Seis grados de separación: la telaraña humana


Una cadena de relaciones, con pocos eslabones entre sí, conecta a cada habitante del planeta. El vínculo, a veces invisible, solo necesita un poco de exploración para ser descubierto.

Por Claudio Fabián Guevara

¿El mundo es un pañuelo? Encuentros casuales, conocidos comunes en lugares distantes del planeta y otras coincidencias son mucho más frecuentes de lo que uno cree. La interconexión de las personas ha crecido sin cesar durante el último siglo, configurando una espesa telaraña humana de relaciones sociales a lo largo y a lo ancho del mundo.

En 1929, el escritor húngaro Frigyes Karinthy, en un relato titulado Cadenas, esbozó una idea novedosa que dio lugar a numerosos estudios que lo confirman desde diferentes ángulos. Fue el origen de la teoría de los Seis Grados de Separación. Esta afirma que cualquier persona del planeta está conectada con cualquier otra, a través de una cadena de conocidos de no más de cinco eslabones o puntos de unión. Es decir: solo seis niveles de amigos de amigos nos separan de cualquier persona del planeta. Seis pasos. Seis grados. ¿Suena disparatado?

►El juego de los seis pasos

La idea de Karinthy fue estudiada en la década de los 50 por investigadores del MIT e IBM, que trataron de demostrar esta teoría de forma matemática. Décadas después, el problema seguía sin soluciones satisfactorias.

En 1967 el sociólogo Stanley Milgram desarrolló un experimento práctico bautizado “Mundo pequeño” con el fin de probar la teoría. Al azar, eligió ciudadanos americanos de la región del Centro-Oeste, con el fin de entregar un envío a un desconocido en Massachussets, a miles de kilómetros de distancia. La única información era simple: el nombre, la ubicación genérica (no había direcciones concretas) y la ocupación del destinatario. Con esta información, el objetivo era que las personas elegidas iniciaran una cadena para hacer llegar un paquete al destinatario, mediante otras personas que ellos creyeran que podían conocerlo. La cadena seguiría hasta que el destinatario fuera alcanzado.

¿Cuántos pasos se necesitaron?

Inicialmente los participantes pensaron en cientos, los más optimistas en decenas, y muchos creían que era imposible. ¿La respuesta? En promedio, se necesitaron entre 5 y 7 intermediarios, aunque en muchos casos solo se necesitaron 3.

Los resultados fueron publicados en revistas científicas e impactaron en todo el mundo. Pero Milgram nunca usó la frase de seis grados. Fue John Guare, escritor de teatro, quien se la atribuyó a Guillermo Marconi y la popularizó con una obra de 1990.

En realidad, los descubrimientos de Milgram no fueron muy fundamentados (el número de paquetes y su muestra de participantes fue muy pequeño), pero el evento instaló una noción relevante en la cultura popular actual. Universidades prestigiosas hicieron juegos, sistemas y demostraciones, basados en el principio de los seis grados, y juegos populares en todo el mundo comenzaron a surgir.

En el 2001 la Universidad de Columbia continuó el experimento de Milgram, usando Internet, y tras pruebas numerosas (casi 50,000 personas enviando el “paquete” a destinatarios de 157 países) se encontró que el número de pasos promedio era… Seis.

►Un mundo pequeño, pequeño…

La población de la tierra está indudablemente más interrelacionada ahora de lo que nunca estuvo antes. Pero la teoría de los seis grados de ninguna manera es un juego matemático infalible. Tiene sus detractores, basados en la idea de que el número exacto de vínculos entre las personas difiere según la muestra de población estudiada, y de que la existencia de grupos humanos invalida cualquier experimento que intente demostrar una regla global a nivel planetario.

Sin embargo, la idea general de la teoría se cumple a nivel de la experiencia cotidiana, y esto se refleja en literatura, canciones, películas y todo tipo de narraciones sobre la existencia humana de nuestros días.

¿Un ejemplo entre decenas? El aclamado film Babel, donde la vida de todos los personajes está íntimamente intersectada, si bien no se conocen entre sí y viven a miles de kilómetros de distancia de cada uno. El vínculo existe, aunque a veces es invisible: solo necesita un poco de exploración para ser descubierto.


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