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Un mundo sin quejas: el reto de los 21 días

21 días sin quejas

Pastor Will Bowen

En promedio nos quejamos unas veinte veces diarias, y la mayoría de las veces por cosas triviales. Un pastor propone un ejercicio sencillo para erradicar el lamento y transformar el mundo.

Por Claudio Fabián Guevara

¿podrías estar 21 días sin quejas? La queja es un ejercicio cotidiano. Nos quejamos todo el tiempo: del clima, de la seguridad, de de que el dinero ya no alcanza y sobre todo de nuestros semejantes. Este hábito mecánico no sólo no soluciona nada, sino que por el contrario enfoca nuestra atención en las cosas que NO queremos en lugar de las que SÍ queremos.

Hay estudios que afirman que en promedio nos quejamos unas veinte veces diarias. Siempre parece haber una excusa para hablar mal de los demás y del mundo que nos rodea.

Ante este panorama, en 2006 el pastor Will Bowen propuso en uno de sus sermones matutinos permanecer 21 días sin quejarse, sin hablar mal de nadie y sin criticar. Esto incluye no quejarse siquiera de uno mismo, así sea “me duele la cabeza” o “nada me está saliendo bien”. La cifra de 21 días obedece a que según algunos psicólogos, es el tiempo que cuesta crear un nuevo hábito en el cerebro.

Bowen, para hacer el ejercicio más serio, repartió a cada uno de sus feligreses una pulsera morada y les indicó que cada vez que se sorprendieran a sí mismos en una queja, una crítica o un chisme, se la cambiaran de muñeca y volvieran a empezar.

Casi todos los que empezaron la experiencia la acabaron, pero a la mayoría les costó una media de cinco meses, un tiempo que evidencia la presencia de la cultura de la queja en nuestras vidas.

►La costumbre del lamento

El problema de estar siempre quejándonos es que acostumbramos al cerebro a emitir mensajes negativos y a ver sólo el lado oscuro de las cosas. Por el contrario, cuando somos optimistas –o “somos impecables con nuestras palabras”, como propone Miguel Ruiz-. nuestra energía sube y tenemos ganas de actuar en el mundo y de hacer felices a los demás.

No es fácil evitar la queja en un mundo donde nos hemos habituado a usarla como punta de lanza en nuestra batalla contra los demás.“¿Cómo no quejarse de la injusticia, de la violencia o el maltrato, o de los bajos sueldos?” , dice el sentido común.

En realidad, evitar la queja no significa dejar de actuar para mejorar el mundo, abstenerse de peticionar ante las autoridades o dejar de reclamar el cumplimiento de la ley. Quejarse no debe confundirse con la crítica constructiva a través de la cual le hacemos saber a alguien que ha cometido un error, y no significa soportar malas conductas o actitudes. Hace falta hacernos conscientes de que, pese a todas las injusticias mundanas que podríamos hallar para quejarnos de viva voz y con toda razón, la mayoría de las veces nos quejamos de temas triviales y ante nuestros seres más cercanos.

La queja asoma de forma mecánica, se nos pega ante la cercanía de quejosos consuetudinarios o la copiamos inconscientemente de la letanía de quejas que bombardean los medios de comunicación.

La queja a evitar es esa rutina inútil e improductiva, la palabra negra que lanzamos a diestra y siniestra incluso ante situaciones que no tienen solución. Es un ejercicio de higiene de la palabra, que nos vuelve más fuertes.

Una buena forma de suprimir el hábito de la queja es sustituirla por palabras de gratitud.

Siempre, aunque parezca exagerado, podemos hallar motivos para estar agradecidos, que se desprenden de lo mismo que motiva nuestro lamento. Por ejemplo, si estamos enfermos podemos quejarnos de dolores, pero al mismo tiempo, podemos sentir gratitud por estar vivos. En cualquier situación, por dramática que parezca, es posible hallar la contracara, el espejo de la queja, que es algo para agradecer.

Para construir un mundo sin quejas, no hace falta necesariamente una pulsera morada. Se puede utilizar una piedra en el bolsillo o cualquier otro recordatorio sencillo. Lo importante es la observación y la vigilia para ir modificando la tendencia al comentario negativo.

Y si lo logras, Al cabo de 21 días sin quejas, sin críticas y sin chismes, habrás hecho de tu vida un paraíso en la tierra, como dice Miguel Ruiz en sus “Cuatro acuerdos”. Tendrás mejor ánimo, menos dolores, relaciones más favorables, mayor autoestima. Serás una persona más feliz, más congruente y armoniosa.

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