Microondas (II) :: La polución invisible


Con la multiplicación de los sistemas inalámbricos, estamos siendo bombardeados día y noche por una cantidad de microondas diez millones de veces más fuerte que el entorno natural.

Una nueva categoría de enfermos empieza a poblar silenciosamente el planeta: los electrosensibles. Son millones de personas que sufren de dolores corporales, depresión, dificultad para concentrarse y muchos otros síntomas, debido a la polución electromagnética que proviene de millones de antenas sobre toda la superficie del globo.

La situación ha empeorado a partir de la aparición de la nueva generación de teléfonos móviles en 1997, y con la multiplicación de los sistemas inalámbricos en hogares, lugares de trabajo y vía pública.

Las antenas de telefonía, la mayoría de los sistemas Wi-Fi y algunos teléfonos sin cables irradian exactamente a la misma frecuencia que un horno a microondas. Un teléfono móvil que está encendido, aunque no esté en uso, también está irradiando. También el Internet inalámbrico, los teléfonos portátiles y sus bases, y todos los demás dispositivos inalámbricos.

Estamos siendo bombardeados, día y noche, ya sea que utilicemos un teléfono celular o no, por una cantidad de radiación de microondas que es diez millones de veces más fuerte que el entorno promedio natural. Mucha de la radiación es debida a tecnología que se ha estado desarrollando desde la década del 70, cuyos efectos se intensificaron en las últimas décadas.

Los peligros del celular

Los teléfonos celulares son un ejemplo cotidiano que produce especial preocupación. Si se coloca uno en la oreja estará dañando su cerebro de diferentes maneras: por el calentamiento cerebral, y por el daño a la barrera hematoencefálica que protege al cerebro. La llamada barrera hematoencefálica es como una patrulla fronteriza que permite que pasen solo los nutrientes de la sangre al cerebro, pero mantiene alejadas las sustancias tóxicas. La albúmina es una proteína que es un componente normal de la sangre pero que normalmente no cruza la barrera hematoencefálica que protege el cerebro. Sin embargo, las radiaciones de microondas, en dosis iguales a las emisiones de los teléfonos celulares, provocan que se encuentre albúmina en el tejido cerebral. Una simple exposición a un teléfono celular común durante dos minutos hace que la albúmina pase al cerebro. Una exposición de dos horas daña la barrera sanguínea cerebral. Reducir el nivel de exposición, por utilizar un “manos libres”, mover un teléfono celular más lejos de su cuerpo, o estando cerca del teléfono de otra persona, no cambia apreciablemente los resultados.

Allan Frey de Estados Unidos, durante años 70, fue el primero en demostrar que la radiación de microondas de bajo nivel daña la barrera hematoencefálica. Consecuencias: ninguna mujer embarazada debería utilizar un teléfono móvil. El Dr. Salford es bastante claro en su trabajo. Él ha denominado al uso de teléfonos celulares “el experimento biológico más grande jamás realizado.” Y ha advertido públicamente que toda una generación de adolescentes usuarios de teléfonos celulares puede sufrir déficit mental o enfermedad de Alzheimer a una edad temprana.

Electrosensibles

Pero las radiaciones no provienen sólo de los teléfonos celulares: están por todas partes. La literatura que muestra los efectos biológicos de las microondas es realmente enorme, de decenas de miles de documentos. Es increíble que los representantes de la industria afirmen que la tecnología inalámbrica es segura o que no hay evidencia de daños.

Con la polución electromagnética, las enfermedades han aumentado significativamente en las últimas dos décadas, y hay buenas razones para relacionarlo con el masivo aumento de la radiación en nuestro entorno: el asma, desórdenes del sueño, desórdenes de ansiedad, trastornos de déficit de atención, autismo, esclerosis múltiple, ALS, enfermedad de Alzheimer, epilepsia, fibromialgia, síndrome de fatiga, cataratas, hipotiroidismo, diabetes, melanoma maligno, cáncer testicular, y ataques cardiacos e infartos en gente joven.

De la lista anterior se ha omitido a una enfermedad nueva: la que sufren los “electrosensibles”. Apareció en los años 50 y 60, en un grupo de trabajadores que construyeron, inspeccionaron y repararon equipos de radar, calentadores y selladores industriales de microondas. Fue negada en Occidente, pero los soviéticos la estudiaron de manera muy amplia, y la denominaron enfermedad de las radiofrecuencias (electrosensibilidad).

Hoy, con la proliferación en masa de antenas, torres de radio y transmisores personales, la enfermedad se ha expandido como una plaga en la población en general. Se estima que puede llegar a abarcar hasta un tercio de la población, pero raramente se lo reconoce hasta que ha discapacitado tanto a una persona que ya no puede participar más en sociedad. Alguno de sus síntomas comunes: insomnio, vértigo, náusea, dolores de cabeza, fatiga, pérdida de memoria, incapacidad para concentrarse, depresión, malestar en el pecho, zumbidos en los oídos.

Lo que hace esta enfermedad que sea tan difícil de aceptar, e incluso más difícil de manejar, es que ningún tratamiento probablemente tenga éxito a menos que uno pueda también evitar la exposición a su causa- y su causa ahora está en todas partes.

La mayor diferencia entre las antenas de telefonía de hoy y las antenas de radio del pasado no es su seguridad sino su número. Desde 1978, cuando la Environmental Protection Agency (Departamente de Protección del Medio Ambiente) revisó por última vez el entorno de radiofrecuencia en los Estados Unidos, la exposición promedia del habitante urbano a las ondas de radio ha aumentado 1000 veces. Mucho de este incremento ocurrió solamente en los últimos nueve años.

En el mismo periodo de tiempo, la polución de las ondas de la radio se ha esparcido desde las ciudades al resto como una niebla omnipresente sobre todo el planeta. Las vastas consecuencias de todo esto han sido ignoradas.


Para saber más

Esta artículo sintetiza datos expuestos en “Salud y Antenas Móviles – El experimento biológico más grande de la historia”, por Arthur Firstenberg. Este artículo se halla en el tomo 10, num.1, Pág. 1 y 6 del Boletín de Planetary Assocition for Clean Energy. 100. Publicado en español por ASOCIACIÓN VALLISOLETANA DE AFECTAD@S POR LAS ANTENAS DE TELEFONÍA – AVAATE. http://www.avaate.org


¿Y las antenas de radio y TV?

Si los teléfonos móviles y las antenas son realmente mortales, ¿son seguras las torres de radio-televisión con las que hemos estado viviendo durante un siglo? En 2002 Örjan Hallberg y Olle Johansson examinó un aspecto de esa pregunta. Encontraron en los Estados Unidos, Suecia y varios otros países, que las tasas de mortalidad por melanoma de piel y cáncer de vejiga, próstata, colon, mama y pulmones seguían estrechamente al nivel de exposición pública a ondas de radio durante los últimos 100 años. Cuando la transmisión de radio aumentó en una localidad determinada, también lo hicieron algunas formas de cáncer; cuando disminuyeron, también lo hicieron esas formas de cáncer. Y, un descubrimiento sensacional: país por país – y región por región en Suecia, hallaron, estadísticamente, que la exposición a ondas de radio ¡parece ser un factor tan importante en causar cáncer de pulmón como fumar tabaco!


Investigaciones y estadísticas

Una investigación de 1998 por el California Department of Health Services indicó que en ese momento 120.000 californianos  no podían trabajar debido a la polución electromagnética. Los porcentajes de los así llamados electrosensibles están aumentando en casi todos los países del mundo, marginados, estigmatizados e ignorados. Con el nivel de radiación en todos lados actualmente, nunca se recuperan.

Un neurocientífico en el famoso Karolinska Institute en Estocolmo, Dr. Johansson dirige un equipo de investigación que está documentando un empeoramiento permanente y significativo de la salud pública desde que la segunda generación de teléfonos celulares de 1800 MHz se presentaron en Suecia a fines de 1997. Después de una larga década de descenso, el número de trabajadores suecos enfermos comenzó a aumentar a fines de 1997 y se ha más que duplicado durante los siguientes cinco.

Durante el mismo periodo de tiempo, las ventas de drogas antidepresivas también se duplicaron. El número de accidentes de tráfico, después de disminuir durante años, comenzó a aumentar de nuevo en 1997. El número de muertes de la enfermedad de Alzheimer, después de disminuir durante algunos años, aumentó bruscamente en 1999 y casi se ha duplicado para 2001.

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