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Rumores y chismes (II) :: El legado de los chimpancés

chismes
La fascinación que los humanos sentimos por la vida de los demás reside en las raíces evolutivas de nuestros cerebros, dice un académico inglés. La habladuría tiene una utilidad social: intercambiando información sobre personas no presentes, se cultivan más relaciones.
Por Claudio Fabián Guevara

“Los espíritus doctos de todas épocas han deplorado muchísimas veces la costumbre popular del chisme y la murmuración. De este modo han conseguido imponer una corriente de pensamiento, según la cual debe uno abstenerse de comentar la conducta ajena. Yo no sé si esto es tan bueno…. ( ) Vamos a decirlo de una vez: sin chismes no hay conversación posible”. (Alejandro Dolina, “Vindicación del chisme”)

¿Qué relación existe entre las habladurías humanas y la costumbre de los monos de acicalarse unos a otros durante horas? Al parecer, son parientes directos.

La fascinación que los humanos sentimos por la vida de los demás reside en las raíces evolutivas de nuestros enormes cerebros, dice Robin Dunbar, profesor de Antropología Biológica en el University College de Londres. Para Dunbar, el chisme cumple una función social de cohesión, similar al hábito de los primates de limpiarse y quitarse parásitos unos a otros durante horas.

Los primates se diferencian del resto del mundo animal por la intensidad de los vínculos sociales entre individuos, y por las complejas alianzas que tejen entre ellos para enfrentar al mundo. La complejidad de las relaciones sociales de los monos explica el portentoso desarrollo que alcanzó el cerebro humano, como descendiente directo de esas comunidades.

Es que una hipótesis sostiene que existe una directa relación entre el tamaño de los grupos de individuos que comparten un espacio social y el tamaño del neocórtex, la capa de nuestro cerebro responsable de mantener relaciones con otros. Ante la necesidad de vivir en grupos cada vez más grandes, el neocórtex de nuestros antepasados fue creciendo. Y en el camino, sucedieron muchas cosas interesantes.

►¡Préstame atención!

¿Ha notado que si no media un trato personal, las relaciones tienden a languidecer y extinguirse? Las conexiones entre individuos necesitan del trato directo y la atención mutua. Pues bien: la principal fuente de vinculación social entre los primates es el acicalado, un ritual de cuidados mutuos por el cual los monos se limpian unos a otros. Las especies más evolucionadas, como los babuinos y los chimpancés, invierten hasta el 20 por ciento de su tiempo diario en esta tarea, que le otorga a los grupos cohesión a través del trato directo de cada individuo con los demás.

El problema del acicalado es que requiere una atención exclusiva a la actividad: sólo se puede trabajar en pares, y no se puede realizar el mismo tiempo que buscar comida y agua, u otras actividades vitales. Por lo tanto, cualquier incremento en el tamaño de los grupos –en los monos el máximo es 55 miembros- sólo puede ser posible en términos de mejorar el costo en tiempo de este mecanismo.

El lenguaje parece ser la solución que los humanos encontrarnos para cultivar más vínculos sociales y desarrollar grupos más grandes. El lenguaje tiene dos ventajas sobre el acicalado: se puede hablar al mismo tiempo que se realizan otras actividades, y se puede hablar a varios individuos a la vez, dice Dunbar.

La importancia del chisme

Volvemos a Dolina: “Chismes. Todos son chismes. Nuestra vida está llena de chismes y no es tan malo. El señor Kissinger tiene una esposa joven. Rousseau ejerció la profesión de canfinflero. El zaguero Passarella juega bien al billar. Einstein tocaba el violín. Estas murmuraciones no nos hacen odiar a estos personajes. Más bien nos acercan y nos hacen percibir su humana y pecadora dimensión”.

La utilidad de la habladuría y el chismorreo es manifiesta: permitiéndonos intercambiar información sobre personas no presentes, se cultivan más relaciones. Podemos entender cómo actúan enteras categorías de personas, y desarrollar redes de relaciones que de otra manera demandarían mucho más tiempo de aprendizaje.

“Hablando con solamente una persona, podemos saber qué les sucede a otras, las relaciones que mantienen con terceras partes y cómo debemos actuar enfrente de ellas cuando nos las encontremos. Todas estas cosas nos permiten coordinar más efectivamente nuestras relaciones sociales dentro de un grupo”, resume Dunbar.

La perspectiva tiene su lógica: el sano chismerío nos previene contra las metidas de pata. Piénsese en la pobre vida social de los “descolgados” que nunca se enteran que falleció la esposa de fulano y le preguntan por ella al doliente, que jamás se acuerdan de saludar a nadie para el cumpleaños y que no tienen ni idea de que zutanita dio luz a una hermosa beba.

Para tener una idea de cuán irresistible es la atracción de la habladuría, incluso en ambientes doctos, el académico monitoreó las conversaciones de una cafetería universitaria. El resultado fue contundente: los tópicos relacionados con relaciones sociales y experiencias personales se llevaron el 70 por ciento del tiempo. La mitad de esto fue dedicado a hablar de terceras partes.

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