Compartir: la revolución de la mente


Es un principio práctico de la nueva humanidad emergente. Compartir produce beneficios emocionales, y como filosofía de vida de multitudes, conduce a una forma superior de inteligencia colectiva.

Compartir es un dilema en la cultura tradicional. “Comparte. Aprende a dar y a dejar de lado el egoísmo”, dice un saber milenario comúnmente aceptado. “No compartas tanto que te toman por tonto”, dicen el sentido común. “No compartas nada. Cada cual que se arregle sus problemas”, dice un eslogan conservador.

Compartir, sin embargo, se va convirtiendo en una máxima práctica y una filosofía de vida exitosa en la nueva humanidad emergente. Es la contracara de la sociedad del copyright, de la privatización del conocimiento y del orden cerrado de la sociedad industrial.

En la web 2.0, la gran red interactiva en la que se expanden las posibilidades de los usuarios de interactuar y colaborar creativamente, millones de personas comparten derechos creativos, tecnologías y conocimientos en forma voluntaria y gratuita a través de modalidades no comerciales: blogs y wikis de acceso libre, licencias públicas y Creative Commons (ver “¿Y los derechos de autor?), software de código abierto gratuito y otras. Millones encuentran que este sistema les retribuye, a la larga o a la corta su trabajo, ya sea a través de donaciones, de créditos o de bienes intangibles.

Esta filosofía del compartir produce también notorios beneficios emocionales, y adoptada por las modernas multitudes inteligentes, nos conduce a una forma superior de inteligencia colectiva, dicen sus mentores.

►La revolución del “sharismo”

Isaac Mao, un blogger y emprendedor chino, propone una “revolución de la mente” sobre nuestra tradicional idea de la práctica de compartir. Dice que el cerebro humano fomenta la idea de compartir por su propia naturaleza. Pero que las prácticas sociales de los últimos siglos han clausurado buena parte del hábito del compartir que llevábamos inscrito en nuestros genes. Mao sugiere recuperarlo para poner en una práctica una actitud socio-psicológica que busque transformar un mundo amplio y aislado en un Cerebro Social super-inteligente, usando las redes sociales y todos los dispositivos tecnológicos a nuestro alcance. A esta perspectiva denomina “sharismo”. 1

Compartir libre y voluntariamente nuestros conocimientos y nuestras creaciones es una forma adecuada para acumular riqueza, dice el blogger chino.

En este esquema, será clave compartir. Mao resalta que una red neuronal es un sistema abierto con la finalidad de compartir actividad e información, y que este modelo cerebral debería inspirarnos ideas y decisiones sobre las redes de colaboración humanas. Cuestiona que el modelo centrado en la “propiedad intelectual” privada tiene el defecto de mantener cerrada a la comunidad. Mucha de su “cultura” estará protegida, pero el resultado neto de toda la política será “la pérdida directa de muchas otras ideas valiosas, y la subsecuente pérdida de todas las ganancias potenciales que se derivan de compartir. Este conocimiento perdido es como un agujero negro en nuestra vida”.

“El proceso de formación de ideas no es lineal, sino que se parece a una avalancha de amplificaciones sucesivas a lo largo de la senda del pensamiento. Se mueve como una especie de bola de nieve creativa”.

Si fomentas el compartir, gestionarás una retroalimentación continua de felicidad, que a cambio te ayudará a generar más ideas todavía.

“Es una especie de efecto mariposa, en el que una pequeña cantidad de energía creativa acabará volviendo hacia ti para hacerte, a ti y al mundo, más creativo”.

Las decisiones que tenemos que tomar a diario tienen un componente bastante bajo de productividad creativa, porque hemos desactivado nuestras vías de intercambio. Por lo general, a la gente le gusta compartir lo que ha creado, pero en una cultura que les dice que protejan sus ideas, la gente empieza a creer en el peligro de compartir. Pero si somos capaces de animar a alguien a compartir, entonces “te darás cuenta de que casi todas las actividades que implican compartir van a generar resultados positivos. La felicidad que obtendrás de este modo es solo la recompensa más inmediata. Pero hay otras”, se entusiasma Mao.

►La creación colectiva

La rápida emergencia de las aplicaciones sociales que permiten comunicar y cooperar, dejando que la gente pueda intercambiar contenido de un servicio a otro, está dando la posibilidad a los usuarios de introducir mensajes, conocimientos y contenidos en un ecosistema interconectado.

Este caldero en ebullición permite pensar en diferentes maneras de dejar fluir la creatividad.

“Si así lo decides –doce Mao-, puedes permitir que los demás creen obras derivadas a partir de lo que compartes. Esta decisión puede dar lugar fácilmente a un efecto bola de nieve que resulte en más creaciones a lo largo de la senda de intercambio. Después de muchas rondas de desarrollo continuo, una gran obra creativa puede surgir de tu decisión de compartir. Por supuesto, tendrás el crédito que solicites, y merezcas. Y está bien si lo que buscas es una recompensa económica. En todo caso, lo que seguro que vas a conseguir es algo tan importante como esto: Felicidad”.

El sharismo pretende transformar el mundo en un cerebro social emergente: un híbrido interconectado de gente y software. Neuronas en red conectadas entre sí por las sinapsis del software social.

“Cuanto más colectiva sea nuestra inteligencia, más sabias serán nuestras acciones. El flujo de información entre mentes se hará más flexible y más productivo. Estas amplias redes colaborativas dedicadas a compartir darán lugar a un nuevo orden social – una revolución de la mente”.

 


Más información

Isaac Mao sintetizó sus ideas en un artículo titulado “Sharism: A Mind Revolution”.


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