Sistemas biológicos :: Cuando la estabilidad significa cambiar


La base de la estabilidad de un grupo es la libertad de sus miembros. Cuando los individuos se unen, emergen nuevas propiedades. La capacidad de cambiar mantiene vivos a los organismos. Claves para repensar nuestro papel en el mundo desde la fórmula de la vida.

Claudio Fabian Guevara

La libertad individual de sus miembros es la base de la estabilidad de un sistema. Y al mismo tiempo, la estabilidad de un sistema depende de la capacidad de sus miembros para cambiar.

Esta paradoja sobre los principios creativos que parecen regir a los sistemas vivos, es expuesta por Margaret J Wheatley y Myron Kellner-Rogers en  “A simpler way”. La obra es una crítica frontal a los sistemas mecanicistas altamente controlados que crean conductas robóticas, y sugiere en cambio que una filosofía que preserve la libertad de los individuos y la libre colaboración es más cercana a los principios de organización de la vida, y da mayores garantías de supervivencia.

“Las personas y las ideologías están enfrentados entre sí, creyendo que, para sobrevivir, tienen que destruir a la oposición”, dice Margaret J. Wheatley. Pero “si cambiamos nuestra forma de ver las cosas, las cosas que vemos pueden cambiar”.

¿Qué tienen para enseñarnos los sistemas biológicos?

Las autoras proponen dejar de preocuparse por el diseño de estructuras perfectas o de normas:

 “No existe un diseño ideal para nada, sólo combinaciones interesantes que surgen como un ser vivo que explora el espacio de posibilidades”.

Sugieren aprender de la manera en que la vida se crea a sí misma, para gestionar nuestras vidas de forma menos rígida, y cultivar relaciones más abiertas y creativas.

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►La danza de la vida

Wheatley y Kellner-Rogers describen la vida como una experiencia palpitante, construída colaborativamente en redes, en una densa y dinámica danza de relaciones entre individuos y sistemas, donde el cambio es una constante.

Señalan una primera paradoja: la estabilidad de cada sistema depende de la capacidad de sus miembros para cambiar. Y cuando un sistema detiene su oferta de nuevas ideas, entonces el sistema se vuelve moribundo. Sin un cambio constante, el sistema se hunde en la muerte del equilibrio y ya no participa en la co-evolución.

Una segunda paradoja dice que la estabilidad de los sistemas se encuentra en la libertad individual de sus miembros, no en la conformidad y el cumplimiento de ciertas reglas. Podemos pensar que la supervivencia de nuestra organización se garantiza mediante la búsqueda de la forma correcta e insistiendo en que todas las personas se ajusten a ella. Pero la fórmula “lo mismo para cada uno” no es un equivalente de estabilidad: lo que crea sistemas estables es es la libertad individual.

Un tercer aspecto importante es que cuando los individuos se unen, crean nuevos sistemas con propiedades que “emergen” de repente y misteriosamente. La “emergencia” es la sorprendente capacidad que descubrimos cuando hacemos algo juntos. Las nuevas propiedades que “emergerán” de la unión no se pueden predecir. No importa cuánto sepamos acerca de los individuos, nunca tendremos la capacidad de predecir cómo se comportará cada uno dentro de un sistema. Una vez que los individuos se vinculan, se convierten en algo diferente.

►Los siete principios

La vida combina todos estos elementos y se autodespliega siguiendo estos siete principios:

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• Todo está en un constante proceso de descubrimiento y creación. Todo está cambiando todo el tiempo: personas, sistemas, entornos, normas, los procesos de evolución. Incluso el cambio se cambia a sí mismo. Cada organismo reinterpreta las normas, crea excepciones por sí mismo, crea nuevas reglas.

• La vida utiliza el desorden para obtener soluciones bien ordenadas. La vida no parece compartir nuestros deseos de eficiencia o pulcritud. Utiliza redundancia, borrosidad, ensayos y errores sin fin hasta encontrar lo que funciona.

• La vida es la intención de encontrar lo que funciona, no lo que es ‘correcto’. Lo importante es la capacidad de encontrar soluciones, y cualquier solución es solo temporal. No hay respuestas permanentemente “correctas”. La capacidad de seguir cambiando hasta encontrar lo que funciona ahora, es lo que conserva a los organismos vivos.

• La vida crea posibilidades mientras se involucra con oportunidades. Las posibilidades de engendrar más posibilidades son infinitas.

• La vida es atraída por el orden. Experimenta hasta que descubre cómo formar un sistema que pueda contener a diversos miembros. Los individuos buscan dentro de una amplia gama de relaciones posibles si pueden organizarse dentro de un sistema de vida sustentable. Las exploraciones continúan hasta que se descubre un sistema.

• Cada organización es una identidad en movimiento. La vida se organiza alrededor de la identidad. Cada ser vivo actúa para desarrollar y preservar su identidad, que es el filtro que cada organismo o sistema utiliza para dar sentido al mundo. Todo es son interpretado a través de un sentido de sí mismo. Esta tendencia hacia la auto-creación es tan fuerte que crea otra paradoja: un organismo va a cambiar con tal de mantener su identidad.

• Todo participa en la creación y la evolución de sus vecinos. Ningún sistema dicta las condiciones a otro. Todos participan juntos en la creación de las condiciones de su interdependencia.


La identidad, el centro de nuestra percepción

Percibimos el mundo sobre la base de nuestra identidad. A cada momento, la mayor influencia sobre lo que vemos proviene de aquello que hemos decidido ser. Al menos el 80 por ciento de la información del cerebro trabaja con información que ya está en el cerebro. Por lo tanto, solo nos animaremos a cambiar de opinión, o cambiarnos a nosotros mismos, si creemos que el cambio va a preservar nuestra identidad.


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