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Los Cuatro Acuerdos (I): “Sé impecable con tus palabras”

El “acuerdo clave” para mejorar nuestras vidas, según la filosofía tolteca de Miguel Ruiz, es a la vez el más difícil de cumplir. “Sé impecable con tus palabras” es el mandato. “Impecable” viene del latín y significa “sin pecado”.

Por Claudio Fabián Guevara

El pecado empieza con el rechazo de uno mismo. “Sé impecable con tus palabras”, en primer lugar, es un mandato para no utilizarlas contra ti mismo.

Al nombrar el mundo, lo creamos a nuestra imagen y semejanza. Las palabras fijan significados en nuestra mente y en la mente de las demás.

El Primer Acuerdo convoca a usar las palabras con amor, no sólo para hablar de nosotros mismos, sino de los demás. Las palabras crean la atmósfera en que vivimos, designan nuestro carácter y el de quienes nos rodean.

Ser impecable con las palabras es hablar con integridad. Decir solamente lo que quieras decir, y utilizar el poder de las palabras para avanzar en la dirección de la verdad y el amor. “Toda la magia que posees se basa en tus palabras. Son pura magia y si las utilizas mal, se convertirán en magia negra”, dice Ruiz.

Por lo general, empleamos las palabras para propagar nuestro veneno personal: para expresar rabia, celos, envidia y odio. Así se propaga una suerte de “magia negra”, mucha gente habla pestes del prójimo, y al hacerlo, lo hace de sí mismo y de sus interlocutores. Es un ritual cotidiano escuchar a las personas deplorar las conductas de sus vecinos, juzgarlos impiadosamente y lanzarles los más crueles comentarios. Nadie se salva en esas charlas, excepto los presentes. Pero sólo un alma ingenua puede dejar de imaginar que las mismas flechas venenosas serán lanzadas sobre su cabeza apenas abandone la mesa.

Los chismes convierten a un pueblo chico en un “infierno grande”. Son “veneno emocional”, según Ruiz, y su contenido se esparce como un virus informático dañino por las redes sociales.

►El poder de las palabras

Otras formas de uso erróneo de las palabras también pueden envenenar las relaciones familiares. Piénsese en la huella emocional que deja sobre un niño cada desborde verbal de sus padres, de sus hermanos o de sus amigos; el impacto de cada calificativo hiriente hacia sí mismo o hacia otros; y el modelo de relaciones que plantea ese lenguaje en el interior de la mente.

También es frecuente que hagamos un mal uso de las palabras contra nosotros mismos. ¿Cuántas veces veces te haz hecho a ti mismo comentarios compasivos o despreciativos como “Estoy gordo”, “Me estoy poniendo viejo”, ó “Yo soy siempre el mismo estúpido”?

“Es necesario -dice Miguel Ruiz- que comprendamos lo que son las palabras y lo que hacen. Si entiendes el Primer Acuerdo (Sé impecable con tus palabras), verás cuántos cambios ocurren en tu vida. En primer lugar, cambios en su manera de tratarte y en tu manera de tratar a otras personas, especialmente a aquellas que más quieres”.

Con la impecabilidad de las palabras “cualquier veneno emocional acabará por desaparecer de nuestra mente y dejaremos de transmitirlo en nuestras relaciones personales”. La acción provocará reacciones semejantes por parte de los otros. Y además, tendrás “inmunidad” frente al veneno, ya que tu mente dejará de ser un campo fértil para ideas negativas.

 

“Sé impecable con tus palabras. Este es el primer acuerdo para ser libre. Utiliza tus palabras apropiadamente. Empléalas para compartir tu amor. Usa la magia blanca empezando por ti”.

 


Otros dicen

Miguel Ruiz desarrolla sus ideas a partir de bases de antigua filosofía tolteca. Hay conexiones, en ciertos terrenos, con modernos postulados científicos, como la teoría de los “memes” del biólogo inglés Richard Dawkins.

En su libro “El gen egoísta”, Dawkins expone una idea en la que compara a los genes con las ideas -a las que designa “memes”- como organismos que compiten por reproducirse. Hay “memes” que se propagan desde hace siglos -como “Dios”- y son eficaces en la lucha por sobrevivir y reproducirse, y otros que se extinguen rápidamente. Para Dawkins, los “memes” son entidades con vida propia, que “parasitan” la mente de sus portadores. Esta idea tiene una clara conexión con la metáfora de Ruiz de las “palabras como semillas” que se plantan en la mente.


 

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