El reencantamiento del mundo


La ciencia moderna desautorizó la concepción medieval de un universo sagrado, donde todo tenía vida y el hombre era un elemento más bajo el designio de Dios. Tres siglos después, los saberes antiguos vuelven a escena, de la mano de un nuevo giro del conocimiento.

Por Claudio Fabian Guevara

La ciencia moderna no reconoce “mente” en los objetos que nos rodean, considerados inertes. La posición materialista supone la existencia de un “mundo allá afuera” independiente del pensamiento humano, que transcurre “aquí adentro”. Esta visión del universo estable una separación entre hombre y naturaleza, y relaciones mecánicas entre todas las partes. Es un modelo que consagró la supremacía del hombre -y su programa de control de la naturaleza- por sobre la Creación.

Esta idea del mundo apareció hace poco más de tres siglos, en la Europa moderna, cuando la congruencia entre ciencia y capitalismo alumbró la segunda revolución industrial de la historia. Para reinar, la ciencia moderna debió destronar a las antiguas concepciones del mundo medieval, cuando el hombre se consideraba un participante más en el cosmos, donde todo era sagrado y tenía vida, se movía en sintonía con los tiempos de la naturaleza y de Dios.

Este mundo fue progresivamente “desencantado”, “desendiosado” por la Revolución científica moderna, que acompasó el cosmos al tiempo lineal del reloj, redujo todas las relaciones dinámicas del universo a secuencias de causa y efecto, y entronizó la creencia en un mundo chato, mecánico y controlable.

Sin embargo, como en un vaivén de la historia, ahora el nuevo paradigma de la ciencia redescubre estos antiguos saberes. Hay patrones comunes entre la concepción pre-moderna del mundo, y los “nuevos” postulados del pensamiento transdisciplinario. Se trata de un nuevo modelo de conocimiento que, al mismo tiempo que recoge el salto de la revolución técnico-científica de la modernidad, incorpora antiguas categorías de interpretación del universo.

Aquí algunas nociones, desechadas como ingenuas por la ciencia moderna, ahora revalorizadas por el nuevo paradigma:

1. Dios en un mundo encantado

En el mundo medieval, la idea prevaleciente en el mundo era “animista”: las cosas tenían vida, el hombre formaba parte de un cosmos entendido como una “mente” universal. Imperaba el pensamiento mágico y había una conciencia unificada. En la edad media, el hombre le pedía permiso a la naturaleza para intervenir. Los ríos, las montañas y los valles tenían vida. El hombre era apenas un engranaje más en esta trama coordinada por Dios.

Pues bien: el concepto de “mente” y “dimensión psíquica de la naturaleza” y “Dios” aparece ahora en las formulaciones de teóricos como Gregory Bateson y Bounaventura do Santos. Parece haber un “proceso mental” en el movimiento de la evolución como un todo.

La conciencia participativa, la noción de la espiritualidad como conciencia de pertenecer a un todo, aparece en las reflexiones de Berman, Nicolescu, Morin y tantos otros.

Las fronteras entre lo vivo y lo inerte se disuelven según la biología. Los fenómenos naturales son descriptos como fenómenos sociales, mediante conceptos como revolución, crisis, antagonismos y liderazgos.

Sorpresa: El mundo a nuestro alrededor está vivo.

2. El reconocimiento de las semejanzas

Para el saber pre-moderno, el mundo es un vasto conjunto de correspondencias. Todas las cosas están relacionadas con las demás por relaciones de simpatía y antipatía (el hombre y la mujer, el agua y el aceite, el perro y el gato). Las cosas son semejantes y análogas al hombre: las rocas de la tierra son sus huesos, los ríos sus venas, los bosques su pelo. El mundo se refleja a sí mismo en una interminable red de semejanzas y diferencias.

Pues bien: para la estética fractal de la Teoría del Caos, hay semejanzas entre nuestros cuerpos y el cosmos. Somos formas surgidas de la naturaleza, una variación creativa de lo que nos rodea: la creatividad de la autosemejanza. En las primeras semanas después de la concepción, un feto pasa sucesivamente por diferentes etapas en las que asume formas que recuerdan a un pescado, a los anfibios y a otros mamíferos, lo que le supone atravesar por una microhistoria de la evolución hasta que encuentra su propia forma y su propio rostro.

Sorpresa: somos semejantes al resto de la creación.

3. La naturaleza, un libro mágico

La “doctrina de los símbolos” medieval sostenía que todas las hierbas, plantas y otros seres que surgen de las entrañas de la tierra son otros tantos libros y signos mágicos. Para esta perspectiva, los ojos son las ventanas del alma. Las estrellas llevan impreso el augurio del universo. El arte de la adivinación, tomada en su sentido literal, se refería a encontrar lo Divino, participar en la Mente que está detrás de las apariencias.

Las analogía de estos conceptos con las nuevas miradas transdisciplinarias son profundas. Basarab Nicolescu dice: “La naturaleza no es un libro muerto, listo para ser descifrado, sino un libro vivo, que se está escribiendo”. Gregory Bateson habla de “las historias que cuentan los árboles” y todo lo que nos rodea. Los últimos descubrimientos sobre el ADN que hizo el ruso Peter Garvajev lo describen como “un libro de la naturaleza” ya que su cadena de nucleótidas forma palabras y oraciones al igual que las lenguas humanas!

El ser humano es, pues, como el resto de la creación, un “discurso”.

4. El pensamiento paradójico

Carl Jung describió al lenguaje de la alquimia, el gran saber técnico del Medioevo, como un mapa del inconsciente humano. La alquimia seguía modelos de pensamiento “dialécticos”, similares a la estructura narrativa de los sueños. El paradigma alquímico sostiene que la realidad es paradójica, que las cosas y sus opuestos están relacionados, que el apego y la resistencia tienen la misma raíz.

La mirada transdisciplinaria de la ciencia se siente cómoda con estas nociones. Nos dice que las relaciones de amor – odio existen, que lo que nos atemoriza es probable que nos libere y que lo simple y lo complejo son reflejos lo uno de lo otro. Que la realidad es como el antiguo dios Jano, que era representado con dos caras inseparables mirando en direcciones opuestas.

Las formulaciones de la mecánica cuántica, al describir diferentes niveles de realidad, permiten pensar que una cosa puede ser y no ser al mismo tiempo.

Sorpresa: el mundo es una paradoja.


BIBLIOGRAFIA
Morris Berman, el “El reencantamiento del mundo”.
Basarab Nicoluescu, “Manifiesto de la Transdisciplinariedad”.
Briggs & Peat: “Las siete leyes del caos”.
Claudio F. Guevara. “ADN misterioso: el libro de la naturaleza”.

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