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Mapa de la contaminación electromagnética

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No sólo el wi-fi y los teléfonos móviles pueden alterar la salud. Los campos generados por la red eléctrica, los electrodomésticos y las líneas de distribución se han revelado como responsables de disturbios.

“La exposición a la electricidad ha aumentado estos últimos años de forma descomunal. Nuestra salud depende de un equilibrio medioambiental que hoy en día está roto en parte por el exceso de contaminación electromagnética que nos rodea”, dice la activista Eva Caballé en su blog “No fun”.

Es que todo nuestro entorno cotidiano se ha “electrificado” en las últimas décadas. “En la calle y en nuestras casas y sitios de trabajo nos afectan los campos generados por la red eléctrica, los dispositivos conectados a ella, los interruptores, las lámparas, la líneas de alta tensión, la telefonía móvil, los teléfonos inalámbricos, WLAN, WIFI, radares, etc”, dice Eva. “Nuestras casas están llenas de aparatos eléctricos, televisores, equipos de música, microondas, radio-despertadores, bombillas alógenas, etc. En el trabajo muchos pasan la mayor parte del día utilizando un ordenador y rodeados de dispositivos electrónicos”.

La vida electrificada

La electricidad se ha convertido en parte central de nuestras vidas, de tal manera que se hace difícil cuestionar sus efectos invisibles. Cada vez se van acumulando más pruebas de su potencial peligro para la salud, que ya no puede seguir siendo ignorado, como el propio Parlamento Europeo dejó claro con una resolución aprobada en abril de 2009.

Actualmente los focos más recurrentes de polución radioeléctrica son las antenas de telefonía móvil, los teléfonos inalámbricos domésticos (DECT) y los WIFI instalados en el interior de las viviendas y en zonas públicas de las ciudades. Todos ellos emiten microondas de manera permanente, 24 horas por día y 7 días a la semana. Los teléfonos móviles, a diferencia de los anteriores, sólo nos pueden exponer a niveles de emisión altos durante el establecimiento de las llamadas y conversaciones.

En bajas frecuencias, las radiaciones no ionizantes con mayor riesgo potencial provienen de los centros de transformación, las subestaciones y los cables eléctricos de media/alta tensión, tanto aéreos como soterrados, o los que pasan pegados a las fachadas de los edificios a la altura de los primeros pisos. Si las líneas eléctricas no se apantallan con materiales de alta permeabilidad magnética (y casi nunca se hace debido a su elevado coste) o se alejan a una distancia prudencial de las viviendas, se corre el riesgo de estar expuestos a niveles de campos magnéticos elevados. Con el simple soterramiento de los cables del transporte y distribución eléctrica se pueden frenar los campos eléctricos, pero en ningún caso se consigue evitar los potencialmente peligrosos campos magnéticos.

Cualquier aparato o equipo doméstico que esté en funcionamiento (como el televisor, ordenador, vitrocerámica, secador, etc.) suele provocar campos elevados, que por su cercanía al usuario pueden atraer riesgos si la exposición es prolongada. Sin embargo, se pueden desenchufar para que sus efectos desaparezcan por completo.

Los efectos en la salud

La electrohipersensibilidad (también conocida como EHS por sus siglas) puede convertirse en el eslabón perdido que explique patologías tan dispares como la fatiga crónica, fibromialgia, enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer, depresión, alzheimer, enfermedades autoinmunes (lupus, artritis reumatoide, enfermedad de Chron, psoriasis, esclerosis múltiple), diabetes, candidiasis y muchos otros problemas recurrentes de salud para los cuales las personas no encuentran respuesta ni alivio permanente por parte de la medicina alopática.

Los estudiosos de la electrosensibilidad aseguran que personas que siempre han gozado de un buen estado de salud pueden llegar a enfermar por fuentes generadoras de campos electromagnéticos como aparatos eléctricos (incluso aquellos que consideramos inofensivos, como un radio-reloj, un reproductor de música, etc.) que se encuentren muy cerca de la cama. De igual forma, un niño que sufre de nerviosismo, insomnio y dolores de cabeza, es capaz de dormir y estar calmado después de corregir los problemas existentes con el cableado eléctrico de las paredes de su dormitorio.

Los efectos de las radiaciones son acumulativos y se pueden ver agravados si además tenemos nuestra cama situada encima de una corriente de agua subterránea, una falla geológica o un cruce de líneas de la red de Hartmann-Curry (anomalías en el campo magnético terrestre).

A veces tienen que pasar años hasta aparece alguno de los síntomas mencionados. En los casos antes citados, al alejar las fuentes que producían campos electromagnéticos, al corregir el cableado eléctrico que pasa entre las paredes o al cambiar de habitación, se devolvió la salud o se produjeron mejoras sustanciales en la salud. ¿Eran estas personas eléctricamente sensibles? Si las fuentes generadoras de radiación no hubieran sido identificadas y no se hubiera reducido su exposición, estas personas podrían haber llegado a desarrollar un síndrome de las radiofrecuencias más severo y permanente.

Existen varios grados de sensibilidad al electromagnetismo, del mismo modo que ocurre con la sensibilidad química. Aquellas formas susceptibles de ser revertidas, son formas suaves de hipersensibilidad eléctrica. Cuando se ha permanecido expuesto por largo tiempo, la persona se hace muy sensible a las frecuencias iniciales. Posteriormente y a medida que avanza el síndrome la persona se va haciendo hipersensible también a otras fuentes generadoras de campos electromagnéticos. El hecho de que se experimente sensibilidad a las radiofrecuencias, aunque sea sólo una vez, debería considerarse como una señal de aviso que nos manda el cuerpo de que podría existir cierto grado de susceptibilidad crónica.


Próxima entrega: Consejos y trucos para protegerse


Fuentes:

www.electrosensibilidad.es

Blog de Eva Caballé: http://nofun-eva.blogspot.com

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