La crisis planetaria y las alternativas: regresando a la Madre Tierra


“He llegado a creer que el mundo entero es un enigma, un enigma inofensivo que se hace terrible por nuestro enloquecido intento de interpretarlo como si contuviese una verdad subyacente”. Umberto Eco

 

 

 

¿Qué podría suceder si forjáramos intencionalmente  nuestras soluciones sociales bajo el fuego de un caos creativo?

John Briggs y F. David Peat

 

 

 

 

 

 

 


Por Aldo Segura y Enrique Vargas Madrazo

 

 

 

 

 


A LA TIERRA

 

HIMNO ÓRFICO

¡Oh, madre Tierra, origen de dioses y hombres!

Dotada de fértil, inagotable poderío, amparas

todo cuanto vive, concretadora, cuyos poderes

reproductores dan con abundancia hermosos

frutos y flores, y numerosas doncellas, fuerte

cimiento de tu mundo inmortal, eterno, bendito,

coronado por todas las gracias, y de cuya vasta

matriz brotan, a semejanza de una raíz perenne,

multiformes, sazonados, los graciosos retoños.

De tu profundo seno surgidos, regálanos con

verdes prados el grato olor, y con fecundantes

lluvias.

¡Oh, multifloreciente Daimon, centro del mundo!

En torno a tu órbita, las hermosas estrellas salen

impelidas con divino, sempiterno, veloz movimiento

y cuyos cuerpos brillantes, con arte y sabiduría

distanciados.

Aproxímate, Diosa venerada, y escucha mi plegaria.

Que tu constante protección incremente los frutos,

que sigamos de cerca el fecundo cortejo de tus

estaciones y escucha, con disposición benevolente,

a los que te invocan.

 


1. La creación, la vida y nuestra crisis

 

¿Cómo surgió la vida sobre la Tierra?

¿Es la vida un mero accidente producto del azar, o por el contrario, constituye un fenómeno frecuente en el Cosmos fruto de la necesidad?

¿Es entonces la creación la ruptura de un gran huevo cósmico, surgido después de la explosión de masas vagabundas?

¿O es la iniciática labor de los microorganismos?

¿Este esta vida la voz del núcleo atizando los volcanes, o bien la necesidad inmediata del mar por convertirse en agua dulce?

¿Cuál es esa pauta que conecta a toda esta surgencia vital?

Si un astrónomo extraterrestre con un  modesto telescopio observara desde una estrella, desde alguna esquina de la galaxia, la Tierra sería una mancha, un débil punto azul detrás de nuestro llameante Sol.

¿Podría haber allí alguna especie de insinuación de vida?

Mientras que nuestros vecinos Venus y Marte reflejan bastante luz, nuestro planeta lo hace de manera tenue. La Tierra brilla y se oscurece paulatinamente, debido a que los océanos, desiertos, bosques y nubes  reflejan la luz de maneras diferentes. Las variaciones, son tan fuertes y distintivas, que permiten observar desde el espacio las diferentes tonalidades (azul, marrón, etcétera) de nuestro planeta. La misma composición del aire de la Tierra proclama la innegable existencia de vida. La atmósfera terrestre contiene una gran cantidad de oxigeno libre, que es un elemento químico muy activo. El hecho de que se encuentre libre en esas cantidades en la atmósfera, significa que tiene que haber algo que lo esté reponiendo constantemente. Si esto no fuera así, hace mucho tiempo que el oxígeno atmosférico habría reaccionado con otros elementos, como puede ser el hierro de la superficie terrestre, y habría desaparecido. Por lo tanto, el astrónomo extraterrestre,  habría comprendido de inmediato que ese “algo” que repone el oxígeno, que mantiene el contraste de colores,  sólo podía ser una cosa: Gaia[1]. Nombre utilizado por James Lovelock  (1979) para nombrar su hipótesis, según la cual; toda la vida en la tierra puede ser considerada como un único organismo a escala planetaria en el que todas sus partes interaccionan y tienen la capacidad de mantener su entorno de manera que sea posible la continuidad de su propia existencia.

Estimulado por su hipótesis y por su experiencia obtenida, al participar como miembro del equipo de la NASA encargado de investigar la existencia de vida en Marte; Lovelock (1988) empezó a buscar evidencias que le dieran sustento a su hipótesis. Como resultado de su investigación, encontró en una gran variedad de ecosistemas procesos que ejemplificaban y respaldaban su teoría. Entre los ejemplos más representativos están: el sutil equilibrio gaseoso que se establece en la atmósfera terrestre, en donde gases tan inestables y reactivos (en forma aislada) como son el metano, nitrógeno, hidrogeno y oxigeno conviven  de manera estable, a pesar de estar interactuando permanentemente.  Del mismo modo, observó (a pesar del calentamiento del planeta), que la temperatura global de Gaia se ha mantenido dentro un margen relativamente constante durante mil millones de años o más. Otro ejemplo que le resultó ser más interesante, fue el equilibrio salino que se presenta en el mar. Considerando, bajo la perspectiva científico-reduccionista, el aporte salino que reciben las mareas y océanos (aporte proveniente de las erupciones submarinas, la evaporación, el arrastre de la lluvia y los ríos), estos deberían de ser cada vez más salados de lo que son, convirtiéndose en mare puertos. Por el contrario, la concentración salina en estos ha permanecido constante durante  más de 80 millones de años, evitándose así cualquier comportamiento extremoso, lo que resultaría desastroso para las plantas y animales marinos que viven en ellos. Por lo tanto, algo debe actuar para eliminar el exceso de sal en el mar. El  proceso mediante el cual los océanos se liberan del exceso de sal y mantienen su concentración salina, está relacionado con la formación de  minas de sal. Estas se producen cuando el sol evapora el agua contenida en brazos poco profundos y aislados del mar, dando como resultado la  formación de lechos salinos que son recubiertos por polvo y arcilla. Esta mezcla favorece  la generación de una especie de roca impenetrable de sal en estado fósil, la cual permanece encapsulada y por lo tanto no se redisuelve. Posteriormente, cuando los seres vivos la extraen para satisfacer sus necesidades,  el mar vuelve para recuperar el terreno que le pertenece (Lovelock, 1988).

Como podemos percatarnos, Gaia a través de estos procesos no sólo se adapta a los cambios, sino que incluso hace los propios alterando su medio ambiente siempre que sea necesario para conservar su integridad. Teniendo en cuenta esto; es factible considerar a Gaia como un sistema autopoiético[2]. Es decir, un sistema que genera dinámicas enfocadas a crearse y conservarse a sí mismo momento a momento (Maturana y Varela, 1973). De la misma manera, no resultaría difícil considerar una nación o una tribu como un organismo o sistema formado por sus personas y el territorio que ocupan. ¿Pero qué podemos decir acerca de las grandes entidades como los ecosistemas y Gaia? Fue necesario para la sociedad moderna ver la Tierra desde el espacio, directamente a través de los ojos de los astronautas o indirectamente mediante los medios de comunicación, para experimentar la sensación de un planeta realmente vivo en el que los seres vivos, el aire, el océano y las rocas se combinan en una sola entidad como GAIA.

Consecuentemente, consideramos que un paso importante en nuestro conocimiento consiste en darse cuenta de la importancia de la unicidad presente en los seres vivos. Estamos compuestos de una serie de órganos y tejidos. Los mismos órganos están constituidos por miles de millones de células vivas, cada una de las cuales también puede vivir de forma independiente, estando a su vez formadas por miles de millones de moléculas.

¿Pero en dónde y en qué radica la diferencia en los distintos niveles de organización de los seres vivos?

Veamos. A nivel de núcleos atómicos, todos los constituyentes de este planeta seriamos rigurosamente idénticos. En el siguiente escalón, a nivel atómico, podríamos ya percibir algunas diferencias, pero estas son todavía reducidas. Pasemos al siguiente nivel, el de las moléculas, ahora las diferencias son mucho más marcadas. Pero  en el siguiente nivel de organización, el de las macromoléculas, existe un abismo tanto estructural como funcional y que es el que marca la diferencia entre lo inerte y lo viviente.

Este  ejemplo nos permite entender cual es esa pauta que conecta materia, energía e información, esa fuerza organizadora que sutilmente nos interconecta con el universo y que  hace la diferencia entre lo inerte y lo viviente. Nos referimos a la complejidad; necesitamos solamente de ver cuidadosamente a una criatura con vida para tener una idea de su complejidad tan enorme. Si usted tiene un animal doméstico, considere las complejidades que deben estar involucradas para permitirle a ese “paquete de materia” moverse, jugar, recordar, mostrar afección, comer y reproducirse. Si eso no es suficiente para pasmar su mente, imagínese si alguien le da la tarea de construir un animal doméstico con carbón, calcio, hidrogeno, oxígeno, etcétera, es decir, los “elementos básicos” que constituyen al animal. Si usted alguna vez ha tenido un animal doméstico en sus manos, completamente flojo y sin vida, usted puede tener cierta comprensión de la impotencia que aun el más inteligente y sofisticado científico enfrenta con el problema abrumador de tratar de crear vida. Aún con todo el conocimiento acumulado por el ser humano moderno, los instrumentos avanzados y la experiencia, estamos abrumados por la complejidad de la  vida y la organización. Todos los seres vivos son extremadamente complejos. Incluso el organismo más simple  puede sostener vida independiente, obviamente dentro de un contexto vital. Así podemos percibir como una bacteria es una obra maestra de complejidad, tan pequeña que hace parecer a una nave espacial como algo de “baja tecnología”.

Tanto en la física y la biología se ha intentado rastrear nuestro origen cada vez más lejos en el tiempo y el espacio. Nuestra historia ancestral pre-humana se unifica en el principio con todo lo que existe registrado por nuestra ciencia, y así, nos hemos re-conocido como extensiones del primer momento de creación del universo. Nos sorprendemos al vernos formados por los mismos elementos de toda la creación, viajando en la extraña dirección en la que todo se separa y dispersa a partir de una explosión inimaginable: el “Big Bang”. Sabemos muy bien que somos animales de la clase de los mamíferos, del orden de los primates, de la familia de los homínidos, del género Homo, de la especie sapiens. Que nuestro cuerpo está constituido por treinta mil millones de células, el cual se formó en el transcurso de una evolución natural a lo largo de 2 a 3 millones de años; que el cerebro con el cual pensamos, la boca con la cual hablamos, la mano con la cual escribimos, son órganos biológicos.

Ahora bien, en  muchos sentidos prácticos y sobre todo en relación a la complejidad de los procesos planetarios y ecológicos, este saber es tan inoperante como el que nos informa que nuestro organismo está constituido por combinaciones de carbono, de hidrógeno, de oxigeno y de nitrógeno. Desde Darwin admitimos que somos hijos de primates, pero no que nosotros mismos seamos primates. Estamos convencidos de que, una vez descendidos de los  árboles donde vivían nuestros antepasados, nos hemos alejado para siempre de ellos, y de que hemos construido, al margen de la naturaleza, el reino independiente de la cultura. Pareciera que nuestro destino es distinto en relación al de los demás animales, primates incluidos, a quienes hemos domesticado, reducido, rechazado, puesto entre rejas o en reserva. Nosotros hemos edificado ciudades de piedra y acero, inventado máquinas, creado poemas y sinfonías, navegado por el espacio. A la luz de todo esto ¿cómo no creer que, aunque salidos de la naturaleza, no seamos, a pesar de ello, extranaturales y sobrenaturales? Superiores… Desde Descartes pensamos contra natura, seguros de que nuestra misión consiste en dominarla, someterla y conquistarla (Capra, 2000).

De un evento improbable, surgió una cascada de elementos en interacción que constituyen nuestro más remoto rastro. Somos descendientes de las partículas y energías, de los átomos y moléculas, de las células y los parpadeos vitales más antiguos. Según Edgar Morin (1981), estamos aquí en trance de desarrollo desde la aparición del primer ser unicelular capaz de auto-conocerse y distinguirse del entorno. Allí donde empezaron estos intercambios de una unidad auto-referida (la primera unidad vital) con su medio, apareció por primera vez el anuncio de la autonomía de los seres vivientes, de la identidad subjetiva y de la auto-organización reproductiva. Nuestras características “superiores” no nacieron con nosotros, sino con nuestros tatarabuelos menos humanos. A partir de los animales más simples, una cadena de organización se desplegó desde entonces, diciéndole si o no a los elementos circundantes. Una especie de saber inmunológico y auto-protector defiende, delimita y presenta a cada ser vivo ante y con el mundo, confirmándolo en su ser singular y fundando las condiciones de la autonomía que devendrá finalmente en la forma más acabada de un sujeto. Cerrando y abriendo la unidad vital básica o ampliada, incorporando y expulsando partes del medio, reaccionando a las provocaciones y ajustándose a los cambios de la circunstancia, modificándose para ponerse en proporción de dar respuesta a las cambios exteriores, reponiendo sus partes gastadas y rehaciendo sus volúmenes y funciones. Así la vida se ha defendido y crecido, se ha multiplicado y diversificado. La evolución plural y múltiple dejó un espacio para nuestra aparición y sobrevivencia, acompañándonos de un medio propicio a nuestro necesitar. Somos hijos de la tierra y ella es nuestro permiso y condición para vivir. Estamos hechos del todo universal y ese todo nos tiene, a nuestro entender de seres humanos, como sus únicos testigos. Podemos entonces habitar al mundo y al universo tal como lo concebimos, de tal forma que cada vez que descubrimos algo o damos cuenta de un rincón de sus extensiones, configuramos nuestra unidad y seguimos co-construyendo a nuestro Mundo. Si reflexionamos y abrimos nuestro entendimiento podemos entonces percibir nuestra alianza original, nuestra dimensión antropo-bio-fisica, nuestra filiación mutua (Morin, 1994).

Las ciencias particulares, con su compartimentación, nos han impedido ver la comunidad unitaria de lo diverso: el árbol genealógico que nos funda y antecede, nos rodea y sostiene (Morin, 1994). De tal manera que el ser humano se desprendió inexorablemente de los simios superiores, fue descubriendo y dominando paulatinamente las fuerzas elementales de la naturaleza, dando como resultado una especie que no sólo era capaz de reproducir y “mejorar” su medio ambiente, sino también capaz ejercer un dominio biosférico como ninguna otra especie sobre el planeta, capaz de degradarlo y de autodestruirse. Bajo estas creencias comenzamos a percibir que nuestra necesidad de luchar por la supervivencia había terminado.

Como sabemos, lo demás es historia. En adelante los seres humanos nos hemos convertido en los principales predadores desconectados del planeta y generadores de los procesos de degradación de nuestra civilización. En tal sentido, la civilización occidental que nos prometía el bienestar, seguridad, etcétera, es la causante de una serie de malestares yen términos generales de lo que podemos percibir como la crisis Planetaria. Estos asuntos hasta ahora han sido considerados como subsidiarios o efectos menores del desarrollo de Occidente. Pero durante los pasados treinta años han comenzado a ser vistos desde una óptica local-planetaria como los grandes problemas de nuestro tiempo.

La  creciente degradación planetaria, cuyos signos aparecen con mayor fuerza día con día, a dado lugar al surgimiento de diversas vertientes y propuestas alternativas, alter-mundistas, las cuales comienzan a dar respuesta a esta cuestión. La postura apocalíptica-catastrófica culpa del problema al capitalismo, la postura antagónica argumenta que no está claro que en antaño no existieran estos problemas y ahora surgen porque se ha puesto interés en ello; quizás lo más interesante actualmente es que la discusión sobre la crisis planetaria le interesa y preocupa ya a una proporción considerable de los seres humanos, desde la persona de la calle, hasta los especialistas y aún a algunos grandes empresarios.

Una forma de comprobar o percibir dicha crisis tal vez sea, simplemente observando en nuestro entorno los cambios profundos en el medio que nos rodea; pudiéndonos percatar entre otras cosas, del  gran desequilibrio ecológico, del evidente cambio del clima. Nos estamos transformando de sociedades industrializadas que surgieron de la primera revolución industrial, hacia una sociedad interconectada en que la información es la base del sistema social, cultural y económico. Todo este proceso nos está llevando a pasos acelerados hacia la globalización de la crisis.

El camino en esta etapa evolutiva no es suave y está lleno de sorpresas. Millones  de personas no tienen trabajo; cientos de millones son explotados violentamente y recibiendo por bajos salarios; millones son empujados al desamparo y la pobreza.  La brecha entre naciones ricas y pobres, y entre personas pudientes y miserables dentro de las naciones es grande y creciente. El debate convencional lamenta el destino de los pobres y la incapacidad de asignar recursos suficientes para atacar los síntomas de la privación, mientras que persiste la abundancia de estas mismas sociedades. En contraste, nos enfocamos en la acumulación de riqueza sin precedentes, de una riqueza que ha polarizado a la sociedad y propagado la pobreza. La reorganización del control y de la utilización del espacio y los recursos, engendrada por la intensificación de la producción rural, está violando los principios básicos de la naturaleza y amenazando la viabilidad de las comunidades rurales. Los pobres no saquean la tierra debido a su insensible desperdicio de recursos, sino por la falta de oportunidades para conservar sus sabidurías y formas de vida sostenibles. La disparidad en los sistemas sociales y productivos prevalecientes en toda Latinoamérica está conduciendo al desastre. Con el creciente desempleo y la discriminación contra los productores rurales de pequeña escala, la degradación ambiental está procediendo aceleradamente. Visto desde esta perspectiva, el sistema mundial está incrementando la polarización entre pobreza y riqueza entre naciones, regiones, comunidades e individuos (George, 2002).

Ahora, un grupo pequeño de naciones domina la estructura global de poder, guía la producción y determina quién puede “progresar”. Siendo que a su vez dicho “progreso” es tan sólo una salida hacia otra crisis aún peor que es la del agotamiento de la riqueza de Gaia, de las propias condiciones materiales y energéticas de la auto-autoorganización de nuestra Madre-Tierra. Las economías y los países “compiten” entre ellas para seducir a los poderes corporativos y financieros para que inviertan dentro de sus fronteras. De manera similar, muchas comunidades se pelean entre sí, sacrificando el bienestar de su población y la calidad de su propia infraestructura, ofreciendo diversos subsidios para atraer las inversiones privadas a sus regiones. Como cada vez se hace más evidente, esta dinámica no conduce a la promoción una sociedad sostenible.

Las regiones incapaces de atraer la inversión sufren el innoble destino de los perdedores en la permanente olimpíada económica, condenándose al olvido en el escenario mundial. En su lucha por sobrevivir dentro del mercado global, muchas de las poblaciones rurales del mundo están condenadas a la marginalidad y a la pobreza permanente. En palabras de Ivan Illich (1974), “existe una contradicción inherente al hecho de querer alcanzar, al mismo tiempo, un estado social basado en la noción de EQUIDAD y un nivel cada vez más elevado de crecimiento industrial”. “¿Dime a qué velocidad te mueves y te diré quién eres? “Si no puedes contar más que con tus propios pies para desplazarte, eres un marginado, porqué desde años atrás, el vehículo se ha convertido en signo de selección social y en condición para la participación en la vida nacional. Por demás que la propia existencia del vehículo motorizado margina y exilia de las “vías de comunicación” a cualquier otro medio de transporte, sea este animal, de transeúnte o de transportes tradicional, tal como carretas o bicicletas. “Donde quiera que la industria del transporte ha hecho franquear a sus pasajeros una barrera crítica de velocidad, inevitablemente establece nuevos privilegios para la minoría y agobia a la mayoría…” (Illich 1974).

La  pérdida irreversible de una parte creciente de la diversidad biológica de la tierra, la alteración del clima debido al calentamiento de la atmósfera, la escasez creciente de agua potable, la contaminación del agua, la tierra y el aire; la destrucción de la capa protectora de ozono.

El problema del desarrollo, de la ecología, de la población y los muchos problemas de energía y materias primas no serán superados meramente firmando tratados políticamente suavizados sobre comercio mundial, calentamiento global, diversidad biológica y desarrollo sustentable.

A  continuación trataremos de describir la compleja red  de interrelaciones que surgen de estos y con otros problemas.

2. Crisis Ambiental

“A medida que nuestro mundo se desliza más velozmente hacia el abismo, nos mostramos cada vez menos dispuestos a identificar el origen del problema. Lo que hacemos en cambio, es envolvernos más estrechamente en nuestro atuendo tecnológico y defenderlo contra toda crítica, incapaces de reconocer lo que está haciéndole al medio ambiente en que vivimos y más incapaces todavía de reconocer lo que nos está haciendo a nosotros mismos. Seguimos aferrándonos a la ilusión de que estamos bien abrigados y protegidos, aún cuando nos hallamos más desnudos y amenazados por los fragmentos desordenados de un mundo de nuestra propia creación”.

Jeremy Rifkin – Entropía.

Hacia un mundo invernadero

2.1 La  Deforestación

La deforestación de los bosques  no es un fenómeno particular de América Latina. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, 1993), la superficie de bosques tropicales talados todos los años en la región durante el decenio de 1980 fue de alrededor de 7,4 millones de hectáreas, casi igual a la superficie deforestada todos los años en Asia y África combinadas. Dentro de la región América Latina, la mayor parte de la deforestación (más del 85%) tiene lugar en la cuenca amazónica. Sin embargo, las tasas más altas de deforestación se registran en México y en Centroamérica, donde quedan relativamente pocos bosques primarios.

Tasas de deforestación en América Latina (FAO, 1993)

Región Número de países Superficie de tierra (millones de Has) Cubierta forestal en 1980 (millones de Has) Cubierta forestal en 1990 (millones de Has) Deforestación anual entre 1981 y 1990 (millones de Has) Deforestación anual (%)
Centroamérica y México 7 239,6 79,2 68,1 1,1 1,5
Caribe 19 69,0 48,3 47,1 0,1 0,3
Sudamérica Tropical 7 1.341,6 864,6 802,9 6,2 0,7
TOTAL 33 4.778,3 1.910,4 1.756,3 15,4 0,8

Es interesante señalar que en América Latina la tala de bosques para leña, una de las principales causas de deforestación en otras zonas tropicales del mundo, sólo contribuye en forma secundaria. Sea cual que sea la explicación definitiva, no cabe duda de que la deforestación haya sido causada por la expansión de las tierras de cultivo y de las pasturas permanentes, que desde 1980 se efectúa en mayor parte a expensas de los bosques tropicales (Jaramillo y col. 1997). Un porcentaje de las recientes actividades de desmonte se está realizando en áreas en que el suelo puede sostener las actividades agrícolas. Según la FAO (1993), todavía hay áreas que ofrecen posibilidades agrícolas en el Cerrado brasileño, los llanos de Colombia y Venezuela, y las regiones subtropicales del Chaco boliviano y paraguayo. Sin embargo, la deforestación es un fenómeno que se observa cada vez más en áreas con suelos especialmente pobres, que son inadecuados para actividades agrícolas sostenidas o, en el caso de laderas escarpadas que provocan erosión y sedimentación río abajo. En esas áreas es probable que la deforestación sea improductiva desde el punto de vista social, si bien puede parecer atractiva a los agricultores privados, con costos de oportunidad reducidos y altas tasas de descuento.

El escenario de deforestación típico es el siguiente: apertura de una pista, colonización agrícola con deforestación, seguida de cultivo durante algunos años y, finalmente utilización para pastoreo extensivo. Esta evolución es consecuencia de varios fenómenos (FAO, 1993):

  • Aumento de la población (en ocasiones, más del 3 % anual) ;
  • Inexistencia de un valor económico acordado de las masas forestales ;
  • Más graves todavía son las estructuras de la economía agrícola (algunos grandes propietarios que congelan las tierras agrícolas y se oponen a las reformas agrarias) y las políticas gubernamentales de algunos países que conceden primas a la explotación agrícola a expensas de los bosques.

En la mayoría de los casos la explotación de madera está orientada a conseguir beneficios a corto plazo, en total descuido de los métodos utilizados para ello en el bosque.

2.2 Crisis Mundial del Agua

“De todas las crisis sociales y naturales que debemos afrontar los seres humanos, la de los recursos hídricos es la que más afecta a nuestra propia supervivencia y a la del planeta”, aseguró Koichiro Matsuura, director general de la Unesco, al comentar el informe más exhaustivo que se haya conocido sobre el estado actual del agua. Según el Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos (ONU/WWAP, 2003), en el marco del tercer Foro Mundial del Agua[3], “se prevé que en los próximos veinte años el promedio mundial de abastecimiento de agua por habitante disminuirá en un tercio”, a causa del crecimiento de la población, de la contaminación y del cambio climático global. Ninguna de las hipótesis que baraja el informe -en cuya elaboración participaron todas las organizaciones y comisiones de las Naciones Unidas- son auspiciosas. En el mejor de los casos, a mediados de este siglo habrá 2,000 millones de personas en 48 países que sufrirán de escasez de agua; el peor de los escenarios muestra a 7,000 millones de personas en 60 países con ese problema. “Ninguna región del mundo podrá evitar las repercusiones de esta crisis que afecta todos los aspectos de la vida, desde la salud de los niños hasta la capacidad de las naciones para alimentar a sus ciudadanos”, agregó Matsuura. Justamente, la desigualdad en cuanto al acceso al agua es uno de los aspectos en los que hace hincapié el informe. Los niños nacidos en países “desarrollados” consumen entre 30 y 40 veces más agua que los nacidos en países “en desarrollo”. Los más afectados siguen siendo los pobres, ya que el 50% de la población de los países “en desarrollo” está expuesta al peligro que representan las fuentes de agua contaminada. Existen ciertos indicadores que permiten comprender la gravedad de esta crisis mundial de los recursos hídricos. Cada día, las enfermedades diarreicas (estrechamente vinculadas con la calidad del agua y su accesibilidad) provocan la muerte de 6,000 personas, la mayoría de las cuales no ha cumplido cinco años de vida. De los muchos objetivos planteados durante los últimos 25 años en conferencias internacionales que abordaron la crisis del agua, afirma el informe, “no se ha alcanzado prácticamente ninguno… Los problemas de actitudes y conductas son un componente esencial de la crisis, y la inercia de los dirigentes, así como la falta de plena conciencia sobre la magnitud del problema por parte de la población mundial, explican que no se hayan adoptado a tiempo las oportunas medidas correctivas que se necesitan”.

El  agua, como insumo básico para la agricultura, la industria y el consumo humano directo, ha sido incorporada de hecho al proceso de mercantilización de los recursos. Sin embargo, el capital requiere reglas claras e institucionalmente establecidas, lo cual se logra mediante los procesos de negociación o, más bien, de imposición comercial. En 1998 la Comisión sobre Desarrollo Sostenible del Consejo Económico y Social de la ONU, recomendó a los gobiernos acceder a las grandes multinacionales, dado su enorme capital y capacidad tecnológica, y crear un mercado abierto del agua. La administración Bush también ha intensificado sus esfuerzos con miras a lograr asegurar la primacía de sus intereses a nivel continental a través de la liberalización del comercio regional y, en consecuencia, de la mercantilización de los recursos y servicios naturales. Es con este fin que se avanza hacia el Área de Libre Comercio de las Américas, siendo sus caballos de batalla el Plan Puebla Panamá, el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica, el Plan Colombia y la Iniciativa Andina. Conforme a esta visión, no se reconoce el agua como elemento base de los procesos de vida, ni tampoco como un derecho humano fundamental. En el mejor de los casos se le ve como una necesidad humana que se ha de satisfacer a través del mercado, amenazándose así la gestión sostenible del agua y, especialmente, la equidad y proporcionalidad en el acceso a ésta (Segerfeldt, 2005).

 

 

 

 

 

 


2.3 El Cambio Climático Global

Actualmente, existe un fuerte consenso científico que dice que el clima global está siendo alterado significativamente, para esto es importante entender que el clima terrestre depende del balance energético entre la radiación solar y la radiación emitida por la Tierra. En esta re-irradiación, sumada a la emisión de energía geotectónica, los gases tales como el dióxido de carbono, metano, óxidos nitrosos y clorofluorocarbonos (Houghton et al., 1990, 1992), juegan un rol crucial. Estos gases están atrapando una porción creciente de radiación infrarroja terrestre y se espera que hagan aumentar la temperatura planetaria entre 1,5 y 4,5 °C.  De acuerdo a la GCCIP (Global Climate Change Information Programme) (1997), una duplicación de estos gases incrementaría la temperatura terrestre entre 1 y 3.5°C. Aunque no parezca mucho, es equivalente a volver a la última glaciación pero en la dirección inversa. Por otro lado, el aumento de temperatura sería el más rápido en los últimos 100,000 años, haciendo muy difícil que los ecosistemas del mundo se adapten. El principal cambio a la fecha ha sido en la atmósfera, hemos cambiado y continuamos cambiando, el balance de gases que forman la atmósfera. Esto es especialmente notorio en gases claves como el CO2, Metano (CH4) y óxido nitroso (NO2). Estos gases naturales son menos de una décima de un 1% del total de gases de la atmósfera, pero son vitales pues actúan como una “frazada” alrededor de la Tierra. Sin esta capa la temperatura mundial sería 30°C más baja.

El problema es que estamos haciendo que esta “frazada” sea más gruesa. Esto a través de la quema de carbón, petróleo y gas natural que liberan grandes cantidades de CO2 a la atmósfera. Cuando talamos bosques y quemamos madera, reducimos la absorción de CO2 realizado por los árboles y conjuntamente liberamos el dióxido de carbono contenido en la madera (WMO, 1986). El criar bovinos y plantar arroz genera metano, óxidos nitrosos y otros gases invernadero. Si el crecimiento de la emisión de gases invernadero se mantiene en el ritmo actual los niveles en la atmósfera llegarán a duplicarse, comparados con la época preindustrial. Si no se toman medidas es posible hasta triplicar la cantidad antes del año 2010 (GCCIP, 1997). La cantidad de dióxido de carbono ha aumentado desde 295 ppm (partes por millón) anterior a la época industrial, a una cifra actual de 359 ppm. Este aumento corresponde a un 50% de lo esperado, basado en la tasa de quema de combustibles fósiles. Varios procesos naturales parecen actuar como moderadores, por ejemplo el océano actúa como reserva, donde el dióxido de carbono se disuelve como tal y como carbonatos y bicarbonatos. Un aumento del dióxido de carbono en el aire, actúa como estimulante del crecimiento vegetal, de esta manera se fija más de este gas. El calentamiento de la Tierra, además de descongelar las capas polares, puede causar un cambio en el sistema de circulación del aire, cambiando patrones de lluvia. De esta manera, por ejemplo, el Medio-Oeste norteamericano (fuente agrícola de Estados Unidos), podría transformarse en desierto, y las zonas de cultivo moverse hacia áreas de Canadá. Asociados a estos potenciales cambios, habrá grandes alteraciones en los ecosistemas globales. Trabajos científicos sugieren que los rangos de especies arbóreas, podrán variar significativamente como resultado del cambio climático global. Por ejemplo, estudios realizados en Canadá proyectan pérdidas de aproximadamente 170 millones de hectáreas de bosques en el sur Canadiense y ganancias de 70 millones de hectáreas en el norte de Canadá, por ello un cambio climático global como el que se sugiere, implicaría una pérdida neta de 100 millones de hectáreas de bosques (Sargent, 1988).

Aún así, hay una considerable incertidumbre con respecto a las implicaciones del cambio climático global y las respuestas de los ecosistemas, que a su vez, pueden traducirse en desequilibrios económicos (EEI, 1997). Este tema será de vital importancia en países que dependen fuertemente de recursos naturales.

Con respecto al impacto directo sobre seres humanos, se puede incluir la expansión del área de enfermedades infecciosas tropicales (Becker, 1997), inundaciones de terrenos costeros y ciudades, tormentas más intensas, las extinción de incontables especies de plantas y animales, fracasos en cultivos en áreas vulnerables, aumento de sequías, etc. (Lashof, 1997).

Estas conclusiones han llevado a una reacción gubernamental mundial, se ha expresado en numerosos estudios y conferencias, incluyendo tratados enfocados a enfrentar y en lo posible solucionar la crisis.

2.4 Las consecuencias

Podemos percibir y conocer algunas de las extremas consecuencias que este estado de cosas está ocasionando sobre  GAIA:

*El número de huracanes categorías 4 y 5 se ha duplicado en los últimos 30 años.

*La malaria se ha difundida o tierras altitas en lugares como los andes colombianos, a mas de 2,500 metros sobre el nivel del mar.

*El movimiento de flujo de los glaciares de Gloenlandia ha duplicado su velocidad durante la pasada década.

*Al menos 279 especies de plantas  y animales estás ya respondiendo al calentamiento global, moviéndose hacia zonas más cercanas a los polos.

*Como consecuencia del derretimiento de los polos el nivel del mar se elevará varios metros, devastando las cosas en todo el planeta.

*Las ondas de calor son cada vez más intensas y frecuentes, ocasionando la muerte de miles de personas en todo el mundo. Esto aumentará radicalmente en los próximos años.

 

 

3. La Huella Ecológica

La expresión Huella Ecológica hace referencia a la cantidad de hectáreas que ocupa cada persona para mantener su nivel de consumo, y su nivel paralelo de desechos. La Huella Ecológica ha superado la capacidad de generación de recursos de la Tierra desde la década de 1980. La demanda de recursos por los seres humanos (huella ecológica) en 1961 era alrededor del 70% de la capacidad de regeneración de la Tierra. En la década de 1980 esa demanda alcanzó el total disponible, y en 1999 excedió la disponibilidad planetaria. La humanidad está consumiendo el 120 por ciento de lo que la Tierra produce. Con este desgaste, la biosfera necesita un año y un trimestre para reponer el equivalente a lo que los seres humanos consumen cada año (Chamber’s y col. 2000).

 

 

¿Que significa el desequilibrio ecológico en un contexto global?

Sin los bosques, tendríamos mucho menos oxígeno disponible, por ejemplo: Los  árboles (y todas las plantas verdes) usan la fotosíntesis, durante la cual toman dióxido de carbono y, como un sub-producto, liberan oxígeno. Las plantas “respiran” dióxido de carbono, como nosotros respiramos oxígeno. Ha habido un equilibrio entre especies que eliminan dióxido de carbono y toman oxígeno, y especies que toman dióxido de carbono y exhalan oxígeno. Este equilibrio ha sido trastornado desde el siglo XIX. Las pluviselvas ecuatoriales (cuenca del río Amazonas, África central y sudeste asiático) soportan una tasa de deforestación anual entre 100.000 km² y 120.000 km². A la actual velocidad de destrucción, se calcula que todos los bosques tropicales habrán desaparecido en la segunda mitad del siglo XXI.

De tal manera que respirar en el futuro resultará una peligrosa aventura, tal vez necesitemos esperar los días de “superdescuentos del supermercado”, para poder adquirir “oxigeno enlatado” o su equivalente. La  deforestación proseguirá quizás a mayor ritmo que el actual y las tierras agotadas podrán desertificarse. La  desertificación a su vez contribuye al cambio climático global, modificando el equilibrio energético en la superficie y la temperatura del aire contiguo, añadiendo dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, este gas, en grandes cantidades, actúa como un aislante y mantiene el calor cerca de la superficie de la Tierra; esto es lo que se llama el “efecto invernadero”. Tal como ya hemos mencionado este proceso está directamente relacionado con el cambio climático global. El cambio climático podría ser el factor que empuje sobre el borde a los ya estresados y frágiles ecosistemas costeros y marinos, los cuales son responsables de producir hasta el 80% del oxígeno (Anderson y col. 1987). El calentamiento global lleva al aumento del nivel del océano: liberando vastas cantidades de agua de los glaciares que se deshielan en todo el mundo. Las cifras acerca del nivel del mar, registradas en todo el mundo muestran que el mar se ha elevado entre 10 y 25 centímetros en el siglo pasado, según el GCCIP (1997), “es probable que gran parte del aumento del nivel de los mares se haya relacionado con el aumento simultáneo de la temperatura global”. Se calcula un incremento de 10 a 30 cm para el 2030 y hasta un metro para el 2050. Una elevación semejante significaría la contaminación de acuíferos, la recesión de costas y tierras húmedas amenazaría la seguridad de más de dos mil millones de personas que viven en zonas costeras. Se afectaría los puertos y otras estructuras localizadas en la costa, incluyendo centrales nucleares en las costas del Japón, Corea, Taiwan y otros países.

Si la temperatura global asciende y el ciclo hidrológico se altera, se generaran sequías en unos sitios y lluvias torrenciales en otros. La sequía puede afectar seriamente a los bosques, favoreciendo los incendios que destruyen a los árboles y liberan rápidamente a la atmósfera grandes cantidades de CO2, por lo cual no sobreviven fácilmente y se transforman en pastizal o sabana.

4. Degradación ambiental y enfermedad

En esta época de globalización y diálogo de saberes, resulta una gran oportunidad el tener los elementos para darnos cuenta de que la visión aislada y desarticulada del mundo que se consolidó en los siglos XVII y XVIII en Europa, es incapaz de contender con la enorme complejidad de lo que la sostenibilidad en este gran “Oikos” que es nuestra Madre Tierra implica. Así en otros niveles de articulación como los de degradación ambiental y enfermedad nos podemos percatar de la sutil y poderosa trama de interrelación de las que depende la estabilidad y sostenibilidad plantaria.

En este nivel vemos, por ejemplo, que la tala de bosques destruye el hábitat para  muchos patógenos y organismo vectores, como es el caso del vector de la malaria, es decir los mosquitos anopheles darlingi. Estos no se reproducen en aguas forestales bajo sombra, pero sí se multiplican en agua estancada que se establece debido a actividades humanas. Los estudios sobre malaria en África Occidental han mostrado una estrecha correlación entre la intervención humana en bosques y el aumento de casos. Se predice que la frecuencia de la malaria se incrementará en el Amazonas debido a la  expansión constante de las actividades de construcción y tala de bosques. La malaria es sin duda la enfermedad humana más grave y difundida, ya que infecta a unos 300 millones de personas en todo el mundo, lo cual produce 120 millones de casos clínicos y hasta un millón de muertes cada año. La causa es un parásito protozoario (plasmodium spp). Los mosquitos anopheles son el vector que transporta el parásito de la malaria, y el insecticida DDT se utilizó profusamente para matar mosquitos en los años 50. Esto acorde con los principios mecanicistas y reduccionistas de la ciencia-tecnología moderna, la cual no considera la complejidad-integridad de la complejidad ecológica planetaria. La resistencia al DDT entre los anopheles spp comenzó a presentarse durante los años 60, aunque por ese tiempo se había disminuido el empleo de DDT debido a sus graves efectos secundarios en la salud humana y en el medio ambiente. Sin embargo actualmente en los países subdesarrollados se sigue empleando el DDT para controlar a los mosquitos, no obstante la respuesta evolutiva más probable es la resistencia al DDT.

Las moscas tsetse es el vector de la tripanosomasis (conocida también como enfermedad del sueño), enfermedad parasitaria que mata a unos 3 millones de cabezas de ganado y afecta a 300,000 personas en el África  cada año. La enfermedad la causa cinco parásitos diferentes que son transportados por 24 especies diferentes de mosca tsetse, cada una con preferencias ecológicas diferentes. Esto implica una compleja red de interacciones ecológicas, y no sólo una relación lineal: “una enfermedad, un parásito y un vector”. Debido a esto el uso de pesticidas altera el “equilibrio dinámico” y la ruptura de la complejidad del ecosistema, y por lo tanto de las relaciones entre predadores y presas, parásitos y sus huéspedes. Esto ha dado como resultado que especies que se encontraban resguardadas y en equilibrio con sus respectivos nichos salgan de los mismos y establezcan una interacción directa con los seres humanos (zoo-puentes) permitiendo la evolución y generación de nuevos patógenos.

Existe un ejemplo revelador de la complejidad ambiental y los orígenes de la crisis planetaria: La enfermedad de las vacas locas o Encefalitis Espongiforme Bovina. Esta enfermedad pertenece al grupo de Encefalopatías Espongiformes transmisibles, en el cual se incluyen enfermedades que afectan al hombre como la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ), el Síndrome de Gerstmann-Sträussler-Scheinker (SGS) y el kuru. En los animales existen otras enfermedades similares como el scrapie, que afecta a ovejas y cabras y que aparentemente (no está en absoluto comprobado) fue el origen de la transmisión a los bovinos, por medio de piensos[4] fabricados con restos de animales enfermos no esterilizados de la enfermedad espongiforme. Esta enfermedad se  caracteriza por la destrucción paulatina de la médula espinal y el cerebro –en donde se presentan alteraciones en forma de esponja al ser examinado al microscopio-, ha convulsionado los hábitos alimenticios de millones de personas que por primera vez empiezan a cuestionar los mensajes  de políticos y ganaderos oficiales y ortodoxos (WHO/EMC, 1996).

Pero ¿quién origina esta enfermedad? Aunque existen varias teorías, la mayor parte de los científicos coincide en considerar a ésta enfermedad producida por un Prión. Los Priones son agentes infecciosos que consisten exclusivamente en una partícula proteica, es decir este agente no posee ácidos nucleicos y por lo tanto es un virus, sino partículas sub-víricas (más simples que los virus), es “simplemente” una proteína (Prusiner et al., 1983). Bajo las premisas de la virología, bacteriología y la epidemiología convencional una simple proteína no puede generar complejos patrones de una epidemia infecciosa, atributos propios de los “seres vivos” o al menos de los organismos “semi-vivos”, tales como los virus que poseen al menos genes y proteínas para articularse a los ciclos básicos de las células y así difundirse entre la población afectada.

Analicemos  ¿es posible que una proteína  sea la causante de una enfermedad de tal magnitud destructiva? Si es así ¿que factores contribuyeron a que ocurriera tal “mutación” en las proteínas? ¿Acaso hemos llegado ha trastocar niveles tan profundos y sutiles de la evolución y de los sistemas vivos? Tal vez la respuesta tenga que ver con un desequilibrio de la complejidad ecológica del sistema, este desequilibrio aparece en un contexto de gran cantidad de actividades y agentes desequilibrantes como resultado de la tecnologías modernas. En este contexto el “gatillamiento” final es causado por el uso de substancias peligrosas, legales e ilegales en las explotaciones ganaderas, entre las que se encuentran: antibióticos, hormonas y alimento deliberadamente preparado con harinas de carne y de huesos, destinados a formar parte de la alimentación de animales herbívoros. Pero más aún, es desatado por una compleja red de “hábitos” empresariales y de la globalización agro-industrial que ha convertido a los animales “económicos” en mercancía sin valor ético. Consecuentemente estos seres vivos son sometidos a condiciones de vida atrozmente discordantes con su biología, así como con los más elementales cuidados y ambiente que la propia vida y evolución nos revela cuando estamos en disposición de una observación sensible y compasiva de la naturaleza.

Estas acciones han generado graves y trágicas consecuencias para todos los animales, seres humanos y el medio ambiente.  Sin embargo muchas de las sustancias peligrosas y productos antes mencionados son utilizados sobre nuestros cuerpos también. ¿Qué repercusiones  tendrá esto en mi organismo aunado al creciente desequilibrio ecológico (contaminación por pesticidas, CO2, cambio climático, etcétera)? A nuestro parecer el siguiente ejemplo ilustra muy bien esta situación:

El  fenómeno del SIDA.

Existe otro enfoque alternativo al oficial sobre la teoría del SIDA. Peter Duesber, biólogo molecular de la Universidad de California en Berkeley y una organización de miles de investigadores, entre ellos varios premios Nobel (www.virusmyth.org), afirman que el HIV no causa SIDA. Por lo que se refiere a África, en 1991, el biólogo de Hardvard, Charles Thomas, formó el bien  reconocido Grupo para el Re-enfoque Científico de la Hipótesis del HIV-SIDA (http://www.rethinkaids.com/). Unos 600 notables signatarios sumaron sus nombres incluyendo tres ganadores del Premio Nóbel y más de 200 doctores en ciencias.

Duesberg y sus colegas sugieren que no hay ni un solo agente infeccioso causante, que la enfermedad es el resultado de los hábitos y “estilos de vida” particulares. Consecuentemente definen el SIDA como una colección de deficiencias no infecciosas predominantemente asociadas con el uso de drogas, la contaminación, la mala nutrición y parásitos entre otos factores: el estrés. Para este grupo, no existe información publicada que conteste claramente que el HIV es la causa del SIDA. Argumentan que aún no ha habido nadie quien haya demostrado que hemofílicos con HIV padezcan de SIDA (Duesberg y col. 2003). El grupo disidente ha propuesto que el SIDA es un síndrome toxicológico, causado por una amplia variedad de agentes estresantes, principalmente el uso de drogas recreativas y farmacéuticas, incluyendo las mismas drogas que se usan para tratar el SIDA (Duesberg y col. 1993). Actualmente existen decenas de clínicas en todo el mundo donde, con métodos alternativos científicamente complementados se han curado miles de personas supuestamente infectadas con HIV.  El gobierno de Sudáfrica ha iniciado desde hace varios años la investigación el problema del SIDA en institutos bajo perspectivas alternativas a la ortodoxia, comenzando a obtener resultados positivos al respecto. Obviamente que estos resultados no convienen a los intereses comerciales de las transnacionales farmacéuticas.

De tal manera que surge una pregunta: ¿Si realmente es así, qué sentido puede tener semejante mentira? ¿Qué esconde o cuáles son sus objetivos? Creemos que esto es una mezcla de oscurantismo reduccionista, intereses económicos, desprecio por otras formas tradicionales y locales de conocimiento, así como un enorme aislamiento y ultraje hacia la propia sabiduría de nuestra Madre Tierra.

“Estudio el SIDA desde hace 16 años como científico y me he dado cuenta que el SIDA no tiene mucho que ver con la ciencia, y ni siquiera es un problema específicamente médico. El SIDA es un fenómeno sociológico que se mantiene con ayuda del miedo. Este miedo crea una especie de Macartismo médico que ha transgredido y hecho estallar todas las reglas de la ciencia, y que sigue cebando al público vulnerable con una mezcla de superstición y pseudociencia”.

 

Dr. David Rasnick.

“Cegado por la ciencia” en Spin Magazine, junio 1997.

Todo esto nos sugiere que cambios en la biodiversidad genética de especies y eco-sistémica pueden trastornar el equilibrio de los ecosistemas, generando efectos en cascada y alteraciones globales de intrincadas redes ecológicas. Es decir, las profundas perturbaciones provocadas por nuestra huella ecológica, trastocan niveles básicos de la estructura compleja de los ecosistemas y de la evolución. De tal forma que lo que hemos creado se está volviendo hacia nosotros, ya que está destruyendo el sustrato que nos permite vivir.

Concluimos que la búsqueda de la productividad, y por lo tanto la idea economicista de poseer cada vez más, se ha logrado en condiciones realmente anti-ecológicas y de alteraciones de los ritmos biológicos, de la integridad y viabilidad de Gaia. Es claro que los problemas críticos de nuestro tiempo, no pueden ser entendidos aisladamente. Los problemas son problemas sistémicos, lo que significa que todos ellos están interconectados y son interdependientes. Es decir; tal como hemos visto lo ambiental, por ejemplo, es un problema de carácter social, económico, e incluso jurídico y político: ecológico en un sentido amplio y sutil.

5. Darnos cuenta desde nuestro lugar, desde nuestro saber local

Con base en lo anterior, podemos percatarnos desde nuestra casa, desde nuestro vehículo, o dentro de nosotros mismos que las cosas no van bien. Los  problemas antes mencionados existen de una u otra forma para cada uno, y dada la complejidad que subyace de los mismos, sus efectos son  de dimensiones desconocidas. Todo esto sugiere que la humanidad y el planeta no están atravesando por una simple crisis más, temporal y pasajera, ni incluso, por una crisis de tal o cual sociedad. Estamos en presencia de una “Gran Bifurcación”, de una mutación Epocal[5], en donde bifurcación se refiere a la evolución de sistemas en condiciones alejadas del equilibrio. Las bifurcaciones se desencadenan cuando un sistema complejo ha sobrepasado su umbral de estabilidad. De tal manera que nos encontramos en un periodo evolutivo, de un cambio de época histórica, de magnitud sólo semejante a la iniciada en occidente en el siglo XVII durante la revolución científica-industrial y la formación del capitalismo en Europa (Lazslo, 1993).

Los procesos y transformaciones originados en occidente han sido de enorme trascendencia, nos han permitido vislumbrar la posibilidad de construir una utopía posible y dieron inicio a un cambio radical y profundo, que ha transformado a la sociedad y que posiblemente  alteró las estructuras de la vida a nivel planetario, incluido nuestro inconciente colectivo o nuestra psiquis humana planetaria. Innumerables logros se han obtenido mediante el tratamiento mecanicista y parcelar de la vida; desde esta perspectiva jerárquica-especializada y de estos intereses del a propiedad privada han surgido bienes y satisfactores innumerables. El mundo y sus adelantos están llenos de objetos, procesos y formas que benefician y acoplan la vida de los humanos a mayor número condiciones y comodidades.

Sin embargo al mismo tiempo este proceso de gran velocidad ha dado como resultado una enajenación de la percepción de las necesidades reales, es decir se ha des-proporcionalizado la relación entre el ser humano y sus necesidades. Así hemos transformado la vida humana, y más aún la sociedad de las máquinas y procesos industriales en un sistema de enorme demanda explícita de productos manufacturados en masa, demanda que supuestamente logra  proporcionarnos “seguridad”, “bienestar” y “confort”. En conjunto estas “necesidades” generan un “inmovilismo social” a través de mecanismos de des-empoderamiento[6] cotidiano, de tal manera que actúan como controladores de nuestra libertad creativa; probablemente esta postura sea la base del problema y pudiera responder a un modo de entender la vida acorde con nuestras estructuras psico-socio-culturales modernas, que es lo que está provocando que seamos victimas y espectadores de nuestra auto-destrucción.

Nos encontramos en un mundo en el cual la belleza es bella si se puede vender, y la justicia es justa si se puede comprar. Esta era de progresos desconectados y que se consumen unos a otros está llegando al fondo de su viabilidad, ya que está a punto de trastocarse en una masa de desperdicios y nocividades evidentes por todas partes. Este estado de cosas ha llegado a tal punto, tal como hemos visto aquí, que afectan la viabilidad, estabilidad y la salud de las sociedades y del mundo. Si quisiéramos simplificarlo, diríamos que una buena parte de esta red de problemas se debe a la “falta de coordinación en las acciones”, misma que resulta de una “falta de coordinación y coherencia en los conocimientos y sus tecnologías asociadas”; es decir, tales procesos y transformaciones han carecido de una praxis y reflexión social, ecológica y espiritualmente comprometida. La indiferencia y la dominación de ciertos conocimientos (aquellos científicos-racionalistas) respecto de los otros (los saberes ancestrales, locales, humanistas y espirituales), hace tiempo que dejó de ser inocente e inofensiva, y cada vez se torna más descontrolada. Todo esto señala que el paradigma de fragmentación e híper-especialización, aquel de la tradición occidental racionalista surgido en el siglo XVII, ha generado un proceso civilizatorio y de desarrollo que se ha entrampado a si mismo en la in-sostenibilidad, de la cual no sabe como salir. En este proceso descontrolado hacia más y más desarrollo está arrastrando al desastre a nuestra Madre Tierra.

La ciencia reduccionista parece no estar capacitada para descubrir su propia trayectoria, ni la magnitud de sus efectos, ni menos hacia donde ellos se orientan. Los observamos claramente en la lluvia constante de nuevas “declaraciones y logros” de la ciencia que al cabo de unos años se convierten en catástrofes ecológicas y sociales. No hay más que encender la televisión y ver “Discovery Channel” para percatarse de la enorme irresponsabilidad y egocentrismo de esta “carrera hacia el súper-desarrollo”, el cual intenta “crear” seres humanos de 200 años, jets privados para “todos”, injertos de chips en el cerebro, etcétera. Todo esto parece una broma de mal gusto ante el hambre, la sed, la enfermedad, las guerras, el deprecio a los viejos y lo “antiguo”, la depresión, las drogas y el narcotráfico, la violencia juvenil, la devastación de la biodiversidad, el calentamiento global, la mafia internacional, de destrucción de la familia, la prepotencia y el neo-conservadurismo de los políticos, etcétera, etcétera.

Existe la noción de que el conocimiento científico nos permite construir y diseñar un nuevo tipo de sociedad, cultura o civilización apropiadas. Sin embargo la  jerarquización del conocimiento ha llegado a conformar una estructura rígida e inamovible sobre cómo debe ser y cómo se han de aplicar los modelos y tecnologías generandos. Pero la realidad evidente es que difícilmente podemos prever cuales serán las consecuencias de los gigantescos procesos en curso y que hoy están emergiendo a escala planetaria. De tal forma que se ha generado la  tríada ciencia-técnica-industria, la que supuestamente se ha hecho cargo de la aventura humana. Sin embargo es evidente a todas luces, que el curso de esta civilización moderna globalizada está fuera de control. El crecimiento es incontrolable y su avance nos esta llevando a un abismo (Lazslo, 1993).

A la visión de Bacon, Descartes y Marx, donde el ser humano, amo de la técnica, se convertía en amo de la naturaleza, sigue la visión de Heisenberg y Gehlen (Morin, 1974), donde la humanidad se convierte en el instrumento de un desarrollo metabiológico animado por la técnica. Pero a la luz de todo lo que hemos estado reflexionando consideramos que los seres humanos en este momento debemos cuestionarnos radicalmente respecto a las dos principales creencias de Occidente moderno: la conquista de la naturaleza-objeto por el ser humano-sujeto, y el falso infinito al que apuntan el crecimiento industrial, el desarrollo y el progreso.

Es indispensable transformar las racionalidades parciales y cerradas, las racionalizaciones abstractas y delirantes que consideran irracional toda crítica sensible que las cuestione (Morin y col. 1985, 1994). La tragedia del desarrollo y el subdesarrollo del desarrollo, la carrera desenfrenada de la tecnociencia y la ceguera que produce el pensamiento parcelario y reduccionista nos han lanzado a una aventura sin control. Hemos cruzado el umbral crítico en la aceleración-ampliación de este escape explosivo; de tal manera que ya no podemos correr más –en esta dirección- que hacia nuestra autodestrucción.

“… Es una ceguera metafórica, las personas no son realmente ciegas en el sentido de que no están dotadas de la vista, la ceguera actúa como metáfora de la pérdida de la razón [proporción sensitiva]… Claro que todo lo que hacemos lo hacemos con la razón, es decir con eso a lo que llamamos razón, pero estamos usando la razón más para destruir que para construir, más para atentar contra la vida que para defenderla. En este sentido, la pérdida de la visión es de alguna forma la pérdida de la razón que construye. Si toda una sociedad se vuelve ciega en ese sentido, si olvida la solidaridad, el deber, el respeto, se convierte en una especie de nido de serpientes. De ocurrir esto, la ceguera metafórica impera. Yo creo que la gente se está volviendo ciega porque no se da cuenta de que nuestra forma de vivir es totalmente errónea y nos lleva al desastre. Lo que intenta expresar ‘Ensayo sobre la ceguera’ es eso, el desastre que se podría producir si continuamos por el camino en que nos encontramos. Yo no creo ser catastrofista, pero no doy nada por el mundo dentro de cincuenta años.”

José Saramago

Ensayo sobre la ceguera

No obstante, la creencia en la posibilidad de un “desarrollo” económico-material indefinido es firme y ha logrado abrirse paso hasta nuestros días en cada rincón de la Tierra, consolidándose aún más bajo la ideología del capitalismo globalizado. Pero ¿es exagerado y tendencioso asociar la crisis al capitalismo globalizado? Si observamos la historia de los últimos 60 años desde el fin de la segunda guerra mundial, podemos observar los patrones acelerados de destrucción de la biosfera, de la violencia, del imperio de las corporaciones sobre la organización local, la destrucción y arrasamiento de la diversidad cultural y los saberes tradicionales, etcétera. Así nos daremos cuenta que todo esto está íntimamente ligado a los procesos de comercio mundial de mercancías y capital, al establecimiento de este sistema mundial de mercados y al imperio de los intereses del gran capital transnacional (Wall-Mart, Nestlé, Pfizer, Coca-Cola, VW, SONY, Nextel, Colgate, Microsoft, etcétera), es decir del Capitalismo Globalizado.

A la luz de la dimensión y profundidad de la crisis planetaria que aquí hemos esbozado, parece un absurdo infinito esta obsesión por la posesión material y la supuesta “abundancia”. Podríamos pensar que al margen de todo esto hay más “bienestar”, y que la única forma de mantenerlo es seguir en la ruta del “desarrollo”. Parece una lucha de “sálvese quien pueda”,  donde la única salida aparente, cual actitud de “avestruz”, es a luchar y luchar por tener nuestro capital e ingreso suficiente para “vivir bien” y salvarnos de caer en las redes de la “desagracia” de la pobreza. ¡Es lo único que alcanzamos a entender y hacer!

Sin embargo consideramos que es fundamental detenerse y reflexionar profundamente acerca de la clase de vida y sociedad que estamos construyendo. No intentamos hacer una apología del primitivismo, ni de la vuelta atrás (como si esto fuera posible), no se trata de volver a las comunidades primitivas, se trata de mirar cómo preservar aquello que se ha desarrollado durante millones de años, convivir con los principios de lo vivo, de lo divino y con lo que la especie humana puede desarrollar y potenciar actualmente. Y evidentemente con esta forma de la modernidad globalizada basada en el capitalismo no es posible lograrlo, más aún, tal como hemos  reflexionado aquí nos está llevando hacia una Crisis Planetaria Terminal de consecuencias insospechadas.

Tal vez todo esto parezca  fatigoso, tal vez innecesario. Pero si no le prestamos atención, si no le hacemos caso, el futuro no sólo va a ser más destructivo, más intolerable, sino que carecerá de mayor significación. Este no es un punto de vista deprimente y desalentador; es realmente así para millones de personas, para quienes lean esto y les haga resonancia con sus propias percepciones. Lo que somos ahora, es lo que seremos en los días que vendrán. No podemos evitarlo. Es algo tan preciso como la salida y la puesta del Sol. Esto lo compartirán todos los seres humanos, toda la humanidad, a menos que cambiemos todos nosotros, cada uno de nosotros.

6. ¿Qué caminos tomar?

Hemos llegado al punto crucial, donde surge lo que, a nuestro parecer es la cuestión más importante:

¿Que podemos hacer frente a todo esto?

Tal vez podríamos escaparnos e ignorar todo esto, esta propuesta suena muy tentadora, porque de todas formas puede mirarse el mundo de otra manera, más “positiva”, al fin que siempre Nuestro Mundo se las ha arreglado antes. “Por consiguiente lo seguirá haciendo”, como si aquello que no se ve en primer término, aunque se estén padeciendo sus consecuencias, no fuera posible. Sin embargo hemos contaminado, alienado, congestionado el tráfico, etcétera, a tal punto donde no hay lugar alguno a donde ir. Quizás podamos quedarnos en este lugar de reflexión y conciencia y pasar a la acción positiva y creativa.

Se podría considerar que el estado azaroso y conflictivo de la era planetaria es su estado “normal” y que esta fragmentación y desmembramiento son producto de su complejidad. Podemos entonces evitar utilizar el término “crisis”, hoy en día tan trivializado y convertido en algo común. Pero, entonces, valdría reflexionar y preguntarnos qué significa  “crisis” en el contexto de la comunidad, de la sociedad, desde nuestra sanidad humana-planetaria, desde lo sagrado, etcétera.

Crisis deriva del griego Krisis que significa “decisión en medio de una oportunidad”, una apertura a cosas nuevas. Vemos  así esta situación como una “crisis como oportunidad”. En medicina la palabra crisis conserva su significado, es el momento decisivo donde se abren diversas opciones, rutas posibles y francas. Pero actualmente se usa la palabra crisis en una gran variedad de ámbitos y sólo hace referencia a la indecisión, a la destrucción e inadecuación, en el contexto social esta palabra adquiere el significado de que las cosas no van bien. Pero si analizamos la palabra crisis en el contexto de la complejidad en su noción trascendente[7], crisis hace referencia al aumento y la generalización de las incertidumbres; es decir, es un momento de indecisión que tiene la potencialidad reconvertirse en clave, abre las posibilidades de decisión, de cambio y transformación. No necesariamente es evolutiva, ya que puede reabsorberse y regenerar de nuevo un statu quo. Sin embargo es potencialmente evolutiva, ya que en su seno se encuentran en estado naciente los elementos de la evolución, la cual es necesariamente producto de un caos creativo (Morin, 1984, 2000). En la crisis, dada la profunda des-estructuración, estamos dispuestos a explorar rutas que en estado de “bienestar”  no estaríamos preparados a siquiera considerar como posible o deseables. La crisis convierte entonces este estado de indefección y angustia por la inestabilidad, en un enorme oportunidad para confrontar lo que nos está socavando y destruyendo, pero que a  la vez encierra claves para un futuro posible. De tal manera que están dadas las condiciones para algo más que acción fragmentaria y resolución de problemas aislados.

Necesitamos percibir los problemas en su compleja totalidad, y captarlos no sólo con nuestra razón e intelecto, sino  con todas las facultades de nuestra intuición y empatía, con la solidaridad humana y en un diálogo de saberes. Ya que esta crisis nos brinda una hermosa oportunidad de transformación, con la creatividad de nuestra mente y cuerpo, nuestra cultura, espíritu y conciencia, pudiendo tomar y co-construir el cambio desde cada uno y en nuestra comunidad, transformar la sociedad desde adentro. De esta manera podremos lidiar de forma creativa con esta crucial coyuntura histórica-planetaria.

Más allá de las auto-asumidas exclusivas capacidades de la mente racional, viven las excepcionales cualidades de nuestro espíritu humano, del conocimiento y formas de organización que habitan en cada persona, en cada comunidad campesina, indígena o urbana, en cada familia y comarca.

En estos tiempos excepcionales se están gestando diálogos entre formas de saberes y conocimientos que antes parecían y eran imposibles: se entrelazan la espiritualidad, la tradición, la ciencia, el arte, el humanismo, los saberes campesinos, los saberes femeninos, los saberes infantiles, etcétera. En este contexto, el conocimiento racionalista que se practica a espaldas de las emociones, de la empatía y los valores espirituales, a espaldas y despreciando a las otros formas de saberes ya no puede continuar al mando de lo que sucede, de lo que “debe ser”, es indispensable abrazar el poder del amor, la compasión y la solidaridad, de darle voz a la Madre Tierra, a los pueblos aborígenes, a los ríos, a los pobres, al viento, a  los animales y plantas, a nuestro cuerpo y a nuestro espíritu…

Es decir, podemos abrir las preguntas profundas hacia una transformación desde un hacer conectado y sensitivo, desde una ecología profunda y sagrada[8], en donde, sólo será posible percibir nuestras deficiencias y posibilidades a partir de una sanación y re-aprendizaje, es decir desde una reconexión hacia nuestro humilde lugar en el mundo al lado de los demás seres vivos y en el seno de nuestra Madre Tierra. Dicho proceso está ocurriendo en la profundidad de mi ser, ser humano que adquiere sentido y viabilidad real en el seno de un espacio comunitario re-creado y solidario.

Estamos en el Titanic, acercándonos rápidamente  hacia el gigantesco iceberg, y nuestra tecnociencia, junto con los proponentes del “desarrollo sostenible”, así como los ambientalistas antropocentristas[9], están empeñados en mejorar las condiciones en el barco. Por supuesto que esto no tiene nada de malo, pero la proximidad abrumadora no parece evidenciarnos la inminencia del choque (y sus causas profundas). Sin embargo otras perspectivas, tal como la que hemos expuesto aquí y que es compartida por los pueblos indígenas y aborígenes, nos plantea nuevas e íntimas preguntas. Desde occidente estas preguntas se han planteado a partir de lo que identificamos como la ecología profunda, la ecofeminidad y la ecología social, y que implica preguntarnos si: ¿estaremos dispuestos a escuchar con cuidado y detenernos justo antes del gran choque?

La Ecología Profunda, dice John Seed, (1988) “en vez de ver al mundo como una pirámide con los seres humanos en la cima, concibe al mundo como una telaraña en donde la vida está en el centro. Los humanos somos sólo un hilo en esa telaraña. Sólo somos una hoja en el árbol de la vida, una de las 10 millones de especies que habitan esta tierra. En verdad, nada especial”. Todas las instituciones de nuestra sociedad conspiran para atraparnos en esta forma de la modernidad obsesiva y que ahora se evidencia como una forma mortal de percibir y actuar hacia el mundo. Prosigue John Seed: “Nuestro lenguaje, por ejemplo, cuando pensamos en el ambiente pensamos en algo exterior, no nos damos cuenta que cuando contaminamos las aguas, estamos también envenenando nuestra sangre”, “la humanidad es responsable de la extinción de 10 mil a 50 mil especies al año. Si tenemos la experiencia de ser parte del cuerpo mayor de la Tierra, entonces la defensa de la naturaleza, ya no es altruismo. Se convierte en autodefensa” (Seed, 1988). La ecología profunda reconoce el valor intrínseco de todos los seres vivos y ve a los humanos como una mera hebra de la trama de la vida (Capra, 2000).

 

 

 

6.1 ¿Donde nos perdimos?

Muchas son las cuestiones que surgen en torno a dónde, cómo y cuándo nos perdimos, cómo y cuándo se nos olvidó la diversidad cultural, las costumbres, los mitos, leyendas, los valores y en general todas la tecnologías tradicionales que posibilitan y promueven la sanidad humana y planetaria de la psiquis y de la vida de las personas. Al mismo tiempo todo este repertorio de riqueza cultural y sagrada son las condiciones, es decir “Campo de Crianza” en y desde las sociedades y posibilita la sostenibilidad de la comunidad, todo este tesoro ha sido extraviado, despreciado y ridiculizado, y en muchos sentidos exterminado. Tal vez el ser humano occidental-moderno se haya perdido precisamente cuando comenzamos a renegar de lo que se han ocupado las grandes historias, las leyendas y mitos, las tradiciones, lo religioso, la filosofía perenne, lo sutil. También reside en el vaciamiento de la magia y el sentido trascendente de lo simple y cotidiano, al dar por sentado que la vida habitual, la acciones cotidianas de mantenimiento de la vida son una “condena” y un tedio que hay que evitar y olvidar a través de las compras, el “entretenimiento” y la atención a los miles de productos que adquirimos y poseemos. ¡Quizás podríamos preguntarnos si no son ellos y las corporaciones que fabrican ahora el mundo que compramos las que nos poseen! Se perdió cuando comenzamos a renegar de las “tecnologías de lo sagrado” o “tecnologías  tradicionales”, conocimiento, costumbres, sabiduría  de los pueblos tradicionales, aquello que ha sido generado a través de milenios y que tiene como objetivo mantener la “sanidad de lo humano”, la evolución de la conciencia planetaria de la humanidad, el contacto con la intuición como forma fundamental de conocimiento, y que en conjunto ha tenido como objetivo reconocer y afirmar nuestra conexión con la Madre Tierra (Macy y col. 1988). Esto se ha gestado en algo fundamental y evidente; hemos perdido nuestra vida y arraigo comunitario, nuestra vida ha sido vaciada de sentido sagrado y de tradición. Estos ámbitos los percibimos como un estorbo, pues hemos perdido la capacidad de integrar y articular estos espacios en una vida que sea libre, productiva y satisfactoria acorde con nuestro tiempo y lugar.

No tenemos la más mínima idea de cómo articular tradición, comunidad, libertad, sostenibilidad, respeto y convivencia por natura, y hacer y vivir esto desde la tranquilidad y la paz, la ecuanimidad y la compasión.

En pocas palabras, el gran desafío de nuestro tiempo consiste en crear oportunidades sostenibles, es decir, entornos sociales y culturales en los que podamos satisfacer nuestras necesidades y aspiraciones sin comprometer el futuro de las generaciones que han de seguirnos: “Nuestro compromiso de sostenibilidad con la séptima generación que viene detrás de cada uno”. Esto a través de la colaboración, la cooperación de las especies, incluida la especie humana. En palabras de Maturana y Varela: “el amor, o si no queremos usar una palabra tan fuerte, la aceptación del otro junto a uno en la convivencia, es el fundamento biológico del fenómeno social; sin amor, sin aceptación del otro junto a uno no hay socialización y sin socialización no hay humanidad. Cualquier cosa que destruya o limite la aceptación del otro junto a uno, desde la competencia hasta la posesión de la verdad, pasando por la certidumbre ideológica, destruye o limita el que se dé el fenómeno social, y por tanto lo humano, porque destruye el proceso biológico que lo genera” (Maturana y Varela 1984)[10].

Es decir hemos extraviado y perdido nuestro proceso que crea y re-crea nuestra matriz de la biología del amor. Podemos decir que esta matriz proviene fundamentalmente de la vida comunitaria en tradición y desde lo sagrado: el cuidado esencial (Boff 1999). Así es posible percibir y llevar la idea de colaboración y cooperación al terreno de las sociedades humanas.

Nos cuesta asumir nuestra responsabilidad, pues debido a nuestro aislamiento y enfrentamiento con el “medio ambiente”, tanto social como natural sólo alcanzamos a ver nuestro universo de necesidades acuciantes: dinero, posesiones, confort y seguridad inmediata. Así, no sabemos si quiera cómo aportar a la transformación y en qué dimensión radica nuestra esencial contribución a esta insostenibilidad catastrófica de la civilización humana moderna. Tenemos que tomar conciencia ecológica ampliada y sensible de este proceso en el que vivimos bajo una inercia casi suicida. No significa solamente que reciclemos las latas, que no tiremos papeles y que no matemos pájaros por la calle. Eso es conciencia ecológica racional, pero la conciencia ecológica profunda, esencial y en la que desgraciadamente no pensamos y menos sentimos y vivimos, es la de poder sentirnos parte del todo, lo que significa poder sentir lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Esta pregunta nos parece tan lejana e irreal (¡es de tal magnitud nuestra desconexión!) que la vemos casi como absurda, quimérica y ridícula…

Esto implica poder ir re-componiendo y transformando nuestro ser, nuestras creencias, nuestro accionar, nuestro consumir, nuestras necesidades, nuestra forma de participar y comunicarnos hacia una presencia y conciencia desde lo comunitario, desde lo local y desde el compromiso con la séptima generación en cada acción que acometamos.

6.2 Las alternativas

Ante este estado de cosas, se abre la posibilidad de permanecer ajenos y escoltando ese proceso de degradación y aniquilamiento de los propios seres humanos  y de nuestras especies hermanas y en general de la Madre Tierra. De lo aquí dicho, pero sobre todo desde nuestra percepción cotidiana, nos damos cuenta que existen fuerzas muy poderosas que aparentemente no nos permiten apartarnos de esta ruta del egocentrismo, el individualismo, el consumismo, el endiosamiento y culto a la tecnología moderna, el dominio de nuestras vidas por parte del dinero. Estas fuerzas vienen básicamente desde la cultura económica de la sociedad moderna en la que estamos insertados, por otra parte proviene de nuestro interior, de nuestro estado de abatimiento, depresión, miedo, angustia, inseguridad, vacío, etcétera, lo que podemos llamar nuestro malestar interior emocional-espiritual.

Aquí la clave radica en lo que Iván Illich llama la proporcionalidad, es decir la mesura, el tamaño y escala adecuado y siempre a la medida de nuestra humana condición de seres metabólicos y pequeños (Illich 1977). Esto significa que nuestra vida, desde la más pequeña actividad cotidiana, como dormir, lavarnos, orinar, tomar agua, respirar, trasladarnos, hacer el amor, comer, abrigarnos, sentarnos, divertirnos, etcétera, se viva y se realice en una escala y proporción humana. Nuestra escala humana implica, por ejemplo a nivel bioenergético cierta cantidad de energía diaria (3,000 kilocalorías). Una vida llena de deseos, de necesidades desproporcionadas genera un campo de vida y de consumo de magnitudes insostenibles, en el sentido básico de que implica cantidades desproporcionadas de energía, decenas de veces por encima de nuestra energía metabólica basal. Para satisfacer este campo tenemos que “invertir” monumentales cantidades de dinero, material, emociones, atención, energía, control, etcétera. La principal consecuencia psíquica y personal de todo esto es nuestro desgaste y agotamiento emocional, nos encontramos exhaustos y vacíos en nuestra emocionalidad, desconectados y ansiosos. Basta un pequeño experimento para darnos cuenta: dejemos de “hacer” cosas durante digamos quince horas, tal como ver la tele, leer, ir al trabajo, ir de compras, cuidar nuestra casa y sus miles de adornos, hablar por celular y teléfono fijo, navegar por internet, escuchar nuestra música favorita, etcétera. Nos veremos, tal como se ha observado en experiencias de eco-psicología, con una enorme ansiedad y angustia, algo así como “perro enjaulado”. Esto es reflejo del vació existencial y espiritual, de la desconexión con nuestra corporalidad esencial, con nuestra alma y su cuidado esencial (Moore 1998, Boff 2002).

Los seres humanos nos hemos convertido en energúmenos, tal como niños malcriados y berrinchudos, los cuales ya no podemos  contender con nuestro ser en una vida simple, o lo que en ecología profunda llamamos simplicidad voluntaria. Así mismo y correspondientemente hemos perdido la capacidad de convivencia comunitaria. Esto también es fácil de percibir: hagamos una reunión en nuestra casa, digamos que invitamos a unos seis amigos con su hijos durante un fin de semana. Percibamos qué sucede, veremos que a final del domingo estaremos deseosos de “estar solos”, de recuperar nuestra intimidad y nuestro espacio de casa. En este momento podremos observar también el grado de nuestra neurosis: cuánto necesitamos el “orden” de nuestros zapatos, de nuestros libros, de casi cada cosa en nuestra casa. Al mismo tiempo la actividad de los huéspedes quizas será bastante “des-proporcional y solidaria”, pues los “invitados” ya no sabemos respetar, ya no sabemos cómo ir por la vida cotidiana sin estar dejando rastros azarosos de nuestro andar egocéntrico. ¡Por eso hemos inventado las paredes, las ventanas, pero sobre todo las puertas con cerradura, que decir de los baños cerrados (WC o “water closet” en ingles), herramientas del ego-centrismo moderno que nos aíslan de los demás para así satisfacer en el seno del “confort” nuestras “necesidades”. ¡Somos el único animal que tiene vergüenza de su cuerpo!

De forma que por un lado, es en el seno de la comunidad donde ya los humanos modernos no nos hallamos en paz, y es precisamente esta comunidad el espacio donde los humanos han usado construir una vida sostenible, llena de sentido de pertenencia, de compasión, de compartir, de comunicación, de diálogo, de tecnologías apropiadas y locales, de espacio para la crianza, para la diversión, para el cultivo y la comida, para el trabajo comunitario (tequio) que permitía satisfacer las necesidades básicas como la casa, la cosecha, la energía, la protección, la política, el vestido, etcétera. Sin embargo este espacio comunitario no existe más, vivimos cada uno en su casa, muchas veces a miles de kilómetros de nuestros hermanos, padres, hijos, tíos, sobrinos, amigos, abuelos y primos. Sólo nos reunimos con la familia unas cuantas veces al año, en el mejor de los casos. Al mismo tiempo la única instancia familiar que mantenemos durante algún tiempo es la familia nuclear. Y esto es un decir, pues el porcentaje de matrimonios que duran más de 10 años es bajísimo actualmente. Los hijos nos “aguantan” y nosotros a ellos a lo más durante veinte años. Finalmente los amigos, tal como pusimos el ejemplo anteriormente, son nuestra más preciada compañía, pero en encuentros de sólo unas horas seguidas, a lo más…

Es evidente entonces que hemos perdido nuestra capacidad y sabiduría para la vida comunitaria. Consecuentemente las condiciones de los que nosotros llamamos <Campo de Crianza>, es decir el espacio que da forma a la vida sostenible se han resquebrajado y está desapareciendo. Quizás si observamos las diferencias de vida entre países “desarrollados” y “subdesarrollados” o entre las grandes ciudades y los campesinos e indígenas en nuestro México, podemos afirmar que radica en que en los últimos aún pervive ese vivir comunitariamente, ese ser comunal por encima del ser egocéntrico, esa capacidad de compasión y tolerancia al desorden, a la intromisión, a la convivencia donde el estar permanentemente en presencia del otro y no en dominio de “mis intereses y derechos”.

Y llegamos aquí al punto fundamental, al romperse y degradarse el espacio de vida comunitaria, la vida en la tradición creativa, es decir el sentido conectado, sagrado y ritual, el sentido mágico, de celebración, de simplicidad de la vida, se va resquebrajando, dejando lugar a tan sólo una vida secular e individualista, es decir ausente de lo sagrado. Es en este espacio de la intemperie y el desasosiego (Pessoa,  Fernando 1999 – Libro del desasosiego. Seix Barral Editorial) donde la intelectualización, el consumismo, el entretenimiento comercial, la enfermedad fisiológica y mental, el odio y la xenofobia, la angustia y las adicciones, la depresión y la ira, es decir todas esas manifestaciones de la Crisis Planetaria Humana, se manifiestan cada día más con mayor intensidad.

El espacio comunitario es el espacio donde se crea y re-crea la fuerza, la coherencia, los saberes, la organización, la protección, etcétera, para poder  recuperar la capacidad de construir nuestro mundo en términos de los intereses de la Madre Tierra, de nuestros descendientes en la séptima generación, de las plantas y animales, de nuestros viejos y niños, de nuestros hermanos de bio-región, de nosotros mimos.

Sabemos que para cambiar las cosas no se requeriría de una revolución, ni siquiera de tomar el poder político-militar, sencillamente bastaría decir ¡no! a todo lo que consideramos que no corresponde a nuestro estar sagrado y sostenible en nuestro lugar:

¡No voy a trabajar para un patrón,

no quiero ver ni tener televisión,

no quiero comprar alimentos producidos fuera de mi comunidad,

no quiero tener automóvil,

no quiero entregar la educación a una institución ajena a mi comunidad,

no quiero supermercados,

no queremos políticos de carrera que nos usen y manden,

no quiero tener que divertirme con arte comercializado y que no sea en vivo,

no quiero espacios habitacionales y objetos  en tal cantidad que me conviertan en su esclavo de trabajo para mantenerlos!,

etcétera,

etcétera…

Por supuesto que para llegar a este lugar requerimos básicamente de dos  procesos de gran complejidad:

i)                  Reconstruir las prácticas y saberes de la tradición, es decir de la vida en lo sagrado donde esta forma de ser y vivir resultan los “grandes pendientes” que la humanidad creó durante al menos los 5,000 años anteriores (machismo, feminismo, violencia, dominación, desatención, etcétera).

ii)                 Emprender el proceso de re-comunalización, lo cual implica en primera instancia la sanación holística (ver más abajo) de las personas y de las comunidades en formación.

Sin embargo estos procesos requieren de profundos y sensitivos conocimientos que es necesario despertar en el seno de cada persona y cada comunidad en formación. No pueden venir desde “especialistas”, instituciones de asistencia, del gobierno, de un dios externo o de chamanes, sacerdotes o líderes intelectuales. Requieren por lo tanto, del despertar de la inteligencia intuitiva personal-comunitaria que surge como parte de un proceso de sanación personal y comunitario (Vargas Madrazo 2007). El tránsito hacia estos saberes y prácticas auto-gestivas de sanación comunitaria, marca una diferencia y una ampliación respecto a lo que la modernidad ha creado como los procesos de terapia personal en un esquema profesional-comercial, es decir la aplicación por parte de un profesional de terapias diseñadas por intelectuales para la cura de patologías en el seno de un individualismo y fragmentación humana. Estas condiciones de aislamiento del individuo, de la ruptura del espacio, de los saberes y las condiciones de la comunidad sagrada, son por lo tanto los escenarios para la neurosis y la patología del individualismo moderno. Y estos contextos y procesos no son tocados ni re-construidos en el proceso terapéutico convencional, por lo que llevarán más tarde a la aparición de otras patologías de la modernidad.

Así este círculo de la enfermedad-terapia individual exige más y más recursos económicos, materiales y emocionales, y por lo tanto una nueva y más profunda re-inserción de la persona y la sociedad  en la trama del capitalismo y la modernidad, re-inserción que generará un nuevo y más profundo ciclo de patología.

Evidentemente que en este proceso de cura no se está trabajando en “la crisis como oportunidad” para crear nuevos mundos. Por otra parte y desafortunadamente, la gran mayoría de este auge explosivo de terapias “new age”, chamánicas y alternativas abrevan sin percibirlo de la misma lógica del consumo de aspirinas  y por lo tanto de la sociedad industrial e insostenible que la modernidad globalizadota del capitalismo está creando.

Esta práctica de lo que llamamos Re-Comunalización desde la Sanación es una praxis que se ha estado gestando dentro de la experiencia alternativa y revolucionara de personas y comunidades. Estos seres humanos abrevan en sus raíces de comunidades que rechazaron la entrada de la modernidad a sus espacios en países como Italia, Francia y Alemania, de los Luddites en Inglaterra, de los anarquistas en Europa y Estados Unidos en los siglos XVIII y XIX, así como de todos los movimientos contraculturales y alter-mundistas que en los siglos XX y XXI se han estado gestando. Así mismo, esta profunda reflexión y praxis acerca de cómo co-crear las condiciones revolucionarias para la sanación de las personas, de la comunidad y por lo tanto para la creación de formas de vida sostenibles, se ha gestado en las personas “simples” que han sufrido la catástrofe de la urbanización, de los pueblos aborígenes “modernizados” y vueltos proletariado inmigrante de las maquiladoras, en los terapeutas, artistas, científicos e intelectuales alternativos que han rechazado el control hegemónico, en los luchadores sociales comprometidos con la comunidad, en los religiosos que lidian por una espiritualidad desde cada persona y lejos del control de la mafias eclesiásticas, en los líderes populares que siguen fieles a sus movimientos y comunidades, en las mujeres madres solteras que crían a sus hijos y mantienen los saberes y tradiciones femeninos y humanos, en los chicos de “la banda”, jóvenes que forman comunidades alternativas y que se niegan a ser licenciados, contadores o cajeros en un banco transnacional, en los inmigrantes que cultivan la tradición de su lengua, de sus danzas, de su comida y que crean una nueva cultura híbrida llena de sentido humano y sagrado, en los curanderos, en los campesinos, en los chamanes que conservan y rescatan los saberes ancestrales y tradicionales, etcétera, etcétera.

Todo este hacer no implica volver a un pasado ideal, sino la re-construcción de un presente  y futuro en retro-progresión, es decir mirar y experienciar el pasado, la tradición (retro) para desplegarse y progresar hacia un futuro posible y sagrado (Paniker 2000). El mensaje fundamental de toda esta creatividad se vive desde una necesidad de articular y considerar las cuatro dimensiones del ser humano (físico, emocional, mental y espiritual) en un proceso que llamamos Activismo Social-Espiritual, el que nos permite crear los espacios comunitarios y las acciones donde aterrizar lo que las personas y las comunidades decidan como sus prioridades, es decir los espacios para las formas de vida alternativas. Estamos ante la disyuntiva de decir: “me repienso y me des-pienso, abro una pausa como una oportunidad para dar el paso hacia un bien-estar sostenible y sagrado”. Es un mensaje en el sentido de que es una oportunidad histórica, un espacio donde la humanidad de forma clara y poderosa puede retomar el misticismo, la acción y la razón, la sensibilidad, la conciencia y convertir esto en una opción que transforma la vida en nuestro planeta.  Este activismo social-espiritual es la esencia de la ecología profunda y sagrada.

Nuestra propuesta se encamina precisamente en este sentido: coadyuvar a la creación de espacios de transformación y de apoderamiento personal, de re-comunalización o com-marcación (espacios de convivencia y acción comunitaria), a través de poner en práctica procesos de creatividad sagrada y de ritualización, los cuales se articulan con procesos de creatividad comunitaria para la transformación social desde una ecología profunda. Esta praxis transformadora nos posibilita construir de forma sostenible alternativas al desarrollo capitalista. Esta opción se construye retomando y recreando particularmente la cosmogonía de nuestros antiguos pueblos aborígenes de esta parte de la Tierra  y estableciendo un diálogo entre las diversas sabidurías de los pueblos milenarios, los saberes locales tradicionales y la ciencia ecologizada y sacralizada.

Atestiguamos desde nuestra propia experiencia de comarcación y co-construcción de alternativas al desarrollo, que estos espacios y praxis eco-poéticas-rituales permiten abordar de forma creativa y exitosa, problemas centrales de la convivencia social, tales como el poder, la feminidad-masculinidad, la generación de saberes locales, los conflictos, los procesos de cambio, la creatividad, la violencia y la depresión, la salud-enfermedad, etcétera.

El reencuentro con la experiencia de lo sagrado -lo cual se vive en los rituales no secularizados-, en convertir cada acto de nuestra vida cotidiana en un acto ritual conectado con la organización global y planetaria, es central en la generación de los procesos de transformación y de re-comunalización. El contacto con lo sagrado nos permite trascender el sentido de separatidad (aislamiento) y acceder a lo “numinoso”, es decir a la profundidad de la experiencia vital, de la relación con la naturaleza, con nosotros mismos y con nuestro entorno.

Es lo que nos permite reintegrar la dimensión espiritual del ser humano, al mismo tiempo que nos lleva a reajustarnos a los patrones de la naturaleza y restituir el ritmo hacia nosotros mismos, hacia el entorno y hacia el cosmos, y de esta manera re-crear un pulso y un ritmo comunitario, hacia un mundo posible: la utopía holística y sagrada de una Transformación Social Espiritual.

Es quizás aquí un momento para agrupar  algunos de los elementos que hemos planteado en este texto. El punto de partida es la crisis como oportunidad que se está presentando en este momento histórico a la humanidad y a cada persona a través de la Crisis Planetaria Terminal. Esta crisis es percibida por cada uno de nosotros y no requiere de ser sancionada y avalada por “expertos y políticos”. Pero para recibirla y entenderla requerimos de detenernos y de hacernos preguntas y realizar una mirada profunda, experienciar nuevas formas de vivir y percibir. Esto requiere de un tránsito de des-estructuración de creencias, ideas y hábitos que realizamos mecánica e inconscientemente. Requiere de prácticas donde nuestra vida comience a “ecologizarse”, es decir conectarse con la complejidad y sutileza del mundo, de sus relaciones y patrones profundos y sagrados. Llamamos a esto “proceso de auto-sanación salud-enfermedad”. Pero tal como hemos visto esto no significa tan sólo entrar en las dinámicas individualistas de la terapia convencional o alternativa. Necesitamos “ecologizar”, es decir conectar nuestra problemática y  patología con el entorno y con lo que estamos haciendo a la ecología interior y exterior. Podemos darnos cuenta que esto no tiene sentido en un contexto aislado y egocéntrico, sino que requiere de campos de crianza comunitarios. Desde este espacio de apoderamiento personal y comunitario, la conciencia y la voluntad sagrada pueden iniciar el delicado y complejo proceso de regreso a nuestro lugar proporcional como hijos de la Madre Tierra. El crecimiento  y consolidación personal y comunitaria, así como la dirección de esta transformación que cada persona y colectivo llevaremos, será una decisión co-construida, local y proporcionalmente por cada comunidad.

6.3 La eco-feminidad y el antropocentrismo

La esencia de esta actitud y este vivir des-proporcionalizado proviene de un ser humano segmentado de su cuerpo, de una sociedad dominada por patriarcas que violentan a sus propios cuerpos, a las mujeres, a los niños, a los viejos y en general a natura.

A finales de los años setenta, pero sobre todo en los años ochenta, surge el eco-feminismo, que viene a sinergizar y a potenciar de una manera fabulosa la ecología profunda, porque le da lo que le falta, pues el problema profundo es el de un antropocentrismo, sin embargo las ecofeministas dicen, sí y no. Es un problema no de antropocentrismo es también y sobre todo de androcentrismo. Ha sido la construcción de una sociedad patriarcal que surgió hace cinco mil años. Se han realizado investigaciones y hay diversas evidencias que muestran que de cinco mil años para atrás no hay guerra, violencia sistemática, secularización y separaciones de los saberes,  ni tampoco la existencia de sacerdotes como los conocemos (Eisler 2000). Por esas fechas es cuando se “eliminan” las diosas madres de la fecundidad, las diosas sagradas del placer, una visión lúdica y hedonista en lo sagrado, un monismo con la naturaleza. Desde esta experiencia se hace una ruptura hacia los grandes dioses guerreros, dominadores, y es ahí donde surge el problema central del ser humano: el androcentrismo, el imperio de la razón, el olvido del cuerpo, de la intuición, de la ternura y de la conexión con la totalidad.

Para el movimiento de la eco-feminidad el discurso de las ciencias sociales ha sido desde hace 250 años el de pensar la sociedad desde la perspectiva occidental y patriarcal. Aún la corriente crítica, el marxismo y el posmodernismo, sólo atinan a generar planteamientos acerca de cambiar el sistema de poder político-económico y los procesos socio-culturales en el marco de un ser humano concebido bajo la esfera del materialismo y el racionalismo, bajo una lógica de instituciones concebidas y vividas bajo las nociones de vida moderna y secularizada. Estos cambios se proponen sin mirar la dimensión físico-mental/emocional-espiritual del ser humano, su esencia articulativa y la múltiple co-determinación compleja de todos sus niveles de organización.

Consecuentemente, la economía ecológica y la ecología política nos plantean reformar la sociedad moderna mediante una nueva racionalidad ecológica para generar procesos de industrialización y desarrollo que sean supuestamente sostenibles. Esperan así que sin reconocer y transformar el divorcio brutal que existe entre ser humano y natura, sin abordar el androcentrismo que coloniza a las mujeres, a nuestro propio cuerpo y a la naturaleza, el ser humano y sus instituciones, cambiará la humanidad hacia un desarrollo sostenible. Y es que como propone Humberto Maturana, las ideas y lo racional en general no son ámbitos que existen por sí mismos, sino que son espacios de acuerdos cognitivos en donde el conocimiento racional es incapaz de contender y convivir con la complejidad. Son intentos por generar certezas, modelos y explicaciones causales atrapados en representaciones acartonadas que sólo consiguen crear más confusión y ansiedad epistémica[11].

Tanto las cosmogonías tradicionales como las ciencias cognitivas nos muestran que el conocimiento y en general el vivir carecen de sentido alguno fuera del cuerpo y su co-determinación por el entorno (Dycthwald, 1986, Damasio, 1999). Es decir, ningún saber, ninguna percepción es un “reflejo” neutro y ajeno al cuerpo. Más aún, la conciencia y la acción de nuestro ser humano ES y vive en y por el “SerCuerpo”, lo que percibimos es en su mayor parte la construcción de nuestro SerCuerpo, el cual además en su acto de conocer se auto-organiza/construye permanentemente y al mismo tiempo co-construye constantemente el mundo que percibe.

Todas estas nociones están en contradicción con las concepciones ortodoxas de las ciencias sociales, las cuales asumen a priori la existencia de un “mundo objetivo allá afuera” y consecuentemente de una percepción igualmente en relación a este universo “común y determinado”. El ser humano y social que surge de esta cosmovisión materialista y determinista es inexorablemente incapaz de  incluir y articular algunos de los aspectos centrales de la naturaleza física-mental/emocional-espiritual del ser humano.

Es por esto que si en verdad queremos superar la crisis social y ecológico-planetaria, debemos trascender las visiones y nuestra corporalidad y accionar cotidiano patriarcal y reduccionista. Ahora sabemos que ante la gravedad de la crisis humana y planetaria es fundamental replantearnos nuestras preguntas, nuestra forma de actuar, investigar y en general el conocimiento racional. Las raíces de la crisis del racionalismo y del mecanicismo no son superficiales, implican profundas deformaciones de nuestra relación dualista con el mundo, lo cual genera dominación y expoliación hacia las otras personas y hacia la naturaleza.

6.4 El inicio hacia un camino alternativo accesible, real y amoroso

Si a partir de la reflexión sutil y profunda cada uno de nosotros  tomamos el camino de la búsqueda de alternativas de vida, entonces la visión y las preguntas se irán abriendo y la opciones comenzarán a hacerse palpables y reales a nuestra experiencia cotidiana. Pero ¿cómo?

Hemos hablado de la dimensión ecológica holística de lo humano, de los seres humanos. En su implicación más trascendente esto nos ha llevado a revalorizar a la persona-en-comunidad como el espacio de crianza y de la posibilidad de una transformación y un enriquecimiento real de nuestras vidas hacia lo sagrado y la sosteniblidad real: transformar nuestras vidas de forma que el compromiso con la séptima generación pueda ejercerse en acciones operativas y concretas.

Así mismo, hemos reflexionado acerca de cómo este regreso a nuestro hogar, a la comunidad, a la comarca, requiere de un profundo proceso de sanación personal y comunitario, un proceso de sanación no fraccionado y ego-centrista, sino una transformación desde la auto-responsabilidad hacia “mi crisis”. Esta acción implica una ecologización de mi “crisis-patología”, llevando esta crisis-patología a sus causas complejas conectadas con el desmembramiento de mi ser-en-comunidad y en la Crisis Planetaria Terminal.

Estos procesos de sanación holística y ecologizada se están comenzando a dar en casi cada rincón de nuestro planeta a través de terapias, comunidades y proceso sociales alternativos. Son evidentes cuando abrimos los oídos, los ojos, la piel, el entendimiento, las ideas, la intuición y sobre todo nuestro SerCuerpo, es decir la integralidad de nuestro ser humano en su dimensión articulada y holística física-emocional-mental-espiritual. De forma más articulada se están abriendo estos procesos de transformación a través de talleres de ecología profunda, del movimiento bio-regional, de comunidades de vida intencional, del movimiento de economía solidaria y local, etcétera, etcétera. También se gestan a través de talleres de eco-pedagogía, de encuentros y actividades cotidianas de los grupos de tradición y saberes ancestrales social y ecológicamente comprometidos, de círculos de comunidades de aprendizaje, de círculos de sanción personal y planetaria, de procesos de chamanismo ecológico, etcétera, etcétera.

No nos cansaremos de vivirlo y compartirlo, el cambio proviene de detenerse, de cambiar la mirada y hacerse nuevas y sentidas preguntas, de abrir la percepción y nuestro cuerpo hacia lo que está sucediendo más allá de las instituciones oficiales y ortodoxas tales como la escuela, el hospital, la comunicación comercial, el comercio globalizado, el entretenimiento enajenante, el trabajo asalariado, etcétera.

El comenzar a unirse en “Círculos de Diálogo y Conversaciones” (www.comunidadesdeaprendizaje.net/) es, desde nuestro punto de vista la vía más natural, concreta, amable, amorosa, incluyente, pausada y creativa que  se está dando dentro de este gran movimiento de Cambio Social Espiritual. Esto implica de hecho el inicio con estas experiencias de lo que llamamos Comunidades de Aprendizaje. A partir de estos círculos se comienza a desde la práctica el prejuicio de que no poseemos conocimiento propio y pertinente, de que las opciones son las que nos brindan las instituciones, de que “no se puede hacer nada” pues la globalización y el sistema de la modernidad es una fuerza y una inercia que nos se puede enfrentar.

A continuación presentamos ejemplos de algunas de las miles y  millones de experiencias que se están gestando y realizando en todo el mundo. En los subsiguientes números de esta serie sobre ecología profunda y sagrada, publicaremos revisiones sobre las experiencias alternativas en las distintas áreas del vivir humano. El abrirse a conocer y aprender de estas experiencias alternativas no significa que mañana abandonaremos todo para transformar todo de una sola vez. Significa comenzar a tomar conciencia desde el SerCuerpo de las distintas esferas de la Crisis Planetaria Terminal, de cómo muchas personas han estado tomando pasos firmes para sanarse, retomar su poder personal y comunitario desde los sagrado y sostenible. Esto significa una reconexión de nuestros procesos de cambio hacia una ecologización,  desde nuestra problemática personal y  vinculándonos hacia espacios comunitarios de reflexión y aprendizaje, es decir de re-comunalización. De esta forma es que podemos comenzar a percibir los pequeños cambios que en nuestra conciencia, en nuestros pequeños actos cotidianos, y por lo tanto en nuestro hacer podemos comenzar a dar.

A partir de dar inicio a este camino, las opciones, las oportunidades, los saberes, el soporte y la fuerza comunitaria, todo esto comienza a construir opciones cada vez más reales para una transformación profunda y sagrada hacia un mundo posible, hacia el reencuentro con nuestra Madre Tierra: Tonantzin Tlalli.

6.5 Las ecoaldeas

Hay en este momento ya muchas personas y colectivos que están trabajando para conseguir esos cambios culturales-espirituales, ese nuevo desarrollo de los ecosistemas humanos. Por ejemplo hay colectivos llamados ecoaldeas, ecovillas o comunidades intencionales, las cuales están conformadas por personas que, frente al deterioro de la calidad de vida propio de las grandes ciudades y la destrucción del medio ambiente que éste desgraciadamente ha implicado, deciden habitar un espacio que se caracteriza por ser ecológico-comunitario, de rasgos holísticos y tradicionales, donde las actividades humanas están integradas al mundo natural de manera no dañina, de tal forma que apoyan un desarrollo humano saludable, y que pueda continuar indefinidamente en el futuro. Son espacios donde las comunidades proponen un nuevo tipo de relaciones cooperativas, en que se contemplan las funciones de una vida normal, tales como vivienda, alimento, materiales, relaciones emocionales, el poder, descanso y vida social en una escala que intenta deliberadamente respetar un alto compromiso de sostenibilidad. En lugar del acostumbrado fin de dominar la naturaleza, se busca un encuentro con ella, una praxis social y comunitaria comprometida, que permita un desarrollo saludable y sagrado del ser humano y de la tierra donde vive, lo que implica un crecimiento integral y equilibrado en los planos físico, mental,  emocional y espiritual.

A pesar de que para muchos esto puede parecer un sueño, se trata de una realidad que con trabajo y mucha paciencia se está llevando a cabo a escala planetaria, a través de una red mundial integrada por medio centenares y miles de aldeas ecológicas en el mundo (http://es.geocities.com/rie_ecoaldeas/, http://www.gen.org/).

Todos podemos participar de forma madura, solidaria y activa en este proceso de cambio. Comenzando por crear redes de grupos en nuestro barrio, en el pueblo, en el trabajo o la escuela, colectivos que trabajen por el cambio de los sistemas humanos y empezar a realizar cambios reales que están a nuestro alcance. Como ya dijimos esto requiere de proceso de re-aprendizaje a través de comunidades de aprendizaje. Esto nos permite reaprender a dirigirnos hacia otros porvenires menos agresivos y fatales. Estas comunidades de transformación pueden articularse a aquellas comunidades de vida o eco-aldeas donde existen personas con una basta experiencia de activismo social y de formas de vida sostenibles. Estos colectivos normalmente forman parte de una extraordinaria red de relaciones y recursos para  la vida sostenible (http://es.geocities.com/rie_ecoaldeas/, http://www.gen.org/).

La supervivencia exige revolucionar el devenir; para esto es necesario recobrar el control de la velocidad de nuestros procesos, reducir la velocidad para evitar una explosión por sobrecarga. La práctica real y cotidiana de este tipo de cambio se vive en la cotidianidad en estas comunidades intencionales.

De esta manera tal vez podamos ver algún día al ser humano con una identidad, alegría, seguridad, autonomía, responsabilidad, compromiso social y con una percepción ecológica-cósmica. Quizás esto nos permita progresivamente recuperar nuestra funcionalidad como especie en una armonía con el resto de seres vivos de nuestro planeta azul Gaia, para que junto a los ríos, los mares y los bosques, la vida siga creciendo y funcionando.

6.6 La Ecología Sagrada

En la perspectiva de la filosofía perenne es una especie de redundancia decir Ecosagrado pero dada la partición que existe de lo humano, en su desmembramiento se va perdiendo poco a poco el sentido profundo de lo sagrado, el sentido de lo ecológico.

La gente no sabe qué pensar cuando le dices sagrado, pero sin duda es una palabra que toca algo de cada quien.

Pero para una persona que sí está insertada en lo sagrado, Ecosagrado sería una redundancia. Eco es una concesión al ámbito de lo racional, al ámbito más creativo de lo racional. Lo Eco es una representación sistémica y holística del universo, que no se restringe, por eso no le llamamos ecología. Con esta palabra hay un mal entendido. Se piensa que es una rama de la biología que se encarga de estudiar las relaciones entre los seres vivos, los procesos biológicos de organización, pero tiene éste término una connotación más universal, porque eco significa cada, relación y sistema. Además entender a los procesos vivos a través únicamente de lo biológico es una cuestión de reducción, como si el hecho de ser un ser biológico se significara solamente ante un nicho ecológico en tu zona biogeográfica o en tu planeta. Es un ser también en el sistema solar, en la Vía Láctea, en el cúmulo de galaxias, en el universo y más allá… como si eso no tuviera una importancia.

Realmente lo que sucede es que con lo que hemos deconstruido también destruimos estas interrelaciones. Por ejemplo, al destruir la astrología hemos destruido la posibilidad de que se manifiesten estas relaciones.

Al haber roto lo sagrado hemos evitado que se expresen estas relaciones cosmogónicas. Y hasta nuestros días lo que se considera son las relaciones puramente materiales.

6.7 La Filosofía Perenne

Cuando hablamos de filosofía perenne nos referimos a esa sabiduría, a ese corpus que no  tiene una organización y una jerarquía como ocurre en el conocimiento racional. No se limita, como en el caso de la filosofía occidental, a un corpus racional, el cual tiene que ver con una construcción mental, sino la filosofía perenne es lo que va más allá y se expande por todos los ámbitos. Por ejemplo, un campesino tiene tanta filosofía perenne como cualquier otra persona. Incluso los sistemas filosóficos que se generan como producto de la investigación campesina producen espacios de explicación, de interrelación con la naturaleza que desde mi punto de vista son tan profundos como los que pudo haber elaborado Spinoza o Kant o cualquiera de los filósofos occidentales. Así, esta perspectiva cerradla diálogo de saberes no asumen que hay una filosofía de los seres humanos de, digamos, hace 10 mil años, incluso de hace 20 o 30 mil años. Por el contrario la filosofía perenne trabaja y se re-genera desde una apertura hacia la valides y pertinencia de cualquier sistema de conocimiento basado en una profunda experiencia, es ahistórica. Esa es la connotación que se le da a la filosofía perenne.

Sin embargo, actualmente el rico misticismo de la filosofía perenne está tendiendo puentes, se está abriendo al diálogo con lo que nosotros llamamos la nueva ciencia de la complejidad. Y este diálogo se está dando porque existe una necesidad, porque existe una “conspiración” porque existe una crisis planetaria. Estamos ante un parteaguas, ante una situación cósmica y planetaria que no aguanta más, en la cual el ser humano, y eso lo dicen muchos místicos, está llegando a cerrar un ciclo que se inició con la salida del paraíso, cuando el ser humano fue arrojado a la conciencia de su propia vida. En este momento el ser humano arrastrando a toda la comunidad viva, está llegando a un punto crítico de necesidad de recambio, en el cual su existencia está cuestionada de manera brutal, pues es muy probable que sean 20 a 30 años los que queden de vida a miles de especies y ecosistemas, al a vida de Gaia así como la conocemos.

Se vive una imperiosa necesidad de unir las tres dimensiones del ser humano en una cosa que le llamamos activismo social-espiritual, que plantea lo que vamos a hacer con este don de auto-observarse. Estamos ante la disyuntiva de decir: me re-pienso y me des-pienso, inclusive, en esta unión o confluencia entre lo místico con lo científico que es una oportunidad para dar el paso. Es decir, no queremos quedarnos nada más en la alegoría. Decir: qué bonito que se están uniendo ciencia y magia, sino para nosotros esto es un mensaje que nos esta diciendo que por primera vez en la historia de la humanidad podemos tomar el misticismo, la acción y la razón, y convertir esto en una opción que transforma la vida en nuestro planeta, esto es lo que llamamos activismo social-espiritual y que es la esencia de la ecología profunda y sagrada.

Es nuestra convicción que el principal objetivo de la ecología profunda-sagrada no es más que, como dice Arne Naess[12] (1995), hacerse las preguntas profundas y actuar desde la humildad. Así de simple. Y no caer en la trampa que desde nuestro punto vista es en la caen varios autores de la ecología profunda, y que es el querer definirla, ponerle límites, y sacar de su interior a quienes no congenian. Hacerse las preguntas profundas sobre cuál es la esencia de esta crisis planetaria que vivimos. Esa es la diferencia de la ecología profunda (Deep Ecology) respecto a lo que Arne Naess critica, cuando propone a la ecología profunda en contraposición a lo que él le llama ecología suave (Soft Ecology), que es lo que se estaba gestando en los años setentas con el informe del Círculo de Roma “Los límites al Desarrollo”, que es una investigación que hicieron durante muchos años un grupo de economistas que se les denominaba, precisamente, el Círculo de Roma, y que da el primer toque de alarma de que esta visión que nos habían vendido, del mundo ad infinitum expandiéndose, la revolución industrial inacabable, la colonización de los planetas, el establecimiento de un capitalismo infinito, tipo guerra de las galaxias. Se plantea entonces que eso es absurdo y que ya en ese entonces empezaban a agotarse esos preceptos, el capitalismo y la sociedad moderna estaban llegando al límite. Pero ¿cual es la respuesta que se empieza a esbozar?, bueno, pues vamos a cuidar los arbolitos, vamos a tratar que las ciudades no crezcan tanto, vamos a ser un poco más racionales, y Arne Naess, dice que lo que pasa es que esto que están planteando los economistas, los antropólogos, los sociólogos, los políticos, pues es una respuesta soft a un gran problema. Y dice, lo que tiene que haber es una deep ecology. El problema del ser humano, a diferencia de lo que planteaba Marx que todo se debía a una forma de organización política de la modernidad, él dice que el problema del ser humano es de cómo se percibe a sí mismo y cómo construye su relación con la naturaleza y ese problema tiene cuando menos 2 mil o 2 mil 500 años y comenzó con los griegos. No es un problema de volver racional a la sociedad moderna, es un problema de reconstruir a esta sociedad y sus factores interiores (Naess, 1995).

 

 

 

6.8 El ecofeminismo

A finales de los años setenta, sobre todo en los años ochenta, surge el ecofeminismo, que viene a sinergizar y a potenciar de una manera fabulosa la ecología profunda porque le da lo que nosotros consideramos le falta, pues el problema profundo es el de un antropocentrismo y las ecofeministas dicen, sí y no. El problema no es de antropocentrismo,  es de androcentrismo[13], es la construcción de una sociedad patriarcal que surgió hace 5 mil años. Se empiezan hacer investigaciones y existen algunas evidencias que muestran que de cinco mil años para atrás no hay guerra, violencia sistemática, secularización y separaciones de los saberes,  existencia de sacerdotes como los conocemos. Por esas fechas es cuando se cambia de las diosas madres, de la fecundidad, las diosas sagradas del placer, una visión lúdica y hedonista, un monismo con la naturaleza, a los grandes dioses (andromórficos) guerreros, dominadores y es ahí donde surge el problema central del ser humano (Adams, 1996).

El otro gran componente de la ecología profunda es lo que se llama la ecojusticia que es el componente más fuertemente social, pues como lo dice Leonardo Boff, el grito de la tierra es también el grito de los pobres, es el grito de la dominación.

Se trata entonces de ponderar a las personas desde la comunidad, que es la esencia de la ecología profunda, cuyo elemento fundamental es la recomunalización. Pienso en Ivan Illich, que para nosotros es uno de los más grandes ecologistas profundos, porque lo que dice es que si no construimos una sociedad convivencial, si no recuperamos el arte de la proporcionalidad la pasaremos mal.

Otro de los hombres que influyó mucho en todo esto es Schumager que era uno de los consultores más importantes del imperio británico para cuestiones de economía en Asia. Estuvo en la India y estudio el budismo y luego regresó a Inglaterra en los sesentas y escribió un libro famosísimo que se llama “Small is beatiful”(1973), “Lo pequeño es hermoso”, en donde define una economía de dimensión humana, muy en el sentido de la ecología profunda pero con el interés de qué hacer en la economía, en la tecnología, en la salud…e Ivan Illich empieza a participar en los años noventa en esos foros, y ahí tiene una acogida que nunca había tenido en ningún otro lugar. Porque Ivan Illich no quedaba en el comunismo, pues él era un crítico feroz de las instituciones, la herramienta es un concepto fundamental de su crítica, donde entra tanto el poder capitalista como el socialista. Tampoco está dentro de la espiritualidad porque es un tipo muy comprometido con el qué hacer y  a la espiritualidad en ese momento no le interesa por lo menos al exterior. La intelectualidad o la academia, peor, lo aborrecían, él tiene un libro que se llama “La sociedad descolarizada”, habla lo que desde mi punto de vista yo defino como la investigación comunitaria, o sea…no tenía quien lo entendiera.

6.9 La ciencia reconsiderada al servicio de la humanidad

Hay un autor suizo alemán que se llamó Rudolph Steiner, padre de la antropososofía y del método Waldorf de educación, fue un gran estudioso y seguidor de las teorías de Goethe, el gran recreador de lo que nosotros llamamos la ciencia sagrada, pues además de ser poeta y literato era científico e investigó cuestiones del color, asuntos de anatomía, de botánica, etc. Steiner tiene un libro que se llama “Goethe and sience”,  “ciencia goethiana”, que nosotros le llamamos ciencia en un sentido amplio y que la interpretación desde occidente son los métodos de investigación de la filosofía perenne, de la sabiduría tradicional.

Es tan rica la complejidad, en términos de Edgar Morin, y que la filosofía perenne diría, es tan rico lo sistémico, esa esencia sagrada que permea todos los sucesos que ocurren en la naturaleza es tan vasta y persistente que aún en el marco de la observación empirista es capaz de revelar ciertos atisbos de su carácter en la totalidad. Pero esa forma de abordar la realidad es una forma que en términos de Grinberg es una forma que deconstruye la sinergia, esta relación entre la lattice[14] y la conciencia, colapsando la poliofonía de niveles de expresión de la realidad hacia lo que reifica un aparato. El aparato, el dispositivo, como diría Illich, la herramienta, que cosifica al objeto.

No vas a poder nunca capturar la totalidad con un aparato solamente; como diría Krishnamurti, un recto actuar y un recto pensar son capaces de contender o más bien un modo de  sumergirse y reencantarse con la totalidad.

Por eso un gran deseo nuestro, un gran placer y sentimos que una gran necesidad, es la de reconstruir la ciencia que es además es como siempre los chinos hicieron su ciencia, tal como la hicieron los mayas.

La ecología profunda plantea el ámbito de la salud, de la ecopsicología, que va más allá de la psicología transpersonal, existen muchas evidencias que han estado surgiendo de investigaciones donde se ha mostrado una dimensión ecoplanetaria de la psique, del ser emocional y psicológico.

Estamos convencidos de que es necesario reconstruir la dimensión trinitaria del ser humano, una reconstrucción de lo que diría Illich el arte de la proporcionalidad. Reproporcionarnos si, pero no sólo en lo referente a lo espiritual, sino también en lo planetario, lo físico, lo mental. En el ámbito planetario emprendemos una ruta espiritual o comunitaria o de crecimiento emocional y no nos damos cuenta que al agarrar el coche estamos entrando en la misma dinámica, al ir al super o tomar el avión o sujetar la bolsita de plástico y tirarla, lo que hacemos es reproducir la misma lógica planetaria, tenemos que empezar a tomar conciencia y dar pasos.

Pero si queremos dar un paso de conciencia planetaria y seguimos tratando de dominar emocionalmente a las personas, seguimos vacío, sin reconocer a nuestro niño interior, seguimos separando las ideas de las emociones, seguimos dominando a la mujer, a los hijos, odiando a el padre, a la madre, somos incapaces de llorar, de conectarnos con los sentimientos de abandono, de soledad, sin trabajar interiormente, no podremos alcanzar lo que enuncian esas palabras.

Si tampoco somos capaces de trabajar, de meter las manos en la tierra, de producir, de recuperar nuestra capacidad artesanal, de reproducirnos materialmente, si no somos capaces de darnos cuenta que estamos conectados en una matriz sagrada, que tenemos que recuperar lo ritual, que cada acto que acometemos es un acto sagrado, proporcional y por lo tanto estos términos no pasarán de ser palabras.

Los hombres modernos hacemos unas 20 0 30 mil acciones diarias, tenemos cientos de objetos dentro de nuestra casa, es absolutamente desproporcional la vida cotidiana. Si recuperamos el acto de tomarnos un te y la tasa elaborada por nosotros mismos y es una tasa que tiene una forma inspirada en colores y en relación a otras formas, como la casa, automáticamente reproporcionalizamos la acción, y eso nos vuelve ecológicos, porque dejamos de ser, como dice Ivan Ilich, alguien de 20 mil watts, según sus cálculos, para ser un ser de una tribu o una aldea, de 200 watts. No hay tierra que aguante seres de 20 mil watts, lo que tenemos son a nuestros esclavos energéticos. Anteriormente eran los animales, después los propios humanos, las máquinas y ahora la tierra completa es nuestro esclavo energético.

Si no reconstruimos esa proporcionalidad que desde nuestro punto de vista es a través de reconstruir lo sagrado, que cada acto se convierta en un acto sagrado y reúna nuestro carácter trinitario, no podremos avanzar en lo que nos proponemos.

“¡La Naturaleza! Estamos rodeados y abrazados por ella: incapaces de separarnos de ella, e incapaces de penetrar más allá de ella. Sin preguntas ni advertencia, nos arrebata en su danza circular, y nos da vueltas hasta que estamos cansados y nos dejamos caer de sus brazos”

Thomas Henry Huxley

 

 

 

 

 

 

 

REFERENCIAS:

1. Adams, C. 1996. Ecofeminism and the Eating of Animals in Karen J. Warren, ed., Ecological Feminist Philosophies; Bloomington: Indiana University Press.

 

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5. Chambers N; Simmons, C; Wackernagel, M. Sharing Nature’s Interest: Ecological Footprints as an Indicator for Sustainability. Earthscan, London, 2000.

6. Damasio, Antonio, Sentir lo que sucede, Adnres Bello Ed. 1999, Santiago de Chile.

7. Dycthwald, Ken, Bodymind, Tarcher Ed. 1986, Los Angeles.

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32. ONU/WWAP (Naciones Unidas/Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos). 1er Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo: Agua para todos, agua para la vida. 2003. París, Nueva York y Oxford. UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) y Berghahn Books.

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40. WHO/EMC. 1996. Excerpts from Report of a WHO Consultation on Clinical and Neuropathological Characteristics of a New Variant of CJD and Other Human and Animal Transmissible Spongiform Encephalopaties. Geneva.


 

1] Evocando a la diosa griega Gaia, madre de la tierra para los antiguos Griegos

[2] Del griego αυτο-, auto, “sí mismo”, y ποιησις, poiesis, “creación” o “producción”.

[3] Celebrado del 16 al 23 de marzo de 2003, en Kyoto, Shiga y Osaka.

[4] Alimento elaborado a base de harinas de carne y huesos.

[5] Nos referimos a un punto de quiebre o a un cambio de época. En este sentido esta bifurcación  implica que gran parte de nuestros supuestos, de las formas convencionales como los procesos y la cosas eran vividos y percibidos ya no lo son así. Llamamos a esto la “crisis como oportunidad”, una condición que permite ver las cosas de forma distinta e innovadora para así poder abordar una necesidad de cambio radical y profundo.

[6] El término empoderamiento se refiere al proceso donde cada individuo, donde la comunidad recupera el poder, la voluntad y la práctica de relacionarse proporcional y sosteniblemente acorde con su conciencia activa y compasiva. El poder sagrado de la solidaridad, de la sensibilidad proviene de la sanación en constante proceso asumiendo la propia responsabilidad por los actos y no cediendo el poder a los políticos, a los empresarios, a los médicos, a los militares, a los científicos o a los ingenieros.

[7] Dentro de una visión holística, articulada o sistémica del mundo, se  incluyen las interacciones y co-dependencias sutiles y fuertes entre la totalidad de lo que existe, un ecología del mundo. En este ámbito la complejidad, es decir el complexus o entramado (el origen griego de la palabra compleux es entramdo, enrejado, lo que se entreteje y es una totalidad que surge de la relación articulada de las partes), que habla de los sistémico o entrelazado nos permite entender a la crisis como un momento de apertura a relaciones nuevas, como un estado de des-estructuración que abre nuevas oportunidades.

[8] Arne Naes se refirió en los años 70´s por primera vez al término ecología profunda para hacer notar que en este universo conectado e interdependiente (ecología en su acepción sistémica y ampliada) existen preguntas profundas, preguntas que podemos hacernos más allá de las respuestas reduccionistas y trilladas que han dado soporte, hasta ahora, a la ruta del desarrollo y la globalización (Sessions 1995). Por otra parte Gregory Bateson propuso que la noción sagrada de los pueblos tradicionales, es decir aquel estado de conexión y respeto por lo sutil y delicado del mundo, tiene un correspondiente directo con lo que él llamó “epistemología de lo sagrado”. Aquí lo sagrado acorde a Bateson implica la condición de hiper-complejidad ecológica del universo y la imposibilidad de explicación completa de este mundo por parte de la racionalidad. Acorde con esto una ética, una hacer y un saber que operan aceptando esta epistemología de lo sagrado nos lleva a percibir lo que ahora llamamos una ecología sagrada (Bateson y Bateson 2000).

[9] Teoría y práctica social que supone que el ser humano (antropos) es el centro de todas las cosas, por encima de los demás seres vivos y de natura,  siendo el fin absoluto de la naturaleza.

[10] Maturana y Varela llaman la “Matriz Biológica del Conocer y el Amar” a todo este sentido sagrado, mesurado, comunicativo, de respeto desde mi esencia por el otro. Es el espacio de crianza de la sostenibilidad humana y de cada especie.

[11] Aquí la noción epistémico se refiere a la forma como conocemos, como construimos nuestras ideas, nuestras nociones y concepciones sobre el mundo, cómo funciona este y cómo abordar nuestro lugar en la vida.

[12] Filósofo noruego principal representante de esta filosofía y que utiliza en 1972 por primera vez el termino ecología profunda

[13] Enfoque unilateral que toma al varón / hombre como medida de todas las cosas.

[14] El concepto de la lattice considera que la estructura fundamental del espacio es una red o matriz energética hipercompleja de absoluta coherencia y total simetría. A esta red se le denomina lattice y se considera que en su estado fundamental contribuye al espacio mismo omniabarcante y penetrado de todo lo conocido.

La lattice permanece totalmente invisible hasta que alguna de sus porciones (por cualquier causa) altera su estado de coherencia. Una partícula elemental es precisamente una desorganización elemental de la lattice en cualquiera de sus localizaciones. Cualquier átomo o compuesto químico es una particular conformación estructural de la lattice con respecto a su estado fundamental de máxima coherencia.


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