Miedo: el látigo de los amos


El miedo es es el más poderoso de los mecanismos para influir en la conducta de las personas.  Se fabrica a medida de las élites que gobiernan. La instalación de “peligros” libera partidas presupuestarias y genera “consenso” para todo tipo de fines.
Por Claudio Fabian Guevara

El premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, en un artículo, narra un cuento Sufí: “Iba la Peste camino a Bagdad cuando se encontró con Nasrudin, quien le preguntó: ¿A donde vas? ´A Bagdad a matar diez mil personas´. Después de un tiempo, la Peste volvió a encontrarse con Nasrudin, que muy enojado le dijo: ´Me mentiste. Dijiste que matarías a diez mil personas y mataste a cien mil´. Y la Peste respondió: ´Yo no mentí, maté diez mil. El resto…. murió de miedo”.

La anécdota viene al caso porque es oportuno recordar que las medidas de alerta colectiva por “amenazas” que cada tanto tanto llevan caos a la vida cotidiana, son parte de un circo viejo y conocido. El Zika ahora, así como antes el Ébola, la Gripe A y la interminable lista de  “epidemias” que se difunden por los medios, forman parte de una galería de miedos fabricados industrialmente por los amos del mundo.

►La sociedad de los miedos

En “La sociedad de los miedos”, un libro de reciente aparición, Pacho O’Donnell recorre el tema. Cada capítulo incluye la descripción de un miedo en particular: a ser distinto, a la muerte, a perder lo que se tiene, al futuro, al fracaso, a sufrir, a la locura, a la inseguridad urbana, a la vejez, a la soledad.  “Algunos miedos son exacerbados porque implican una consecuencia comercial muy atractiva.  El miedo a la inseguridad genera industrias relacionadas con el blindaje del auto, barrios cerrados, alarmas, guardias privadas”, dice.

“El amor al prójimo -agrega- se reemplazó por el temor al otro que te puede quitar lo que tenés. Se creó un sistema de vida muy paranoico, muy defensivo. Todo se volvió peligroso”.

La sociedad de los miedos se fue configurando lentamente en las últimas décadas, sobre todo a partir de la hegemonía alcanzada por EE.UU y sus socios, y el desarrollo de modernas técnicas de comunicación masiva que permitieron infiltrar los elementos del cóctel de “amenazas y peligros” en cada hogar del mundo.

El miedo es un sentimiento nocivo para nuestra salud.

El miedo paraliza, nos afecta y reduce nuestros mecanismos de defensa natural. Pero es el más poderoso de los mecanismos para influir en la conducta de las personas.  Por eso los miedos se fabrican a medida de las necesidades políticas y económicas de las élites que gobiernan. La instalación de “peligros” libera partidas presupuestarias y genera “consenso social” para todo tipo de fines: una guerra preventiva, la compra de tamiflú o vacunas, o el exterminio de ciertos grupos o individuos.

Los alertas en torno a “amenazas” extorsionan a congresistas, amordazan a la ciencia y sumen en la confusión a los ciudadanos. Es la más sucia de las jugadas mentirosas de los gobiernos, y una de las más difíciles de desarmar, porque los argumentos se inmovilizan y el debate se ubica en el terreno de las emociones. ¿Quién no va a tener el sentimiento instintivo de proteger a su familia?

¿Quién va a reunir suficientes elementos como para desmentir que un hipotético evento futuro NO puede suceder? Y aunque tuviéramos la certeza de que al mal augurio no va a tener lugar, es difícil evitar la angustiante duda: “¿Y si me equivoco y sucede?”

El miedo es un eficaz mecanismo de control social, y se instala mediante la repetición ensordecedora de las noticias.

►El mito del caos global

Los ciudadanos corrientes olvidan frecuentemente que los noticieros son una fuente de entretenimiento, no de información. Se diseñan con la lógica de un espectáculo, no de un culto a la verdad. Son un menú atractivo de imágenes y sonidos, no un reflejo de la realidad. Por eso sus temas preferidos deben tener nombres cortos, conceptos simplificados fácilmente transmisibles, y contenidos de alto impacto emocional que emparentan las noticias con las películas de ficción. Un repaso por algunos muy obvios: piratas, delincuencia, gripe aviar, ántrax, abejas asesinas, armas de destrucción masiva, virus y epidemias, terrorismo, Bin Laden, Saddam Hussein.

Sólo basta investigar un poco y abstraerse de la atmósfera mental que crean los noticieros para verificar que los verdaderos peligros normalmente no son noticia, ni figuran entre las prioridades de los poderosos. Hay fenómenos simples y antiguos que se llevan millones de vidas, como el hambre o los accidentes de tránsito, que no parecen merecer mayores esfuerzos para mitigarlos. O males nuevos y masivamente extendidos, como la contaminación electromagnética, que suma más víctimas mortales que las dos guerras mundiales juntas, y jamás merece siquiera una mención al pasar en la TV.

Nunca hemos campañas que salgan a detener ninguna de estas “amenazas” letales, ni millonarias inversiones, ni tampoco un conteo periodístico día por día en torno a la cantidad de muertos.

Pino Arlacchi, un sociólogo italiano, en su último libro “El engaño y el miedo” llama “el mito del caos global”, a la secuela de previsiones funestas, choque de civilizaciones, amenazas planetarias, reclamos de seguridad y necesidades de defensa -militares o policiales- que atormentan a la humanidad en nuestro tiempo cargando a los individuos de angustias inmotivadas y excesivas. Las campañas de miedo a las que nos someten los medios, los políticos y los estrategos militares, encierran una agenda oculta. Hay que estar atentos: ese es el principal peligro que enfrentamos.


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