Ley de los Fractales: el arte del mundo en acción


Las leyes del caos (V). La quinta ley nos anima a cultivar un sentimiento de solidaridad con toda la creación, encontrando las semejanzas que tienen nuestros cuerpos con la naturaleza. Somos al mismo tiempo el centro del universo y participantes periféricos en modelos inmensos.

Por Claudio Fabian Guevara

La Ley de los Fractales, quinta ley del caos, es una invitación a admirar el arte espontáneo de la naturaleza, los dibujos que forman la materia y todas las criaturas vivientes, y maravillarnos encontrando sus semejanzas entre sí y con nosotros mismos.

La estética fractal nos anima a encontrar las semejanzas que tienen nuestros cuerpos con el cosmos en lugar de concentrarnos en las diferencias. La ley cultiva un sentimiento de solidaridad con toda la creación, y nos anima a “sentirnos en casa dentro del universo”, explorando las ricas ambigüedades de las conexiones metafóricas entre nosotros y el mundo, en lugar de permanecer anclados en las abstracciones que nos separan de él.

La creatividad de la autosemejanza

Somos formas surgidas de la naturaleza. En las primeras semanas después de la concepción, un feto pasa sucesivamente por diferentes etapas en las que asume formas que recuerdan a un pescado, a los anfibios y a otros mamíferos, lo que le supone atravesar por una microhistoria de la evolución hasta que encuentra su propia forma y su propio rostro.

La Ley de los Fractales habla de cómo surgen estas formas, y las infinitas y variadas figuras que pueblan nuestro mundo.

Ley de los Fractales
Representación del Dios Jano.
¿Qué son los fractales?

Son modelos que vemos por todas partes. Las hojas de un árbol, cada rostro humano y los vasos capilares son fractales naturales. Son los modelos recurrentes e incesantes de la naturaleza, las formas repetitivas que crea la erosión del agua contra las rocas, las nubes en el cielo y el diseño único y efímero de un copo de nieve.

Fractal es el nombre científico de estos “dibujos”. El nombre fue acuñado por el matemático Benoit Mandelbrot, y tiene amplio uso en la teoría del caos para designar a las huellas, marcas y formas creadas por la acción de sistemas dinámicos caóticos. Su detallada complejidad se produce a partir de una regla matemática simple: cada dibujo es producido por la repetición de la misma operación, y el resultado del primer ciclo es el valor inicial del siguiente.

La autosemejanza

Esta regla, repetida una y otra vez, genera esos dibujos de indescriptible belleza y variaciones interminables, y que contienen una característica importante de los fractales: la autosemejanza. Si miramos detenidamente, ciertos patrones se repiten, a mayor y a menor escala.

Tres fractales, tres muestras de autosemejanzas: La foto A es un rayo, la B un árbol y la C, el sistema circulatorio humano en un dibujo antiguo.
Tres muestras de autosemejanza: La foto A es un rayo, la B un árbol y la C, el sistema circulatorio en un dibujo antiguo.

La autosemejanza es una característica de las formas de la naturaleza: un árbol produce formas autosemejantes en su tronco, que se bifurca en ramas y que se bifurca a su vez en ramitas más pequeñas. Cada ramita contiene hojas, que a su vez repiten el modelo dendrítico de las venas. En los fractales de la naturaleza, lo que es auto semejante se halla mezclado con lo que es diferente, de manera que se constituye en un desafío a la descripción. Como todo ser viviente, el árbol repite patrones autosemejantes que lo identifican como miembro de una especie, y a la vez tiene factores únicos y exclusivos que lo identifican como un individuo singular.

La autosemejanza es la que provoca que los hijos se parezcan a los padres, y que la mirada de los simios guarde similitudes con la mirada de los humanos, sus parientes biológicos más cercanos. La naturaleza crea variantes y formas diferentes a partir de la repetición creativa de patrones anteriormente existentes.

Autosemejanza: la mirada de los simios guarde similitudes con la mirada de los humanos, sus parientes biológicos más cercanos.
Autosemejanza: la mirada de los simios guarde similitudes con la mirada de los humanos, sus parientes biológicos más cercanos.
Una nueva estética

A través de la historia, el arte ha sido parte integral de la experiencia humana en el mundo. Las culturas agrarias e indígenas vivían rodeadas de objetos –enseres cotidianos, cuchillos, pieles de animales- adornadas con autosemejanzas de tipo metafórico. Esas culturas vivían más cerca de las resonancias caóticas de la naturaleza en las que se revela el espíritu de la vida, que nosotros en nuestras modernas ciudades donde imperan las mecánicas y estéticas rígidas de la sociedad industrial.

Pero hay excepciones. El arquitecto norteamericano Christopher Alexander ha estudiado ciudades que poseen lo que él llama “la cualidad sin nombre”. Son lugares donde florecen los fractales y el caos autoorganizado: donde la gente come y baila al aire libre; donde los adolescentes encuentran lugares seguros en el vecindario, lo suficientemente independientes de sus padres como para permanecer en él; lugares donde hay trabajo en común hecho por familias, con niños jugando y aprendiendo de él. Alexander ha descubierto que, allí donde las ciudades tienen esta “cualidad sin nombre”, no ha surgido de un plan maestro, sino de gente común que ha creado su arquitectura a partir de los modelos naturales de su entorno.

Cuando una ciudad o un edificio adquieren esa cualidad, pasan a formar parte de la naturaleza.

La quinta ley del caos nos llama a darnos cuenta de los modelos de la naturaleza para cambiar nuestra percepción del mundo. “Somos al mismo tiempo el centro del universo y participantes periféricos en modelos inmensos”. Prestar atención a los rasgos fractales de la realidad es una manera de ver el misterioso movimiento que crea el mundo y lo mantiene cohesionado.

La ley de los fractales nos sugiere la entrada en una nueva racionalidad que incluya no sólo capacidades analíticas y lógicas, sino también empatía estética con el mundo. Nuestra vieja forma de razonar, que consideraba el mundo como un objeto externo para ser diseccionado y controlado, ya no funciona.

“Al final descubrimos que la teoría del caos tiene mucho más que ver con el arte que con la ciencia”, dicen John Briggs y David Peat. “No es arte, pero apunta en la misma dirección. La dirección que encontramos en las consoladoras imágenes de la naturaleza, la dirección a la que apunta nuestro esfuerzo para contactar con ese secreto ingrediente del universo que llamamos espíritu”.

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