antes que un ayuno completo. La diferencia es simple: el ayuno consiste en tomar únicamente agua, y el semiayuno comprende otros líquidos como zumos de frutas, caldos de verduras, infusiones, siropes, etc.

Hay muchos métodos diferentes. Es prudente informarse con un médico o nutricionista antes de la primera experiencia y seguir ciertos pasos, sobre todo para aquellas personas que no están habituadas a escuchar la voz de su propio cuerpo.

La parte más conflictiva se encuentra en las primeras 48 horas, la transición durante la cual el cuerpo aún demanda la ingesta de sólidos, y más se “extraña” la ausencia de los alimentos habituales. Luego, todo el aparato digestivo se reorienta y comienza a alimentarse de las reservas, por lo tanto los síntomas comienzan a aliviarse rápidamente. La sensación de hambre desaparece o se calma rápidamente con la sola ingesta de líquidos.

Muchos aconsejan hacer una entrada gradual al ayuno, mediante un régimen o dieta basados en frutas, verduras, cereales integrales, frutos secos, etc. eliminando progresivamente carnes, pescados, lácteos y huevos.

Después del ayuno también es importante una adaptación progresiva, puesto que el aparato digestivo se encuentra en un estado ‘neutro’ y si regresamos abruptamente a ingerir sólidos pueden verificarse trastornos o molestias. Así, se requieren un tiempo (días, u horas según cada uno) de acondicionamiento a base de zumo de naranja recién exprimido y arroz blanco hervido caldoso. También puede ingerirse mandarinas, melón y/o sandía por su alto contenido en agua. Pero la cantidad debe ser moderada puesto que el aparato digestivo debe despertar de su letargo poco a poco.


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