El espejismo de la voluntad :: ¿La libertad es una ilusión?


Baruch Spinoza: “Los hombres se equivocan si se creen libres; su opinión está hecha de la consciencia de sus propias acciones y de la ignorancia de las causas que las determinan”.

¿Podemos realmente decidir lo que somos y lo que hacemos? Para la moderna neurociencia, no

Las últimas investigaciones sobre neurociencias afirman que el libre albedrío, la voluntad para escoger diferentes opciones en la vida, en suma nuestra idea de libertad, es nada más que una ficción cerebral.

La decisión de realizar un movimiento es muy anterior a la conciencia del sujeto de que va a realizarlo. Es decir que el cerebro decide ANTES QUE SEPAMOS, y que “la impresión subjetiva de la voluntad no es la causa del movimiento, sino que es una de las consecuencias de una actividad cerebral que es inconsciente”, resume el periodista especializado Francisco Rubia.

Los experimentos indican que estamos determinados por las leyes de la Naturaleza.

La aceptación de este criterio puede poner de cabeza los cimientos de nuestra civilización, donde el concepto de la responsabilidad individual es vital. El pecado es la base de tres grandes religiones: judaísmo, cristianismo e islamismo. La culpabilidad es también la base del derecho penal internacional.

El terremoto recién empieza. En Alemania ya hay especialistas reclamando la revisión del código penal para adecuarlo a los resultados de la neurociencia. “Y aunque sigamos encarcelando a los que violen las leyes, cambiará la imagen que tenemos tanto de esos criminales como de nosotros mismos”, dice Rubia.

La capacidad de experimentar compasión, o de conmovernos hasta las lágrimas por la felicidad o el dolor ajenos, hunde sus raíces en los fundamentos del ser humano.

►Un espacio para la libertad

¿Somos, entonces, entidades cuasi mecánicas, gobernadas por el misterioso inconsciente? ¿Es la voluntad una percepción engañosa, una ilusión? Tal vez no sea tan simple. A los experimentos de Libet se han levantado toda una serie de objeciones.

En primer lugar, el propio Benjamin Libet propuso que la conciencia podría entenderse como la instancia supervisora que toma la última decisión acerca de si han de llevarse a cabo, o no, las acciones incoadas por procesos cerebrales inconscientes. La libertad de decisión se asemejaría, por tanto, a una especie de derecho de veto por parte de la conciencia.

Luego, la libertad de decisión no está reñida con el hecho de que la mayoría de las acciones sean dirigidas inconscientemente. El hecho de que un experimento muestre que tal o cual tipo de acción es controlada inconscientemente no debería, de entrada, causar mayor sorpresa, ya que la mayor parte de las acciones que realizamos a lo largo del día poseen ese carácter más o menos inconsciente. La conciencia presta atención, por lo general, a problemas y a situaciones nuevas.

Finalmente, los experimentos realizados descartan la deliberación, por lo que no estudian acciones potencialmente libres. “La clase de situaciones que se estudian en los experimentos de Libet y Haynes tienen poco o nada que ver con las situaciones en las que se manifestaría la libertad humana”, resume Francisco José Soler Gil.

El debate es antiguo. La ciencia lo ha reactualizado, pero de ninguna manera clausurado con certezas.


Tres filósofos

Baruch Spinoza: “Los hombres se equivocan si se creen libres; su opinión está hecha de la consciencia de sus propias acciones y de la ignorancia de las causas que las determinan”.

Albert Einstein: “El hombre puede hacer lo que quiera, pero no puede querer lo que quiera”.

Wolfgang Prinz: “No hacemos lo que queremos, sino que queremos lo que hacemos”.

Más artículos de esta sección


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *